GASTÓN

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Acompáñenme a leer esta triste historia.

--¡¡Deja de hacer eso!! --gritó fuera de sí Aristóteles --¡¡Por favor, deja de actuar como sí fueras él!! --el hechizo se había roto y un Timothée confundido y asustado salió de la habitación esa tarde,  Ramiro lo seguía mientras intentaba por lo menos calmarlo un poco antes de que abandonara el edificio.

--¡No entiendo por que me veía así, como si me temiera! --le reclamó a Ramiro cuando esperaban un taxi.

--No entiendo lo que acaba de pasar allá arriba pero creía que no sabías tocar el piano Timothée.

--Y no lo sé hacer o eso creía, desde que los conocí he estado descubriendo cosas que no sabía que sabía hacer, como hablar español por ejemplo --dijo acongojado.

Minutos después Ramiro regresaría a la habitación, vería con pena su viejo teclado que como el cadáver en una escena de un crimen aún seguía tirado justo donde había caído luego del arrebato sufrido por Aristóteles, este estaba junto a Diego en el balcón, ambos fumaban pero su amigo aún lucía alterado, lo podía ver en el leve temblor de sus dedos al llevarse el humeante cilindro a los labios.

--¡Hola! --dijo sin saber que decir, cuando se detuvo junto a su pareja, vio a Diego dibujar una leve sonrisa y Aristóteles mirarlo por un segundo.

--¡Yo... lo... siento, viejo, tu teclado... yo...!

--¡Tranquilo, ey, tengo otros, no te preocupes por eso!

--¡Es que no debí reaccionar así! --se seco una lágrima rebelde que había escapado de uno de sus ojos.

--En eso tienes razón --intervino Diego sereno --te dije que algo así iba a llegar a pasar, lo que no pensaba era que ocurriría tan rápido...

--Estoy cada vez más confundido --lo interrumpió Ramiro, ganándose de paso una mirada asesina por hacerlo --¿me perdí de algo?

--Ese chico, Timothée, tiene un gran parecido con Temo --le explicó Aristóteles sin apartar la mirada del cielo que comenzaba a teñirse de rojo y amarillo.

--¡Demasiado, diría yo! --opino Diego --lo que más me incomoda es que dice y hace cosas que sólo he visto a Temo hacer.

--¿Cómo llamarte Diegochas y no saber por qué? --cuestionó Aristóteles.

--Si, el mote de otro difunto --dijo sobándose los brazos al sentir un ligero escalofrío recorrer su cuerpo.

--Deberías de hablar con él, explicarle lo que sucede --opino Ramiro --se merecen una explicación... los dos... tú y él...

--Entendimos tu punto Ramiro --lo detuvo Diego, que de seguro planeaba hacer bromas respecto al tema. 

Dos horas después regresaría a su habitación, sólo para chocar con su nueva realidad, había estado tan embelesado con Timothée que ni siquiera se había planteado la idea de que en unos días regresaría a México, que tendría que volver a adaptarse a vivir sólo, en un departamento enorme, como la habitación oscura y solitaria en la que se encontraba. "Solo otra vez" se dijo para sí mismo y no pudo evitar tararear esa vieja canción que había escuchado cantar a su padre cuando era niño.

Decidió no llamar a Timothée esa noche, le daría su espacio, tiempo para pensar, tanto como él también necesitaba, aunque lo que menos tuviera fuera tiempo. A pesar de lo que había planeado, a la mañana siguiente, le escribió pero sus mensajes no le llegaban, su sorpresa fue aún mayor cuando descubrió que su teléfono estaba apagado al intentar llamarlo, incluso fue a la joyería a intentar hablar con él en persona pero no había ido a trabajar, por lo que ahí estaba, de pie frente a la puerta del edificio donde vivía Timothée, sintiéndose patético y un poco acosador.

Era de noche cuando regresó al hotel derrotado, no había podido encontrarlo, ni a él, ni a Gastón, era como si ambos hermanos hubieran abandonado la ciudad.

Se sentía repitiendo la misma historia, había reaccionado violentamente contra alguien que le ofrecía cariño desinteresadamente y ahora parecía que lo había perdido también por su estúpida cobardía, por permitir que el miedo lo controlara en lugar de hablar las cosas de frente y aclarar los malos entendidos.

No fue hasta el miércoles que recibió un mensaje de él en su celular, lo estaría esperando en el cafecito de la esquina al medio día, ese que por las tardes se tomaba la acera con sus sillas y mesas.

Aliviado por tener noticias suyas decidió tomarse una ducha rápida, ponerse sus mejores harapos y marchar al cafecito dispuesto a rogar, incluso de rodillas si era necesario, para que lo perdonara.

La alegría que sentía al entrar al pequeño café pasó a ser confusión y luego miedo al no encontrar a Timothée por ningún lado, en cambio, sentado en la mesa que habían acordado esperarse se encontraba Gastón, tenía un pequeño corte en su labio inferior que hacía ver aun más voluminoso sus ya de por sí gruesos labios, también tenia un ojo morado y algunos rasguños en el cuello.

--¿Qué diablos paso? ¿Dónde está Timothée? ¿Le ocurrió algo? --lo bombardeó antes de sentarse en la misma mesa sin pedirle permiso.

--¡Tranquilo Aristóteles! --lo intentó calmar --Tée está bien, esta en casa dormido, ni siquiera sabe que estamos hablando en este lugar.

--Fuiste tú el que me citó aquí entonces --dedujo el rizado enseguida y lo comprobó al ver a Gastón asentir.

--Lo lamento por haberte engañado pero creo que debo de explicarte algunas cosas y confesarte otras, me parece justo que sea así.

--¿De qué hablas?

--¡Quiero que dejes a Timothée en paz, te lo suplico, Aristóteles! ¡Regresa a México y olvida que Tée existe! --podía notar el enojo en el rostro de Aristóteles, sus labios apretados en una fina línea así se lo indicaba --¿Crees que lo haces feliz, no es así? --hizo una pausa esperando que Aristóteles respondiera --pues no, no es así --atacó en cuanto asintió --en realidad le haces daño y no sabes a que grado --prosiguió --mi hermano no esta bien --dijo eso mientras se señalaba la cabeza --pensaba que ya lo habíamos superado pero lastimosamente apareciste tú y hemos vuelto al inicio.

--¿De qué hablas? --logró por fin preguntar en un suave murmullo.

--Todo esto que ha ocurrido no es más que el resultado de una serie de lamentables coincidencias, Aristóteles, o es lo único que explica cómo de tantos millones de personas que habitamos esta ciudad precisamente ustedes dos se han podido llegar a cruzar en la vida del otro.

--Sigo sin entender que me tratas de decir.

--¿Me imaginó qué te contó su accidente en motocicleta? Nada de eso es real, Tée nunca ha tenido una motocicleta, ni siquiera recuerdo que halla aprendido a manejar bicicleta, ese es un recuerdo que se ha inventado para reemplazar al original.

Ni mamá ni yo nos dimos cuenta de lo que le sucedía a Tée hasta que fue demasiado tarde, siempre fue un chico alegre y amable, no había nada en él que nos hiciera sospechar lo que ocurriría dentro de él, hace ya ocho años, el siempre quiso ser periodista, por lo que al salir de preparatoria eso fue lo que decidió estudiar en la Universidad sin dudarlo, era un buen estudiante, hubieras visto sus notas, estaba tan orgulloso de él, entonces estalló el escandalo de "Los Extraviados" y resultó que en "Andouque" teníamos nuestra propia versión de ese lugar, incluso se dice que pertenecía a la misma red de trata de blancas.

Esa noticia le atrajo tanto que comenzó a investigar y leer al respecto, mi madre y yo estábamos tan en lo nuestro que no lo notamos, esos pequeños cambios que fue tomando, señales de lo tormenta que vendría después, dejó de vestirse como Timothée y terminó luciendo como Cuauhtémoc, incluso alació un poco sus rizos para parecerse lo más posible a él, tomó clases de piano y español en secreto.

Estaba tan fuera de sí, que cuando mamá y yo quisimos reaccionar e intentamos hacerlo ver la realidad entró en un cuadro depresivo profundo, tan profundo que tal como lo había hecho la persona que enfermizamente idolatraba, una noche tomo un cuchillo de la cocina y se cortó las muñecas, fui yo el que lo encontró tirado en su cama, ensangrentado y al borde de la muerte.

Mamá lloró por años, cuatro para ser exactos, los cuatro que estuvo en coma, cuando por fin despertó, cosa que mamá siempre ha calificado como un milagro, lo tuvo que ingresar en una clínica por un tiempo para intentar ayudarlo a que regresara a la realidad, fue ahí donde conoció a Elliott que estaba tratando su bipolaridad por eso hacen tan buena mancuerna juntos.

Lo siento... Aris...

Concluyó su relato con el rostro empapado en lágrimas al igual que el de Aristóteles que permanecía en silencio, tratando de procesar todo lo que había escuchado.

--En este portafolio encontraras todo los recortes de noticias que había reunido Tée mientras investigaba el caso --dijo pasándole un portafolio oscuro y abultado para luego levantarse con las intenciones de retirarse.

--¡Espera! ¿Él, Timothée, estará bien?

--Mamá ya viene en camino --dijo algo cansado --me temo que lo tendrá que ingresar otra vez --sollozó --¡Adiós, Aristóteles!

Aristóteles se quedó sólo en esa mesa, llorando en silencio, sin importarle si los clientes que entraban y salían del local a esa hora lo veían inmerso en su desdicha. Al final se levantó, tomó el portafolios y se retiró de ese lugar, sintiendo que por segunda ocasión se despedía de manera trágica de la misma persona.

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