Capítulo 18. -Te amaría, aunque fuese pecado.

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Natalia:

El internado de música había entrado en una extraña, pero paradójica aura de amor. Desde esa canción en la clase de composición, todos se giraban a mirarnos y a danos las felicitaciones por ser de las parejas más talentosas que existían en el programa. Los profesores también nos seguían de cerca, proponiendo duetos entre parejas para aventurarnos a componer tiernas historias de amor.

Ya habían pasado un par de semanas de esa composición tan brillante de Isaza y ahora el desgraciado estaba horriblemente insoportable, alardeando de su cabeza genial y del pobre chico que se había quedado estupefacto cuando lo vio besarme en medio de todos.

—Adivina que. — Exclamó llegando a mi lado con esa extraña euforia que lo estaba abordando desde hace días. Solo lo miré sobre mi hombro. —Adivina. — Insistió jugando con mi manga. — No seas amargada. — Volvió a tirar de mi manga, cual niño pequeño que quiere llamar la atención de su madre para enseñar sus proezas. — Y no te lo diré, tienes que adivinar, sino no es divertido.

No pude evitar sonreír al ver su puchero. — Deja de ser tan mimado. — Lo reprendí. Como única respuesta, sus brazos rodearon mi cintura y su rostro se perdió en mi vientre. — ¿Qué se supone que tengo que adivinar? — Pregunté resoplando resignada al caer en sus juegos.

Una sonrisa asomó en su boca cuando él movió el rostro para verme de reojo.

—Lo que tengo en mi bolsillo izquierdo. — Susurró acomodándose sobre su espalda con su cabeza sobre mis muslos.

—¿Delantero o trasero? — Pregunté gentilmente.

Quería mantener la calma lo más posible, sabiendo que no me dejaría salir de la habitación a meno que adivinara o al menos lo intentara y luego me diera por vencida. Lo peor de todo, es que con esa sonrisa idiota que portaba y esos ojitos ilusionados porque entrara en su juego se volvía enormemente difícil rechazarlo.

—Delantero. — Respondió moviendo sus cejas.

De inmediato miré hacia los bolsillos de sus jeans, pero estos estaban tapados por otra de sus largas sudaderas que tapaban mis objetivos. El maldito sabía como jugar sus cartas.

—¿Puedo tocar? — Pregunté.

Negó de inmediato. — No, eso sería trampa.

—Entonces dame pistas. — Exigí, intentando engatusarlo con caricias suaves por su torso. — No soy una bruja, así que no puedo simplemente saberlo de la nada.

Juan Pablo se removió inquieto, tomando mis manos para alejarlas de su pecho. Sus ojos brillaban con una extraña emoción, quizás demasiado grande para una simple adivinanza; también había algo extraño en ellos, algo extraño pero a la vez tan conocido.

—Eso también sería trampa. — Cortó entrelazando nuestros dedos. — Intenta adivinar.

—No quiero. — Lancé con poco cuidado antes de comenzar a hacerle cosquilla.

Isaza se retorcía como una oruga intentando huir de mi ataque, pero no se lo dejaría tan fácil; en un rápido movimiento me senté sobre su bajo vientre, poniendo más fuerzas en las cosquillas que recibía él, hasta que con una ágil maniobra logró tirarme de trasero al suelo.

—¡Lo siento! — Jadeó levantándose. — No quise tirarte. —Completamente apenado había ofrecido su mano para levantarme, la que no dudé en tomar. — De verdad lo siento amor. —Susurró haciendo un tierno puchero.

—No te preocupes. — Intenté calmarle.

Antes de que se diera cuenta, mi mano libre bajó para meterse en el bolsillo de sus jeans, encontrándome con la vergonzosa (y agradable) sorpresa de que en definitiva había algo en su bolsillo; en efecto había algo en su bolsillo, no dentro sino que detrás. Juan Pablo Isaza, el muy puerco había picado mi curiosidad para que metiera mi mano a su bolsillo y me encontrase con su erección palpitante contra mi mano.

Azares del Destino - (Ventino) (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora