Capítulo 7 - El peso del mañana.

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Natalia estaba despertando con un dolor de cabeza completamente arrollador, parecía que la chica aún no procesaba en la situación que se encontraba, dormida en ropa interior y en un ínfima camiseta al lado de ese chico por el que tantas veces había llorado; ella no se daría cuenta en absoluto de la situación de la que era protagonista y de las verdades que había dicho el día anterior.

—Maldita sea, la boca me sabe a cenicero. — Gruñó tapándose con la manta para mitigar la luz del día, eso solo hizo que destapara a Isaza, obligando al muchacho a buscar el calor que había perdido segundos atrás, fue entonces que la chica se dio cuenta de todo, pues los brazos fuertes del chico tomaron su cintura y la arrastraron contra su pecho desnudo.

—¿Qué carajos?

Natalia se giró medianamente, clavando sus ojos en el rostro impasible de Isaza, quien parecía ajeno al hecho de que sus cuerpos se encontraban casi completamente pegados; inconscientemente el muchacho si había notado la cercanía, y ese perfume tan conocido para él solo lo hizo reaccionar por inercia, apretando aún más el delgado cuerpo de la chica entre sus brazos, y gracias a la buena idea de Natalia de voltearse para ver en donde se encontraba, el muchacho había hundido la cabeza en su cuello, por no destacar otras partes del cuerpo que se habían pegado luego de ese abrazo.

—Maldita sea.

Natalia no podía estar más sonrojada, pues, luego de tanto tiempo, había vuelto a sentir la erección mañanera que en este momento poseía Isaza, sintiéndola en su bajo vientre, haciéndola tragar duro.

—No te levantes, aún hace frío. — Protestó el muchacho en sus sueños de Dios sabe qué.

Natalia se permitió separar un poco su rostro y observar el calmado rostro de Isaza, lo bien que le quedaba el vello facial, lo mucho que se había tonificado su pecho y abdomen, lo fuerte que se habían vuelto sus brazos, lo hermoso que se veía durmiendo, y por un momento pensó que todo lo que había pasado durante ese tiempo era mentira, permitiéndose, inconscientemente , posar sus labios sobre los del chico en un beso tierno, casi tan imperceptible que el muchacho ni siquiera se movió; ella se puso de pie y salió de entre sus brazos, dirigiéndose a la ducha para desprender de su cuerpo ese olor que le torturaba, el olor de Juan Pablo Isaza.

Isaza comenzó a abrir sus ojos con pesadez, pero toda esa pereza se vio desalojada al encontrarse sólo en la cama. — ¿Natalia? — Pero no hubo un silencio atroz. — Nati ¿Dónde estás? — Pero nuevamente no hubo respuesta, hasta que se aproximó al baño, escuchando el agua de la ducha correr.

—Maldita mujer, le gusta matarme del susto. —Gruñó de mala gana.

Pacientemente volvió a recostarse con el celular entre las manos, con toda la intención de esperar a Natalia para aclarar el altercado del día anterior y subyacente, el de la noche, aclarando también las preguntas que lo atacaron antes de que la muchacha cayera completamente dormida; él se esperaba que la chica saliera completamente vestida como acostumbraba hacerlo cada vez que tomaba un baño, pero quedó estático cuando Natalia salió enrollada en una toalla, estirando su cuello con los ojos cerrados, pasando por completo de la presencia del muchacho que estático la observaba, hasta que simplemente chocaron.

—¡¿Isaza?! — Exclamó, sacando al chico de esa especie de catatonia que lo había invadido.

—¡Na...na...Natalia! ¡Estas...estas! — Frustrado decidió cerrar la boca, solo vio como la chica se volteo con las claras intensiones de volver a huir de él, pero no lo permitiría.

—Suéltame bruto. — Susurró cuando el chico volvió a apropiarse de su cintura para arrastrarla con él al centro de la habitación.

—Quédate quieta Natalia, tenemos que hablar y sé muy bien que si te dejo entrar a ese baño no saldrás más. — Gruñó el chico al sentir como el cuerpo de Natalia se removía entre sus brazos, causando un vergonzoso problema debido a la fricción.

Azares del Destino - (Ventino) (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora