●𝗶𝗻𝗲𝗳𝗮𝗯𝗹𝗲●
❨𝘢𝘥𝘫𝘦𝘵𝘪𝘷𝘰❩
𝖺𝗅𝗀𝗈 𝗍𝖺𝗇 𝗂𝗇𝖼𝗋𝖾𝗂𝖻𝗅𝖾 𝗊𝗎𝖾 𝗇𝗈 𝗉𝗎𝖾𝖽𝖾 𝗌𝖾𝗋 𝖾𝗑𝗉𝗋𝖾𝗌𝖺𝖽𝗈 𝖾𝗇 𝗉𝖺𝗅𝖺𝖻𝗋𝖺𝗌
este fanfic se encuentra en stand-by; el proceso de corrección y reserialización del dicho empezarán en b...
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Sintió un escalofrío recorrerle todo el cuerpo de un momento a otro. Dejó el libro que estaba leyendo en una mesa cerca de donde se encontraba y miró hacia los lados, buscando que algo sucediera de repente. Siempre sabía que algo estaba a punto de ocurrir en cuanto tenía un escalofrío, era una especie de don, aunque prefería pensar que había alguna especie de ángel guardián vigilándole y cuidando de él constantemente. Aunque si lo pensaba bien, más que un don, lo que tenía eran presagios, que fueran buenos o malos dependía de la situación.
Algunos de las cosas que ocurrieron justo después de haber tenido algún escalofrío se quedaban grabadas en su mente, imposibles de borrar aunque lo deseare con todas sus fuerzas. Era cierto que había varios que jamás querría olvidar, momentos maravillosos que le hicieron alegrarse de no habérselos perdido; su decimonoveno cumpleaños era uno de ellos, no podía recordar del todo su celebración de ese año, pero no le hacia falta con tal de acordarse de lo bien que se sintió en aquel momento. Sin embargo, la mayoría de sus presagios habían sido malos hasta el momento: accidentes a personas cercanas a él, catástrofes naturales, decepciones personales... A pesar de que los buenos presagios estaban ahí y le ayudaban a vivir más tranquilo, daría lo que fuera por dejar de tenerlos, por poder sorprenderse cuando algo le ocurría, por dejar de esperar que algo terrible le sucediese a alguien a quien quería.
Cuando Crowley se marchó de su hogar la noche anterior tuvo un escalofrío, uno más siniestro que cualquier otro que hubiese tenido. El efecto del alcohol empezó a abandonar su cuerpo, el terror apoderándose de él con una gran rapidez, algo malo le iba a pasar a su amigo y no pudo evitar pensar en qué podría ocurrirle. Se sorprendió en cuanto su mente fue incapaz de concebir otra idea que no fuera su amigo sufriendo de una manera agonizante, casi como si estuviera siendo la víctima del más cruel de los castigos; podía ver como lágrimas recorrían las blancas mejillas del contrario, como se abrazaba a sí mismo buscando protegerse, como su cabello —en ese momento mucho más largo de como realmente lo tenía— parecía descuidado por el tiempo, como de sus labios salían sollozos que le desgarraban el alma tan solo de imaginarlos. Por mucho que quiso borrar esa idea de su mente, no pudo, estaba grabada con fuego en sus pensamientos; sin importar en qué intentara pensar, acababa volviendo a esa imagen.
La imagen de Crowley era tan vívida que llegó a pensar que no era algo que se había inventado su mente, sino que realmente le había visto tan vulnerable, hasta parecía poder escuchar sus lamentos como si estuviera a su lado. Durante toda la noche le estuvo acompañando la imagen de Crowley, siempre desconsolada, siempre oscura, siempre pidiendo ayuda de un modo silencioso. Lo único que era capaz de ver era un alma rota, perdida, alguien pidiendo a gritos que le liberaran de su sufrimientos cuanto antes; la imagen de Crowley parecía mezclarse con la suya propia en sus sueños, no sabía si el que estaba roto era su amigo o él mismo, no fue hasta que se despertó que pudo distinguir la realidad del sueño.
