ARISTÓTELES

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Angustia


A Aristóteles sólo le bastaron tres días para descifrar el  secreto de los López, luego de la conversación que tuviera con Andrés en la azotea. Fue sencillo, luego de que tuviera la mayoría de las piezas del rompecabezas que era aquella familia.

A Ana ya la había visto en varias ocasiones en las que había salido en la portada de las revistas para adolescentes que solía comprar su prima Frida, era una cantante que se estaba forjando una carrera cada vez más prometedora. Si Aristóteles hubiese sabido cantar, le hubiera gustado colaborar con ella en alguna canción.

Con Pepe fue distinto la primera vez que lo vio, cuando entró como un huracán en el departamento y levantó como si nada a Pancho, tuvo la sensación de que había visto ese apuesto hombre en algún lado. Horas después, mientras, leía el periódico, como solía hacer en secreto con temor a que se burlaran de él, por tener el habito de un señor mayor, lo recordó, Pepe había salido en ese mismo periódico en la sección financiera, en un reportaje en medio de gráficos que explicaban las tendencias de la bolsa mexicana, vestido de traje y corbata, recibiendo la presidencia de la multinacional más importante de México.

El resto de los López fueron distinto, desde Guadalupe hasta las calcomanías mantenían un perfil fuera de las cámaras, esa era la razón por la que habían venido a esconderse en Oaxaca, nadie los podría reconocer y podrían hacer su vida normalmente. Aún así, Pancho había ido dejándoles pistas que si no sabías que buscabas las podrías ignorar con suma facilidad. Sólo era de aplicar un poco de sentido común, un vendedor de verduras en las mañanas y ayudante de panadero en las tardes, jamás podría para pagar un año completo de alquiler, como lo había hecho, tampoco para pagar la remodelación de las cocinas de todo el edificio, gastos del hospital y del sepelio de sus tíos después del accidente; y era que nadie, absolutamente nadie gastaría tanto dinero en personas que a penas conoce, a menos claro que el dinero para esa persona no fuera un problema.  Sus sospechas fueron confirmadas al cuarto día, cuando el reportaje del secuestro de los chicos salió en primera plana.

Entonces le tocó escuchar junto a su madre y el resto de los Córcega a Pancho en una letanía de excusas y explicaciones que nadie le había exigido y que no necesitaban escuchar, ese detalle en realidad no les importaba a ninguno, para el momento en que todo se reveló los Córcega le estaban muy agradecidos como para guardarle algún tipo de rencor por mentirles por tanto tiempo respecto a sus identidades.

*****

Los días pasaron entre repartir volantes y peinar las afueras de la ciudad intentando encontrar aunque fuera la mínima pista que revelara el paradero de los jóvenes. 


Aristóteles, obsesionado con encontrarlos, seguía la misma rutina, a diario se levantaba de su cama con apenas haber podido dormir unas cuantas horas, se lavaba la boca, se vestía con la camiseta blanca con la foto de los chicos gravada en el pecho, sus pantalones de mezclilla y sus tenis más cómodos para la largas caminatas; apenas desayunaba algo sentado en la mesa, cruzaba algunas palabras con Polita, le alborotada el rubio cabello a Arqui a modo de despedida y salía por la puerta hacia el departamento de Pancho, se dirigían en la burra junto a Andrés hacia el parque y esperaba en ella hasta que veía que Urrutia terminaba su discurso pesimista.

Luego hacía su entrada, sonriente y traspasándole de su energía al que se sentía desanimado; recorría Oaxaca junto a su grupo hasta el atardecer, que era justo cuando regresaba al edificio junto a Gabriel y Andrés, cenaba en casa de su abuela donde las ponía al tanto de los avances que habían logrado durante el día, una sarta de mentiras que decía más para mantener sus esperanzas vivas que las de su familia; se retiraba a su hogar luego de terminar para ducharse y se encerraba en su cuarto a intentar dormir algo.

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