Anacronías (parte 2): Prolepsis/Flashforward

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Como habíamos mencionado antes, las anacronías son aquellos recursos utilizados para romper la línea temporal de la historia, existiendo dos tipos: la Analepsis o salto hacia atrás y la Prolepsis o salto hacia adelante

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Como habíamos mencionado antes, las anacronías son aquellos recursos utilizados para romper la línea temporal de la historia, existiendo dos tipos: la Analepsis o salto hacia atrás y la Prolepsis o salto hacia adelante.

En esta entrada, nos centraremos en la Prolepsis:

PROLEPSIS

Narra acontecimientos futuros, anticipaciones con respecto al presente de la historia, de modo que este puede conocer de antemano hechos que ocurrirán más tarde. Igualmente, la prospección puede darse de dos formas:

1. El flashforward que corresponde a la proyección hacia el futuro de forma breve.

2. La premonición, que es un amplio salto en el futuro de la historia, para regresar a la narración inicial.

Por ejemplo, la novela Crónica de una muerte anunciada se inicia revelando el desenlace para luego comenzar a narrar los eventos cronológicamente, no sin un continuo uso de prolepsis para relacionar los hechos presentes con el destino final del protagonista.

El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.

Crónica de una muerte anunciada. Gabriel García Márquez


Una prolepsis puede usarse para dar cierta información adicional que venga al caso, como hizo en este segundo ejemplo  Gabriel García Márquez en Cien años de soledad:

Melquíades [...] era un hombre lúgubre, envuelto en un aura triste, con una mirada asiática que parecía conocer el otro lado de las cosas. Usaba un sombrero grande y negro, como las alas extendidas de un cuervo, y un chaleco de terciopelo patinado por el verdín de los siglos. Pero a pesar de su inmensa sabiduría y de su ámbito misterioso, tenía un peso humano, una condición terrestre que lo mantenía enredado en los minúsculos problemas de la vida cotidiana. Se quejaba de dolencias de viejo, sufría por los más insignificantes percances económicos y había dejado de reír desde hacía mucho tiempo, porque el escorbuto le había arrancado los dientes. El sofocante mediodía en que reveló sus secretos, José Arcadio Buendía tuvo la certidumbre de que aquel era el principio de una grande amistad. Los niños se asombraron con sus relatos fantásticos. Aureliano, que no tenía entonces más de cinco años, había de recordarlo por el resto de su vida como lo vio aquella tarde, sentado contra la claridad metálica y reverberante de la ventana, alumbrando con su profunda voz de órgano los territorios más oscuros de la imaginación [...]

Es importante fijarse en cómo el autor se ha preocupado de dejar claro cómo la narración pasa a referirse a un tiempo futuro: 

Aureliano [...] había de recordarlo por el resto de su vida como lo vio aquella tarde, sentado contra la claridad metálica [...]

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