Simón Prov.:
No quería levantarme para las malditas clases, me ardía la cabeza y sentía el cuerpo horriblemente pesado, aún así, mis ojos se abrieron casi una hora antes de que la alarma sonara; anoche había esperado lo más que pude a Camila, pero ella no llegó y simplemente no entiendo, el día anterior habíamos hecho el amor hasta cansarnos y luego había desaparecido como si nada.
—¡Maldita sea, no puedo con este dolor de cabeza! — Gruñí entre dientes, haciendo el intento de alcanzar mis lentes, pero un fuerte tirón en mi antebrazo me hizo detener la acción. — ¡¿Qué mierdas?! —En una vano intento de aclarar mis ideas, me froté los ojos para desperezarme, encontrándome de lleno con el más cruel de los chistes. —¡CAMILA! ¡CAMILA DESPIERTA!
La pelirroja apenas se movió para sacar la cabeza de entre las cobijas, parecía que había tenido el sueño más reparador de la historia, su sonrisa lo demostraba. — ¿Qué quieres Vargas? — La miré completamente sorprendido, ella me hablaba con frialdad.
—Yo...yo. — Mostré mis brazos cubiertos por unas bandas que parecían no moverse con nada. —¿Qué es esto? — Ella se levantó, mirándome con unos ojos clínicos, luego sacó las cobijas de sobre mi cuerpo revelando el horror, mi cuerpo estaba cubierto de esas cosas, tenía 4 en los brazos, dos en el pecho, ocho en las piernas. — ¿Co...co...co...como me-me saco e...esto?
Esa sonrisa me hizo olvidar el hecho de que estaba cubierto de esas cosas. — Creo que debes tirarlas, la verdad es que yo no las uso. — Su mano comenzó a pasear sobre una de las bandas adheridas a mi muslo. — Duelen mucho. — Y sin ningún remordimiento tiró de ella, haciéndome desfallecer del dolor.
—¡MALDITA SEA! ¡QUÉ DOLOR! — Vociferé mientras hacía intentos vanos por mitigar el ardor de mi muslo. — ¡¿Por qué?
Ella tomó el de mi pecho e hizo presión sobre ella, dándome a entender que tiraría de ella sin ninguna compasión. — No te preocupes amor. — La manera macabra de acariciar mi mejilla me hizo temblar, mas que la idea de que tirar de esa banda y me sacara mis pelitos. — No te dolerá tanto como me dolió a mi verte besándote con esa mierda luego de haberte acostado conmigo. — Sin piedad tiró de esa banda, dejando un grito atorado en mi garganta.
—¡Camila, no me dejes, no me puedes dejar con estas cosas pegadas al cuerpo! — Imploré.
—Ya sabes como sacártelas Simón. — Dijo sin culpas y simplemente entró al baño, dejándome ahí, mirando esas cosas sobre mi cuerpo.
—No puede ser, no puede ser. — Intenté mover la de mi brazo, pero no sucedió nada, solo dolor.
Esa hora extra que tuve al despertar las utilicé sacándome esas cosas, al final ya no veía más allá de mis brazos y mis piernas rojas, las lágrimas no me permitían ver más, y el ardor de mi piel no me dejaba pensar, lo único que había escuchado con claridad había sido como ella salía de la habitación riéndose de mi desgracia.
—Camila Esguerra, firmaste la declaración de guerra. — Dije entre dientes mientras hacía esfuerzos sobre humanos para ponerme el maldito jean. — Me arde el alma. — Lloriqueé cuando la maldita prenda por fin estuvo en su lugar.
Martín Prov.:
Ese delicioso olor lo conocía, era el perfume de Makis, de mi pequeña Makis, mi gran amor, de pronto, unos suaves besos comenzaron a esparcirse por mi pecho y mi cuello, no sé si estaré soñando, pero esto es la gloria, sobre todo si es Makis quien me besa así, de pronto, el dolor me arrancó de ese maravilloso sueño, un ardor terrible en medio de mi pecho.
—¡PUTA MADRES! — Grité a todo lo que mis pulmones daban.
Sentí su risa melodiosa sobre mi cuerpo, entonces la veo sentada sobre mis caderas con ese indecente pijama que me hacía secar la boca, pero entonces reparé en el ardor que me arrancó de mis fantasías, cayendo en cuenta de la horrible realidad.
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Azares del Destino - (Ventino) (Morat)
FanfictionEs increíble como los azares del destino puede hacer unas jugadas muy curiosas, algunas veces para separar, otras para juntas, algunas para bien y otras para mal. En este caso tenía un poco de todo; hace algunos años los separó, ahora, los volvió a...