-Chapitre vingt quatre-

460 46 21
                                    

Seis meses después...

Harlequin se encontraba reposando en el verde pasto. La suave brisa del aire movía lentamente los cabellos castaños del hada. Soltó un suspiro y sus brazos los puso detrás de su cabeza para descansar mejor.

Miraba el cielo nocturno, las hermosas estrellas le daban a éste un aspecto deslumbrante.

Siempre le había gustado aquel lugar, a unos metros alejado del Árbol Sagrado Siempre que iba ahí, lo hacía para poder reflexionar en soledad y tener las ideas más claras.

Soltó otro suspiro y, moviendo una mano, saca de su bolsillo lo que parecía ser una cajita de terciopelo negro, en la parte de enfrente se encontraba una especie de enredadera verde con una pequeñísima flor roja en medio de ésta.

Se le queda viendo un buen rato y, al final, esboza una sonrisa.

"No, aún no"

Piensa para sí mismo y vuelve a guardar aquella cajita en su bolsillo derecho del pantalón.

Sus brazos los vuelve a acomodar detrás de su cabeza y recuerdos vienen a su mente, como si de una película se tratase. Recuerdos de cómo consiguió aquella curiosa cajita negra.

Un mes atrás:

Dos hadas se encontraban caminando, cautelosas por las calles del reino de Megadozer. Tomaron la decisión de ir para allá (más insistencia de un hada de cabellos verdes), e ir a comprar algo en lo cual Harlequin ya tenía pensado desde hace unas cuantas semanas.

El Rey Hada, después de convivir más con Diane, y conocerla mucho más de lo que creía, pudo, finalmente apreciar un poco más a los humanos. Pero no por ello se dejaría confiar demasiado, no señor.

Helbram, su amigo, lo acompañaba felizmente, ya que habían pasado siglos desde que había salido del bosque. Todo, sin poder evitarlo, le llamaba fuertemente la atención, y era normal, ya que, después de años volvía a aquel lugar.

Harlequin por su parte, se encontraba un tanto nervioso. No por los humanos, si no que había algo de fuerza mayor que lo tenía así.

—Amigo, ya, cálmate por favor. Vamos a encontrar la tienda perfecta para eso. Así que, te pido que te tranquilices un momento.

—Es que, tiene que ser perfecto para Diane. Algo que sea digno de ella, digno de una princesa—Decía Harlequin con los ojos brillantes y esbozando una sonrisa mirando al frente, lleno de orgullo. En cambio, el peliverde lo miraba, se sentía feliz por su amigo.

—La amas demasiado, ¿no es así?

—Como no tienes una idea. Llegó a mi vida como un huracán, y, cuando menos me lo esperé, entró en mi corazón para ya jamás poder irse de ahí.

Helbram solamente lo miraba contento. Le agradaba que su amigo de toda la vida por fin pudiera darse una oportunidad para volver a amar. Y, al parecer, Elaine no se equivocó en su elección. Y, es que, Diane era simplemente perfecta para el castaño. Helbram los veía y notaba que tenían una enorme conexión, y eso que tenían poco de conocerse.

A él igualmente le agradaba Diane. Un tiempo después pudo conocerla mejor, hasta se hicieron grandes amigos, y la perspectiva que tenía de los humanos, cambió drásticamente. Se dio cuenta de que no todos eran temibles y tenían un corazón podrido. No, porque conoció a Diane y, gracias a ella, pudo darse cuenta, finalmente, de que algunas personas podían poseer un enorme corazón lleno de paz y bondad.

Un rato después, ambos amigos llegaron a una pequeña tienda, y a un lado, había un letrero con una pequeña joya dibujada en éste. A Helbram le pareció buena idea entrar de una vez y, con King arrastrándolo del brazo, entraron finalmente.

Rey HadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora