—Antes que entablemos una nueva conversación, ¿cuál es tu nombre? ¡Disculpa mi enorme descortesía por no habértelo preguntado antes!
—Me... me llamo Renata.
—No creo que sea una casualidad que tengas ese precioso nombre. Y justamente tú.
—Vaya, yo... ¿g... gracias? —dudó ella.
—Sí.
—Bueno... eh... ¡ah, por cierto! ¿A qué te refieres cuando dices que hay quienes dominan la negrura sin problema alguno? —le preguntó, caminando a su costado siempre hacia el frente.
—Tú viste cómo aquel merodeador de Enrah cayó al agua y terminó desollado, ¿no es así? De él no quedó más que un pobre despojo de huesos y vísceras que se hundirá en las aguas del Mar Negro, como todos los demás que no la soportan.
—Sí...
—Bueno. Hay casos en los que, las presencias etéreas de las personas son tan oscuras y están tan acostumbradas a las tinieblas, que el caer de golpe en aquellas aguas no solo no los deshace de una forma tan brutal, sino, apenas les causa un ardor soportable sin más problemas.
—¿Y quiénes son ellos?
—Son los que hacen las peores aberraciones allá afuera sin comprender el tremendo daño que hacen. Aquellos que privan a otros de vivir la vida con plenitud; aquellos que arrebatan a otras personas sin remordimiento la libertad, la inocencia, la dignidad y, en un todo, la vida —explicó, sintiendo un vuelco nauseabundo en el estómago al pensar en dichas personas.
—¿Y por qué ellos no son castigados aquí? ¡Todo lo que me cuentas suena mucho peor que lo que han hecho quienes merodean en estos dominios!
—Sí, tienes razón. Pero debes caer también en consideración de dos cosas: la primera es que estamos por llegar todavía a los peores dominios. Esos en donde los merodeadores cumplen las penitencias más duras de aquí. La otra, es... ¿tú recuerdas que te comenté que, además de esta Zona de Penitencia existen también la Zona Purgatoria y la Zona de Tortura? —remembró.
—Sí, sí recuerdo.
—El ritmo natural de las cosas es que, quien quiera ser aliviado y vivir limpiamente sin afectar a las existencias de las demás, tiene que hallar su camino hacia la Zona Purgatoria. Ahora, aquellos que han hecho acciones tan osadas como para poder hundirse en la oscuridad más mórbida sin sufrir sus horribles efectos en carne propia, están logrando únicamente labrar su camino hacia la Zona de Tortura. Una zona en donde el dolor no es más que un concepto pequeño y lejano; en donde predomina el sufrimiento perpetuo y la pena infinita.
—¿Y dónde está esa zona?
—Quienes orgullosos de poder navegar en tanta oscuridad insufrible se dirigen hacia ahí retando a las fuerzas etéreas que rigen estas tres zonas, hallarán la Zona de Tortura allá en donde las mareas del Mar Negro se transforman en densos y violentos ciclones; allá en el vacío absoluto. Allá en donde las víctimas de sus aberraciones deciden libremente el tiempo que los verdugos pasarán en aquel calvario tan terrible. Allá en donde entes mucho peores que los que nos quedan por ver en este abismo, se divierten sádicamente con sus víctimas. Allá en donde, al salir, no bastarían cien posteriores años dentro de la Zona Purgatoria para poder ser una persona limpia.
—¿Entonces ahí se encuentran las personas que hacen lo peor? ¿Las más indeseables de todas? —Preguntó ella tras dejar un tiempo prudente a Volun para seguir describiendo aquel «vacío».
—Así es.
—Y todos quienes están ahí, ¿merecen eso? Es decir, Volun, ¿no hay quienes estén ahí por error? ¿Alguna persona inocente?
—A los seres que dominan los sitios en donde se hallan todas las presencias etéreas no se les puede engañar. Ellos no se basan en palabras o en acciones totalmente visuales; ellos saben cuánto daño se ha hecho a otras personas, saben cuán aberrantes son las acciones llevadas a cabo, saben cuánto han gozado los agresores y cuánto han sufrido sus víctimas. No te preocupes; en esta vida, por más que lo parezca, al final absolutamente nadie queda impune —terminó.
Siguieron caminando con rumbo hacia la dichosa Zona Purgatoria y ella, pasando de un estado de impotencia tras pensar que, quienes peor actuaban en vida no recibían siquiera un solo castigo dentro de aquel abismo hacia uno de tranquilidad al haberse enterado de la existencia de la Zona de Tortura, se mostró desde entonces mucho más abierta y expectante ante lo que todavía le hacía falta por ver.

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El Abismo de los Ciegos
HorrorUna chica despierta en una zona increíble, que jamás habría podido imaginar, pero no es porque sea particularmente bella: el paisaje es negro, el ambiente es húmedo, los sonidos bastante lúgubres y la interminable piedra bajo sus pies, roja y raspos...