-Chapitre douze-

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Harlequin estaba en su alcoba cavilando que hacer para cuando su hermana menor volviera al bosque. Quizá primero la cuestionaría del porqué de su huida y la haría hablar y haría que le dijera que fue lo que estuvo haciendo en este lapso de tiempo en que se fue. Necesitaba respuestas y una muy buena excusa por parte de la rubia.

El rey hada, al concluir con sus cavilaciones, decide dar una corta caminata -entiéndase por volar- por los alrededores de su reino y ver si no había amenaza alguna que interfiriera en las actividades de su pueblo.

Observaba a varias hadas trabajando, hablando animadamente, entre otras cosas, y con esto Harlequin se sentía feliz, con una paz absoluta al ver a su gente tranquila y alegre, no como en siglos pasados. De pronto se le viene a la mente de donde podría estar ahora su amigo Helbram, para charlar un rato, ya que se le pasó –un poco- el arranque de enojo que tuvo con él, y sentía que debía de pedirle una disculpa, aunque quería que lo entendieran, no todos los días tu hermana menor se da a la fuga así como así.

Mientras lo buscaba y preguntaba por él, un hada de cabellos verdosos estaba recostado tranquilamente con los ojos cerraos disfrutando de la paz del lugar. Aunque sentía un tano culpable al tener que ocultarle la localización exacta de su amiga Elaine, lo hacía por un bien común.

Regresando con King, éste estaba que no encontraba a su amigo por ningpun lado.

"Tal vez esté dormido en algún lugar, bueno iré entonces a lo profundo del bosque"

Y con este pensamiento se fue volando hacia las copas de los árboles donde posiblemente esté su amigo de cabello verdoso. Pero, éste se detiene abruptamente en su camino para, después, sentir una, o, dos presencias adentrándose en el bosque, y como si de un proyectil se tratase, tuvo que dar media vuelta e ir a ver qué pasaba, dejando para después la plática con Helbram.

Podía reconocer de quien era la presencia, por supuesto que la reconocería donde fuese, ¡Era su hermana! ¡Elaine! Pero la otra no la reconocía en nada. Acercándose pudo divisar las enormes alas de su rubia hermana aunque parecía que algo estuviera detrás de ella, esto lo dejó un tanto confundido ¿A quiéb trajo? Y ¿Para qué?

Bueno sus dudas serían resueltas prontamente.

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Y ahí estaban, mirándose fijamente, los ojos de Harlequin impactaban contra los amatista de Diane, y ésta estaba realmente maravillada con lo que sus ojos veían:

El cuerpo alto de harlequin con su cabello castaño claro un poco largo como peinado hacia atrás, con un pronunciado tupé que casi le tapaba su ojo derecho, le hacía tener un aire bastante varonil y lo hacían ver bastante guapo a su parecer. Estaba enfundado en un traje negro, y debajo una camisa blanca, pulcramente limpia.Y sus ojos, ¡sus ojos! Le impactaban en sobremanera, de un lindo color miel, le parecían muy bonitos. Pero lo que más le sorprendía a Diane eran sus alas, sus increíblemente enormes alas, más grandes que las de Elaine, y si las de la rubia les sorprendieron, las de Harlequin mucho más.

Sus alas eran hermosamente enormes, como de un tono azul claro con algunas manchas negras en éstas, aunque parecía que tenían más colores, y a a luz del sol parecía que brillaban.

Quedó completamente fascinada con aquella visión, la cual nunca podrá borrar de su cabeza.

Pero el rey hada tampoco se quedaba atrás. Él podía apreciar de igual manera a Diane, se quedó pasmado viendo sus adorables ojos de un violeta hermosos y un brillo peculiar en ellos. Su cabello castaño, más oscuro que el de él peinado en dos coletas que la hacían ver muy adorable, se fijó en que ella poseía unos pómulos que parecían ser dos suaves algodones a simple vista. Y no puso evitar observar su cuerpo, aun debajo de ese vestido que poseía la princesa, se podía notar una bella figura debajo de éste, con caderas bien formadas y un busto no muy exagerado.

Y tras esto King decidió apartar la mirada apenado, ocultando un sonrojo por su osadía.

-Y-y bien ¿Quién es ella, Elaine? –Preguntó el oji-miel a su hermana un tanto nervioso con lo que acababa de ver.

-Pues, ya que me descubriste no tengo de otra más que decirte... Ella es Diane, la princesa de Megadozer y... -Pero fue interrumpida abruptamente por el de las grandes alas.

-¿Megadozer? ¿No me digas que es hija de esos humanos, amigos tuyos que llegamos a ayudar en el pasado?-El rey se veía bastante sorprendido con lo que escuchaba, pero ¿Ella que tenía que hacer ahí?, se preguntaba Harlequin.

-Sip, es su hija, la menor y, pues no sé cómo decirte esto hermanito, pero porque no mejor dejamos primero que la princesa descanse, para que tu y yo podamos hablar tranquilamente de todo esto-Decía nerviosa Elaine, aún no estaba preparada para decirle a su hermano del porque trajo aquí a la castaña.

-Mm... No puedo dejar que un humano esté aquí, aunque me sorprende mucho el cómo pudo pasar por el bosque-voltea para ver a Diane, asustándola un poco- Parece ser que n tiene un corazón con algún mal.

-Claro que no King, ella es muy amable y tiene un corazón muy puro, si quieres compruébalo por ti mismo, pero por favor deja que se quede, ya que debo de decirte algo importante. Si es que quieres saber por mi boca el porque me fui de aquí y por qué traje aquí a la hija de mis amigos los reyes de Megadozer.

-Muy bien, déjame ver si es verdad lo que dices.

Y, tras decir esto vuelve a posar su mirada en Diane para poder ver en su corazón algo que lo dejó sin palabras.

Diane se le queda viendo otra vez, un poco nerviosa por su mirada inquisidora, aunque se sentía un poco atraída por sus hermosos ojos amielados...

"Espero que no me haga nada, yo solo he venido aquí a ayudar a la causa, no me quiero ir hasta haber cumplido con mi cometido. Por favor rey hada déjeme quedarme aquí."

Pensaba esto Diane con los ojos cerrados, no quería irs tan rápido de aquel lugar ya que quedó completamente fascinada con la vista hermosa que ofrecía aquel reino y más con su gobernante.

"Y-yo prometo no hacer nada malo"

Harlequin leyó todos y cada uno de sus pensamientos y, finalmente se dio cuenta de que no era ninguna amenaza, así que a regañadientes –y por otra razón que implicaba conocer a aquella humana princesa, pero no lo iba a reconocer en vo alta- accedió a cumplir la petición de su hermana menor.

-Muy bien, se quedará aquí mientras tu y yo hablaremos en mi alcoba.

Elaine estaba más que feliz con lo que su oídos escuchaban, asi que, dirigiéndose a Diane le dijo lo siguiente:

-Vamos, te mostraré el reino y en donde te quedarás por un rato, mientras hablo con mi hermano ¿Si?

-S-si, de acuerdo-Y así los tres se encaminan hacia el Árbol Sagrado. Diane detrás de Elaine y un poco nerviosa por la inmensa presencia de su rey.

Rey HadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora