Capítulo 11. - Volverte a oír.

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—¿Qué te pasa pelado? — Preguntó Isaza al encontrar a su amigo escondido de manera cobarde en los baños de los hombres. — ¿Por qué tienes tanto miedo?

Nabalez resopló con cierta rabia. — No me digas pelado. — Rezongó. — Se me ocurrió devolverle la broma a Juliana y parece que se enojó, no soporta que le paguen con la misma moneda a la maldita loca.

—¡¿Qué le hiciste?!

El chico sonrió de medio lado, demostrando lo feliz que se encontraba por haber devuelto la mano. — Le arrojé medio tarro de pintura pasada en la cabeza.

—¿Y qué diferencia tiene a que sea pintura pasada o pintura buena?

—Es que la pintura pasa cuesta el doble de sacar, porque queda un poco pegajosa. — Respondió el chico con una sonrisa de triunfo marcada en el rostro.

—¡Genial! — Reconoció el otro chocando los puños. — Pero ¿cómo harás para poder entrar en la habitación?

—Pues tendré que esperar a que se le pase lo brava o a que se quede dormida.

—Sabes que su venganza será épica ¿no es así? — Interrogó Isaza.

Nabalez se encogió de hombros con cierta pena plasmada en el rostro. — De todos modos me odia. — Su mirada bajó con cierta culpabilidad. — Supongo que las bromas serán la única manera en la que nos podremos comunicar. —Luego sonrió como si se le forzara a hacerlo. — Es lo que me gano por dejar que un hombre clasista se metiera en mi relación.

Isaza lo rodeo con delicadeza, intentando darle ánimos a su amigo, porque de alguna forma, él se creía más cerca de Natalia, él sentía que estaba ganando la batalla así que era su responsabilidad darles ánimos a sus mejores amigos. Él creía que el hecho de haber abierto su corazón frente a la castaña le daba puntos extras y le había convertido en una especie de espécimen en redención.

—Tranquilo, te aseguro que bromas tendrán para rato. — Aseguró con una sonrisa plasmada en el rostro.

—¿Se puede saber porque estás tan feliz?

—Solo porque sí. — Respondió cortando la conversación.

Por otra parte, Juliana bufaba y maldecía contra el ingenio del chico, mientras su amiga la miraba un poco aturdida sin saber la manera exacta de hacer que ella dejara de darse vueltas como un perro enjaulado.

—¡Esto es inaudito! — Bramó con furia. — Y encima tu te dejas besuquear por el feo de Isaza. — Rezongó mirándole con cierta incredulidad.

Natalia de inmediato se paralizo, y sin poder evitarlo, ella comenzó a jugar con sus dedos. — Es que... bueno, ... él me besó.

—¡Pero tu lo dejaste! — Bramó casi lanzando de espaldas a la castaña.

—Juli, yo no tengo la culpa de que Nabalez te jugara una broma. — Reclamó con la voz un poco más firme que antes. — Además no es justo que te desquites conmigo. — Susurró con voz amañada.

—¡Pero si es tu culpa no estar ayudándome a planear mi venganza! — Reclamó moviendo las manos de manera exagerada para hacer énfasis en su estado de furia creciente. — ¡Tú deberías estar trazando un plan perfecto para parecer una estaca en el culo de ese huevon!

—¡¿Qué quieres que haga yo?! — Respondió levantando los brazos en signo de rendición. — Si quieres te ayudo a tirar su colchón por la ventana, pero no te aseguro que eso te haga feliz. — Una sonrisa maliciosa iluminó el rostro de la morena. — ¡Oh-oh! — Natalia miró fijamente a la chica que parecía ensanchar su sonrisa a cada paso que daba. — ¡Maldita sea ya te di una idea!

Azares del Destino - (Ventino) (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora