-Chapitre dernière -

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Un silencio profundo llenó la habitación. Harlequin estaba expectante a la respuesta que diría su amada. De verdad que le había costado mucho proponerle matrimonio, ya que, no sabía cómo hacerlo adecuadamente, pero lo hizo, y justo ahora se estaba muriendo de nervios por saber cuál sería la respuesta de Diane.

Por otra parte, en la mente de Diane, estaba reproduciéndose una y otra vez, aquellas palabras: "Cásate conmigo". Rondaban por su cabeza sin control, hasta que lo logró digerir, aparentemente y su rostro comenzó a tornarse de un tono carmesí, para, que posteriormente, sus ojos se llenaran de lágrimas.

— ¿Diane? ¿Q-que sucede? — el hada entró en pánico al ver, frente a él, como los ojos amatista que tanto ama, se inundaban de lágrimas. Posó una mano en la mejilla de la castaña y dijo:

—Diane, princesa, por favor. Rayos... Lo si-

Más, no pudo terminar de hablar, ya que un par de brazos lo rodearon a él por completo. El Rey Hada estaba confundido, y temeroso sobre lo que podría contestar la castaña.

—Si — Habló Diane en un susurro, pero Harlequin no lo escuchó, ya que estaba lamentándose de haberlo soltado así, sin más y haberla podido asustar con su impulsividad.

—Sí, sí quiero casarme contigo. — y tras esto Diane abraza aún más fuerte al shockeado hada.

" ¿Escuché bien? ¿De verdad ella...?"

Y no pudo retenerlo más, lágrimas comenzaron a surcar su rostro, y sus brazos, automáticamente envolvieron a la chica frente a él fuertemente. Se sentía el hombre más afortunado del planeta. La chica a la que amaba y la cual lo amaba también, había aceptado pasar el resto de sus días con él.

Una enorme sonrisa surcaba los rostros de ambos. Harlequin se sentía pleno, al por fin haber realizado aquel logro, que por mucho tiempo le había costado, ya que nadie, anteriormente había podido lograr aquello: casarse con el rey de las hadas.

Un momento después, ambos se separaron y quedaron viéndose fijamente. Les encantaba hacer aquello.

—Diane, me hace tan feliz saber qué quieres casarte conmigo, a pesar de ser ambos de diferentes razas. No te preocupes, que yo siempre te estaré protegiendo. —King posó una mano en la mejilla de la castaña, haciéndola sonrojar en el acto.

—Harlequin, eres lo mejor que me pudo pasar, y, perdón por asustarte con mi llanto, es solo que lloraba de felicidad al saber que le hombre que amo quiera pasar su vida junto a una humana. —Lentamente sus rostros se iban acercando, con los ojos llorosos y brillantes.

—Diane... no me importa en lo absoluto que seas de otra raza distinta a la mía, lo único importante aquí, son los sentimientos que ambos nos profesamos.

Tras decir eso, ambos logran acercarse lo suficiente hasta casi rozar sus bocas, tocando levemente sus narices, ambos corazones palpitaban rápidamente, casi al mismo tiempo, como si estuvieran sincronizándose en ese preciso momento. Y, así, ambos cerraron lentamente sus ojos, para, después fundirse en un beso lleno de amor y felicidad.

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A la mañana siguiente, los tenues rayos del sol entraban por la gran habitación, éstos dieron directo en la cara de una chica de ojos amatista. Diane arrugó un poco su nariz al sentir una pequeña molestia en sus ojos. La castaña se dio la vuelta dándole la espalda a la ventana y, acto seguido unos fuertes brazos la tomaron firmemente de la cintura. Diane simplemente se acomodó aún más en ellos.

Harlequin todavía no despertaba de su dulce sueño, en el cual, soñaba que estaba en un altar, frente al Árbol Sagrado, mientras tanto veía venir hacia él al amor de su vida enfundada en un hermoso vestido. El Rey Hada, entre sueños sonreía.

Rey HadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora