GABRIEL

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Despierta

Un año y tres semana antes...

Gabriel fue transportado del edificio al hospital en la parte trasera de "la burra", había estado en el piso perdiendo mucha sangre durante valiosos minutos y si no hubiese sido por la atenta mirada de uno de los agentes de policía, que descubrió que seguía respirando débilmente, hubiera muerto en ese lugar. Fue el mismo Pancho quien se ofreció a llevarlo, era lo menos que podía hacer por proteger a su hijo de aquel desquiciado.

Cuando la burra llegó al hospital, ya Axel y Robert lo esperaban con un quirófano preparado y con una batería de cirujanos listos para luchar por su vida.

Lo que para Daniela y el resto de su familia serían siete largas horas de espera con Gabriel acostado en una camilla dentro del quirófano, donde los doctores luchaban para  arrebatárselo a la muerte que furiosa lo sostenía con sus esqueléticos dedos; sería a penas una pequeña y dolorosa siesta para Gabriel que estaría inconsciente por cinco largas  semanas.

Estaba vivo de milagro y es que recibir dos disparos a esa distancia tan corta y sobrevivir, no podría ser considerado más que eso, un milagro; sin ánimos de demeritar el arduo trabajo de los galenos por mantenerlo con vida.

Despertó a las cuatro de la tarde, aturdido por la morfina, conectado a una serie de aparatos y en una habitación que no era la suya.

Se removió lentamente en la cama debido al intenso dolor en su espalda. --"¿Por qué no había nadie con el?" --se preguntó, mientras, recorría con sus ojos la nívea habitación, entonces, la vio a ella, con su enorme panza donde llevaba a sus hijos, sentada en esa incómoda y pequeña silla, lo sabía por que él había estado por semanas sentado en una similar, cuando Temo estuvo donde él estaba ahora. Ella dormía con la cabeza apoyada en una de sus manos, tan apaciblemente hermosa que si no hubieran estado en el estado como se encontraban cada uno, la hubiera tomado en ese mismo lugar, sin importarle si alguien los escuchaba o los veía pero a él le dolía su cuerpo solo por el simple hecho de seguir existiendo.

Poco a poco los recuerdos de esa tarde fueron llegando, no se explicaría por qué había desviado su rumbo hacía el edificio Córcega ya que sólo había salido por unas tortillas al mercado, que debido a la lluvia, lo más seguro comenzarían a llenarse de moho antes de llegar a casa, y por una lata de sardinas picantes a la abarrotería.

Los antojos de Daniela conforme el embarazo avanzaba se iban haciendo cada vez más bizarros y extraños, por lo menos, aquella tarde sólo serían tacos de sardina a los que lo más probable le pondría guacamole o frijoles refritos pero ya le había tocado verla comer helado de frambuesas con topping de chapulines y salsa roja, o la ocasión que apestó la casa con su sopa de lentejas y cabezas de pescado.

En lugar de conducir hacia el mercado sintió como una fuerza invisible lo hacía ir hasta el edificio de los Córcega. Al bajarse del auto, vio como Pancho aparcaba la burra frente al edificio. Había decidido visitar a Temo puesto que tenía días que no sabía nada de él. Cuando el primer disparo lo hizo estremecerse, subió lo más rápido que pudo las escaleras y entró al departamento en un santiamén,  cuando la adrenalina invade nuestros sistemas en realidad nos hace hacer proezas inimaginables.

Encontró a Temo de rodillas, con la cara ensangrentada por la sangre de la abuela de su esposa; a Doña Imelda, inerte en su asiento y a Audifaz enajenado apuntando al chico con el arma aun humeante.  Fue en ese preciso instante en el que entendió por que había conducido hasta allá. Se lamento por sus hijos que tendrían que crecer sin uno de sus padres pero estaba bien, había llegado la hora de cumplir la promesa que le haría a Temo meses antes en el hospital.

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