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Bajaron por las grandes escaleras de la biblioteca, Pietro miraba asombrado el los enormes estantes de libros sin poder contener la sonrisa en su rostro.

—siento que voy a llorar— confesó sin pena.

—escoja uno—pidio Clint siguiendole los pasos.

Pietro se acercó a un estante y admiro los libros —es como si me pidiera elegir mi estrella favorita del cielo—

—¿porque esta tan emocionado? —pregunto realmente interesado.

Pietro siguió caminando, bajando las largas escaleras de la inmensa biblioteca —creo que es porque cuando era niño, mi padre me leía en las noches, a él le encantaban los libros y yo me dormía escuchando el sonido de su voz—

—¿que clase de libros?

Corrió un poco y se arrimo a un barandal que le daba una vista un poco más completa del edificio —ciencia, filosofía. Supongo que me lo recuerdan— aspiro el aire y se sintió algo decaído —murió cuando tenía ocho años— jugó con sus dedos — mi hermana era quien amaba leer realmente, y mi padre le traía libros tras libros. El último fue Utopía, pero cuando ella se unió en matrimonio, yo lo conserve, porque era lo último que me quedaba de mi familia—

—lo que explica que lo conozca—Clint se quedó parado junto a él, mirándolo con dulzura.

Pietro sonrió —me gustaría escuchar su voz una vez, más que cualquier otra cosa—

Clint asintió, mientras se giraba y bajaba las escaleras detrás de ellos, con la cabeza gacha, pensativo, perdido en su mundo.

—¿sucede algo? —Pietro volteo a verlo, siguiéndolo lentamente.

Cuando Clint bajo algunas gradas volteo a verlo —en todos mis años de estudio, nunca tuve un maestro que me mostrará la pasión que me a mostrado usted los últimos días —sonrió  lentamente mientras sus ojos brillaban con verdadera ilusión —tiene usted más convicción en una memoria que la que yo tengo en toda la vida— soltó una risa amarga. Bajo las escaleras sintiéndose un poco tonto.

Pietro lo siguió deprisa. Casi llegaban al final de estas cuando por fin se atrevió a hablar —alteza, si he dicho o hecho...—

Clint detuvo el habla del joven, volteando a él con rapidez —por favor, no. No fue usted —

Él platinado sonrió un poco aliviado por eso. Volviendo a su momento de contemplarse mutuamente, ignorando todo el mundo que no fuera alguno de ellos, sin notar como las grandes campanas de la iglesia gritaban que se había acabado la reunión de los fieles.

La madrastra salió rápidamente, arrastrando a Veranke con ella.

—es ahora o nunca, Veranke —la empujó y la muchacha corrió al carruaje donde la reina conservaba alegramente con sus acompañantes.

Veranke se paro alado de la ventana de la reina y se inclino al saludarla —disculpe su magestad, parece que usted dejo caer esto cuando salía— extendió con su mano bien abierta un hermoso cochar de rubí bañado en otro con hermosas piedras en los extremos.

Friegga tomó el collar —¡Santo cielo! No recuerdo habérmelo puesto. Gracias niña— Veranke asintió con una sonrisa —solo una persona extraña devolvería una joya tan valiosa como esta— Frigga regresó a ver a Odin, el cual asintió de acuerdo con su esposa —es muy amable—Veranke se inclino nuevamente —su nombre— preguntó a su dama de compañía.

—Veranke Tyeranx Sybil Dvoral de la casa Skrull—respondió la mujer

La reina sonrió emocionada —Veranke, quiero hablar contigo mañana, trae a tu madre—

CinderellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora