CAPÍTULO 5.

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DRAKE.

— ¿Porqué le haces sufrir tanto? — le reclamo a Lucifer, estoy cansado de sufrir para que ella siga viviendo la misma dolorosa vida que en su pasado

— Te dije que no podías tocarla — se encoje de hombros — Si hubiera sabido de tu existencia, arruinarías todo mi plan

— ¿Cómo sabes tú que yo la toqué? — pregunto con curiosidad y al mismo tiempo con temor

— Mira tus manos.

Obedezco y cuando llevo mi vista hacia ellas veo una enorme mancha negra

— ¿Qué es esto? — pregunto con asombro

— La manera en la que sé si le has tocado o no — me mira con enojo — Estás condenado Drake, de cualquier forma sabré si cumples o no con tu parte del trato.

— Ella no merece sufrir — escupo con furia

— Todo el mundo merece sufrir Drake, es la ley — se encoje de hombros.

Le miro con desprecio y a él parece no importarle, sonríe con arrogancia y luego abre la boca para decir:

— Necesitas un castigo — pone su mano en su barbilla simulando pensar — Y creo que sé perfectamente cual.

— ¿A qué te refieres? — pregunto temiendo

— Sígueme — ordena y yo obedezco.

Camino por el frío pasillo siguiéndole, hasta que llegamos a un cuarto lleno de látigos e instrumentos que cuando los ves sólo puedes pensar en una cosa: Dolor.

Bienvenido a tu castigo Drake, éste será el precio que pagarás por cada vez que toques a Brisa.

— ¿Qué es lo que vas a hacerme? — mi voz tiembla

— Colócate de rodillas viendo la pantalla que se encuentra en la pared — me ordena y ésta vez no quiero moverme — ¡Obedece, joder! — grita.

Me muevo con temor hasta llegar a donde me dice, me pongo de rodillas y en cuanto lo hago la pantalla de cristal se enciende mostrándome la imagen de Brisa en la puerta del mausoleo reclamando mi alma.

— Quítate la camisa — demanda con firmeza

— ¿Qué? — le miro sin comprender

— ¿Acaso no me has oído? Quítate la camisa — vuelve a hablar con frialdad y yo obedezco.

Me quedo observando perplejo la proyección en la pantalla de cristal, estoy de rodillas y con el tronco descubierto, el frío entumece mis dedos y siento un latigazo llegar, la sensación quemante del objeto me recorre todo el cuerpo, el dolor es insoportable y una lágrima amenaza con salir de mis ojos. Pero no voy a llorar, no voy a darle ese gusto.

— Recibirás 10 como éste — advierte — Cada uno mas fuerte que el anterior. Con cada latigazo observarás en la pantalla el sufrimiento de tu amada en su pasado ¿Ha quedado claro?

— S-sí — tartamudeo con el llanto en la garganta

El segundo latigazo llega, veo en la pantalla a Brisa cuando era una niña, cuando su padre la despreció y se marchó de la pequeña casa en la que vivían, el dolor vuelve a retornar y sigo tratando de contener el llanto.
Un tercer latigazo se hace presente, incluso mas fuerte que el anterior y mi cuerpo se estremece, puedo ver a Brisa siendo abusada sexualmente por mi propio padre, puedo ver sus lágrimas rodando silenciosamente por sus mejillas y entonces ya no me importa el dolor del látigo en mi espalda, porque el de mi corazón roto es mucho mas fuerte.

Luego de varios minutos de tortura el último latigazo llega, no lo soporto, me desdoblo completamente, mi espalda arde, quema y duele, mi rodillas están raspadas, los músculos de mi espalda están entumecidos, y el llanto se hace presente en cuanto veo en la pared de cristal a Brisa llorando sobre los 100 cuerpos sin vida, esos a los que envió al infierno para sacarme del sufrimiento.

Lloro desconsoladamente tratando de entender la razón de todo esto, Brisa sigue sufriendo y ésta vez ya no puedo salvarla. Aunque muera de ganas de hacerlo.

— Levántate — me ordena

Trato de ponerme en pié pero no lo logro, mi cuerpo no responde, todos mis músculos se han entumecido, así que cuando intento ponerme de pié vuelvo a caer al suelo sin remedio.

— Eres un cobarde — se inclina para mirarme a los ojos — ¡Te dije que no podías tocarla! Mirate... Joder me das tanta pena. Lárgate de aquí antes de que quiera lastimarte de nuevo.

Me arrastro hasta la puerta y con dificultad camino hacia la celda en la que estaba en un inicio. Esto es demasiado para mí.

BRISA.

He vuelto del hospital luego de haber estado 24 horas allí, Christopher nunca apareció para hacerme compañía, ni siquiera para traerme del hospital, imagino que no querrá saber nada de mí.

— ¿Christopher? — pregunto al unisono para darme cuenta de que él no está en la casa

Meto cuidadosamente a Natalia en su cuna y me recuesto en el sofá quedándome así profundamente dormida.

Al despertar escucho ruidos en la casa, es Christopher, sin duda alguna ha de estar ebrio de nuevo, avanzo hacia la cocina y le veo ahí bebiendo un vaso de limonada.

— Te estuve esperando en el hospital — le reclamo

— ¿Qué pasó con tu panza? — pregunta haciendo que me enfurezca

— La bebé ya nació y ni siquiera te diste cuenta Christopher, ¿Qué es lo que te sucede?

— No me cuestiones — responde fríamente

— ¿Siquiera podrías verla? — pregunto esperanzada

— Vamos — suspira

Lo guío hasta el cuarto de la bebé, él se asoma a la cuna y la observa por un momento.

— Es preciosa ¿Verdad? — hablo llamando su atención — Y mira... Tiene tus ojos

— Está bonita — afirma alejándose de la cuna

— ¿Bonita? — suspiro — ¿Sólo eso dirás?

— Déjame en paz — me mira por encima del hombro

— No, tienes que contarme qué demonios te sucede Christopher, tú no eras así

— ¡Te dije que me dejaras en paz! — grita haciendo que me sobresalte

Se abalanza hacia mí y empieza a proporcionarme golpes por todo el cuerpo, trato de defenderme, pero él es mas fuerte que yo. Natalia comienza a llorar, el ruido la ha despertado, Christopher está como un loco y sin pensarlo mucho se abalanza hacia la cuna. Algo le empuja haciendo que caiga al suelo inconsciente, dándome tiempo de tomar a la bebé y salir de esa casa lo más rápido posible.

¿Qué ha sido eso? No tengo idea, pero no voy a volver para averiguarlo.

TODO POR ELLA [Editada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora