doce

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Un nuevo día en Pacific Heights. El sol matutino alcanzaba gran parte del jardín trasero e incidía de lleno en la piscina de este. Los rayos molestarían a mis ojos de escasa pigmentación sino fuese por las nuevas gafas de Saint Laurent con forma de corazón que mi padre me había comprado ayer.

Mis oídos sólo podían escuchar paz y tranquilidad; pájaros volando, hojas y ramas que chocaban entre sí por el viento y... y un ruido de un motor?

Me quité las gafas con cara de desagrado, ojeando a todas partes buscando la procedencia del sonido que había interrumpido mi sesión de relajación.

El rumor cedió y en ese momento me di cuenta de que había alguien aparcado fuera.

Al instante el timbre sonó.

Decidí ignorarlo, si mis padres no le daban importancia, por qué debería dársela yo?

Quien estaba fuera insistió, una y otra vez hasta que la poca paciencia que había en mi ser se evaporó y de mal gusto me encaminó hacia el portal.

Con una mirada asesina activé la cámara. Era el que faltaba.

-Dios, es usted un incordio. -

Tom rió levemente agachando la cabeza.

-Buenos días a ti también preciosa, vengo a ver a tu padre. -

-Entonces, déjeme ver si lo entiendo. Se presenta aquí con su estruendoso Jaguar, interrumpe mi sesión de amor propio y aún por encima me confiesa que no viene a verme a mí! Horroroso, lamentable. - mordí el interior de mi mejilla para evitar una carcajada.

-Tu sesión de... amor propio? - sonrió de medio lado mirando directamente a la cámara.

-Sí, mi sesión de a...- oh no, no no no. - No espera! Esa clase de amor propio no. - Joder, menos mal que no puede verme la cara de vergüenza.

Me quedé en silencio escuchando su carcajada.

-Está bien linda, puedo pasar? -

Sin contestar abrí el portal para encontrarme segundos más tarde cara a cara con el millonario.

Me observó de arriba a abajo, quizá ese bañador blanco se ceñía de infarto a mis curvas.

-Mi padre está en su oficina. - hablé señalando la puerta de casa.

Seguía embobado mirándome, como si su alma hubiese abandonado su cuerpo.

Fingí toser y despertó de su trance.

-Muchas gracias señorita Myers. -

Y con una sonrisa y una tierna mirada se alejó.
Pero no quería que lo hiciera, es egoísta por mi parte?

El millonario cruzó la puerta, y en mi soledad decidí que escuchar el tema aburrido del que iban a hablar podría darme información extra, incluso quizá podría molestar un poco a Tom.

Me dirigí aún descalza y en bañador a la puerta, procurando que Hiddleston ya hubiese subido las escaleras.
Evitaba a toda costa pisar con el pie entero, aún que sabía que era estúpido, si la madera iba a crugir, lo haría de todas formas.

Doblé la esquina y en seguida divisé como la puerta del despacho estaba abierta.
Sin prisas fui acercándome y una vez allí analicé la situación; mi padre estaba de espaldas a la puerta y Tom estaba en la otra punta del despacho, mirando hacia él.
Una idea maliciosa afloró en mi mente, no podía dejarlo escapar.

Con sumo cuidado me coloqué tras mi padre. En seguida Tom se percató de mi presencia, pero antes de cualquier reacción coloqué mi dedo índice encima de mis labios, proclamando su silencio.

Million Dollar Man [Tom Hiddleston] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora