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Pasarían diez años antes de que otro hombre llegara a su vida, este hombre era todavía un niño en muchos, muchos aspectos.

—Hay un tratado y se casará con la princesa de España. Y ese chico me obedecerá así sea lo último que haga— grito molesto el Rey, mientras caminaba a paso rápido a la habitación del príncipe.

—pero no la ama, señor— protesto la reina.

—no se trata de amor

—pues debería tratarse.

—¡He dicho que no! Así que deberá aceptar su responsabilidad, igual que sus hermanos.

—un arbusto no puede crecer a la sombra de un árbol, Odin, necesita la luz del sol—

—necesita una buena paliza— gruño el Rey, ingresando de golpe en la alcoba del príncipe.

—¿enserio Odin, no puedes esperar hasta mañana?

—si no puedo dormir tampoco el podra

Cuando estuvieron junto a la cama y contemplaron la alcoba en su totalidad, la vieron vacía, solo con una gran cortina atada a la pata de la cama, que salía por la ventana.

—no, no otra vez—pidió Frigga, sentándose en la cama de su hijo con aburrimiento.

—llama a la guardia, que lo encuentren—ordenó el Rey.

Mientras un caballo se alejaba a prisa del palacio y consiguo trayendo el amanecer a cada galope que daba.

Del mismo modo, la mañana abrazo la mansión, ahora en ruinas, donde un joven platinado, despertaba junto a la chimenea, con un libro sobre su estómago. Utopía, decía el título.

Los gallos sonaron y las aves cantaron, el día empezaba y Pietro debía avanzar apresurado junto a él. Se levantó del suelo y tomando un tarro de madera fue al cultivo para sacar la verdura del desayuno.

A su lado, apresurados y enfurecidos, los caballeros reales galoparon. Sin darles importancia, tomo algunas papas y subió devuelta al pastizal detrás de su hogar, pero al asomarse, interceptó una figura, que venía galopando el oscuro caballo de su padre.

—¡Vamos bestia, vamos! —gritaba el desconocido, mientras más se acercaba a Pietro.

—oh no, no lo haras—corrió hacia el caballo, sin importarle que estaba tirando todas las papas que recolectó, pues con una puntería casi perfecta, tiro un tubérculo al extraño, justo en la cabeza, haciendolo caer del caballo —¡Ladrón! —grito, mientras tomaba más papas que se le cayeron y las seguía lanzando al extraño —¡esto te enseñará a no robar el caballo de mi padre! —

La capa oscura cubrió la cara del desconocido mientras Pietro continuaba lanzandole las papas

—el mío perdió una herradura, lo nesesito—se justifico el hombre, mientras rodeaba al animal, para poder alejarse del bombardeo.

—¡no te lo permitire!

—¡espera!

—¡miserable!

—¡solo lo quería prestado!

Sin dejar de arrojar papas continuó amenazando al desconocido —¡sal de aquí o despertare a todos! —

Le volvió a lanzar una papa, pero esta lo hizo caer al piso y por fin retirarse la capa que ocultaba su rostro, de un salto el extraño reveló su indentidad, pues quien no reconocería con sólo una mirada al menor de los hijos del rey.

Pietro se arrodilló 1rápidamente, mirando fijamente al suelo y maldiciendose internamente —discúlpeme alteza ¡no lo reconoci! —

—por el golpe se que así fue—Clint sobo su cabeza y acomodo un poco su ropa.

CinderellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora