VI.

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Caminaban juntos hacia adelante, alejándose poco a poco del dominio de Ego, cuando ella sintió un empujón poco sutil en la espalda. Al girarse, fue recorrida por un tremendo y desagradable escalofrío; la causa era un hombre con las cuencas de los ojos vacías, las mejillas totalmente humedecidas de sangre y todo el cuerpo cubierto por ropa y accesorios lujosos que, al parecer, eran difíciles de obtener allá afuera gracias a su precio, seguramente encumbrado a más no poder. No obstante, todo lo que llevaba puesto estaba arruinado: la cara y buena camisa que lo vestía estaba plagada de agujeros en la parte trasera y no había un solo espacio de su tela que no se hallase totalmente lleno de marrón y tiesa sangre seca.

—¡Sigue con tu camino, no es por aquí y no te dejaré pasar te lo advierto! —se interpuso el guía entre el hombre mutilado y la chica que llevaba hacia la salida.

—¿POR QUÉ NO PUEDO VER? ¿EN DÓNDE ESTÁ MI HIJA? ¿CÓMO LA VOY A ENCONTRAR ASÍ? ¿Y MI MUJER? —habló de repente alzando bastante la voz.

—¡Sigue el sendero! ¡Te llevará a donde tú necesitas ir! —le ordenó.

—¡TIENEN QUE SABER QUE YO NO SABÍA LO QUE HACÍA! ¡QUE NO PENSÉ QUE SUFRIERAN TANTO CON MI PRESENCIA! ¡QUE LO QUE LES DABA A LAS DOS ERA MENOS DE LO MÍNIMO QUE SENTÍA QUE DEBÍA DE DARME A MÍ! ¡QUE YO NO SABÍA QUE SU MAYOR PENA ERA SOPORTARME TODOS LOS DÍAS! —se quejó con dolor. La muchacha frunció sutilmente el rostro entero al oír los lamentos de aquel hombre, pero el guía, al parecer, no sentía ni un poco de pena ante aquella pobre persona.

—¡No vengas aquí a recitarnos lo poco que apenas has aprendido! Quien debe tener sus errores siempre en cuenta para evitarlos eres tú. ¡Y mejor es que empieces a cruzar todo el sendero que te espera! Que tu periodo en la zona purgatoria, al parecer, será duradero —le comentó Volun al mártir, quien solo aceleró el paso y siguió hacia adelante, tambaleándose en cada paso que daba. Visto desde atrás, eran apreciables los profundos agujeros hechos por la carga que había llevado y que terminaban en sus mutilados huesos amarillentos, visibles también.

—¿Qué fue eso? —habló por fin la muchacha, atareada por lo que presenció.

—Un merodeador del dominio de Ego que se atrevió a dar el primer paso para salir de su propia zona de confort mental.

—¿Y... por qué lo trataste así?

—Debes de saber que los grandes egoístas como él suelen tener dificultades al seguir órdenes de alguien que no tiene su mismo nivel de verbo. Es por ello que siempre tienes que mostrarte igual o más segura que ellos al darles una orden. Más si dicha orden los conducirá hacia su propio bien. Además me he encontrado con ciegos de Ego que, incluso recién salidos de su dominio, se portan tan agresivos y recuperan tan rápido aquella característica que los trajo aquí, que el mismo Ego con toda su majestuosa, imponente y espectral presencia tiene que estirar su enorme y terrible mano derecha para llevárselos de vuelta —satisfizo su duda.

—¿Y ellos no tienen guía?

—Únicamente las personas destinadas a conocer todos los dominios desde fuera para presenciar la silenciosa inmundicia de los demás pueden tener un guía. Todos los demás deben de encontrar su camino por sí mismos a través de este abismo.

—¿Yo estoy destinada a eso? Es... es decir, ¿yo no tengo inmundicia?

—Todos la tenemos. Nadie, absolutamente nadie se salva de ella; al igual que muchas cosas aquí, es natural. Pero si estás aquí, ahora y conmigo, recorriendo todos los dominios por fuera es por algo. Pese a todo esto que te estoy diciendo, te espera un tiempo dentro de la Zona Purgatoria; ya dependerá de ti y tu inmundicia propia la longitud del periodo que pasarás ahí —detalló. Luego volteó a ver el rostro de la muchacha y opinó acerca de lo que halló en él—. ¡No pongas esa cara! Mira, es muy, muy diferente el ambiente de la Zona de Penitencia al de la Zona Purgatoria. Tú no vas a sufrir como los merodeadores de aquí, porque ese no es el objetivo de la Zona Purgatoria.

—¡Oye, qué...! —titubeó, preocupada de repente.

—¿Qué sucede?

—¡Se va a cruzar! ¡Dile algo, se va a cruzar hacia ahí ahora! ¡Dile algo! —pidió ella, consternada porque el tipo que tiempo atrás hubo salido del dominio de Ego atravesando aquel tortuoso puente, empezaba a poner los pies sobre otro amarillento, polvoso y, al parecer, largo puente.

—Es natural que las cosas funcionen así; no te preocupes por él. Mucha gente sale de un dominio únicamente para ir a otro, pero no podemos hacer nada; a fin de cuentas, como ya te había dicho, son ellos mismos quienes llegan hasta ahí —reveló, comenzando a caminar por el mismo camino que tomó el hombre de antes—. Ven, tienes que conocer ese dominio.

El Abismo de los CiegosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora