Capítulo 17. - Yo más te adoro.

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Isaza:

No podía creer lo idiota que había sido al permitir que ella se me fuera entre las manos hace unos años atrás, no podía creer que esa mujer tan perfecta se hubiese ido de mi ido por ser un completo idiota, tampoco podía creer que alguna vez yo hubiese querido hacerle daño cuando la amaba profundamente.

Ahora, viéndola dormir tan tranquilamente a mi lado, enrollada en una simple sábana luego de que hiciéramos el amor con tanto fervor.

Acaricie con calma el inicio de su cabello y la forma de sus mejillas aplastadas con la misma almohada; paseé la punta de mis dedos por sus brazos desnudos hasta la curva de su cintura, donde mi palma se extendió con suavidad para tirarla más cerca de mí. Aspire su olor con fuerza, llenando mis pulmones y mi pecho completo de esa felicidad infinita que me daba su perfume.

Clavé mi nariz en su cuello, deseoso de que su olor se grabara en cada parte de mi sistema. - No sea fastidioso. - Jadeó. - Unos cinco minutos más.

Sonreí. - La princesa despertó de mal humor. - Dejé un suave beso en su cuello. - Yo puedo quitártelo si me dejas.

-No. - Jadeó con rapidez, girándose para evitar que siguiera besando su cuello. - Tengo sueño y es su culpa.

Negándome rotundamente a separe de ella, tomé sus caderas y las estreché en un abrazo tierno, sin ningún tipo de picardía. No obstante, mis palabras seguían firmes en la tarea de hacerla entrar en furia. Amaba ver su carita enojada.

-Yo puedo quitarte el sueño.

-No. - Se opuso recargando su mano en mi barriga. - Tu cosa me está presionando en trasero. - Reclamó haciendo pucheritos.

Besé su mejilla con ese infinito amor que le tenía, luego encajé mi cuerpo con el de ella pese a sus protestas.

-No puedo controlarlo. - Susurré extrañamente tranquilo por tener su calor entre mis brazos. - Siempre es igual por las mañanas, además. - Otro beso suave en su mejilla me hizo sentir mas feliz (si eso era posible). - No puedo controlarlo si tengo tu hermoso cuerpo contra el mío, es como si reaccionara solo.

Natalia lanzó un manso quejido. - ¿No me vas a dejar dormir? - No podía tener certeza, pero estaba casi seguro de que sus labios protagonizaban un puchero hermoso.

-Nos tenemos que levantar en máximo 45 minutos. - De verdad quería quedarme todo el día con ella metido en la cama, abrazados, dándonos cariño, no haciendo nada en específico. - Tenemos que ir a la clase de composición para presentar la canción.

Natalia se giró entre mis brazos, encajando su cuerpo, esta vez de frente con el mío, rodeando mi cuerpo con sus finas manos.

-¿Crees que les guste la canción que compusiste? - Preguntó con menos pereza en la voz.

Con cuidado mis manos comenzaron a pasar por su cabello. - Yo creo que les encantará. - Di un suspiro largo, sintiéndome pleno por primera vez en mucho tiempo. - Pero no quiero cantarla solo con los chicos.

-¿Cómo así?

-Quiero que ustedes también la canten con nosotros. - De inmediato su cuerpo se despegó del mío para poder mirarme con curiosidad. - Quiero que la cantemos los 8 juntos.

Sus ojitos expresivos seguían fijos en los míos, incursionando de manera fervorosa para encontrar la trampa en el tema. Luego su mirada cambió, ya no era insegura, sino que era curiosa.

El deseo de besarla me atacó de súbito, quizás porque su boquita se abría cada vez que le daba vueltas a algo. No dudé en tomar su nuca con cuidado, llevando con ternura sus labios a los míos, besándola con tanta ternura que mi corazón se inflamó de tanto amor.

Azares del Destino - (Ventino) (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora