inmarcesible

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𝗶𝗻𝗺𝗮𝗿𝗰𝗲𝘀𝗶𝗯𝗹𝗲
(𝘢𝘥𝘫𝘦𝘵𝘪𝘷𝘰)

𝗊𝗎𝖾 𝗇𝗈 𝗌𝖾 𝗉𝗎𝖾𝖽𝖾 𝗆𝖺𝗋𝖼𝗁𝗂𝗍𝖺𝗋

Entró en el edificio de la facultad y avanzó hasta las escaleras para, de repente, quedarse congelado

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Entró en el edificio de la facultad y avanzó hasta las escaleras para, de repente, quedarse congelado. Giró la cabeza en dirección al portón del final del pasillo, aquel por el cual había entrado. Ángel. Hacía tiempo que no llamaba a nadie de ese modo. Sacudió la cabeza, empezando a subir los escalones hacia el segundo piso; no quería seguir pensando, sabía que si continuaba acabaría pensando en él y no quería, no, no podía volver a dejar que volviera a sus pensamientos, no después de haber estado a punto de ahogarse en alcohol barato intentando borrar todo recuerdo existente que tenía de él.

Continuó caminando por la segunda planta del edificio, buscando la puerta que daba a su clase, a la cual llegaba ya cinco minutos tarde. Las paredes del pasillo eran blancas y había pocas puertas, por lo que las aulas debían ser bastante grandes. Miró uno por uno los números escritos en oro en las puertas de roble oscuro; 40, 41, 42, 43, 44. La puerta a su aula estaba un poco más alejada del resto, cualquiera podría olvidar el hecho de que estaba ahí si no fuera porque, de hecho, estaba ahí; la puerta era un poco más alta que las demás, un poco más oscura y las letras brillaban un poco más. Agarró el pomo dorado reluciente, al que parecía que le sacaban brillo cada hora, y se entró en la habitación.

El suelo era de madera, más claro que la puerta; las paredes seguían siendo blancas, aunque su color era bastante más oscuro que el de los pasillos, casi podría decirse que era un color beige o un crema muy sutil; había un pizarrón enorme, el clásico de tiza, y un gran escritorio delante, del mismo color que la puerta; los alumnos estaban sentados en las mesas, formando un semicírculo de lado a lado del aula, unos escalones separaban dos filas de mesas con tal de poder avanzar de arriba a abajo.

En los pasillos no se escuchaba nada, tan solo el silencio que dan a ofrecer las clases de historia universal de la literatura o de morfología y sintaxis avanzada —todavía se acordaba de morfología y sintaxis, cómo había odiado esas clases cuando aún era estudiante—; era como si en realidad no hubiera nadie en todo el edificio. Pero al acercarse al aula 44, al tener prácticamente la oreja pegada a la puerta, pudo escuchar el sonido de universitarios hablando animadamente, probablemente pensando que su profesor no vendría por el motivo que fuese. Sin embargo, en el momento en el cual abrió la puerta y puso un pie en el aula, escuchó lo mismo que en los pasillos: nada. Desde su lugar observó a un reducido grupo de alumnos —cosa extraña, teniendo en cuenta que el aula era bastante grande— que posaban sus ojos en él, sin emitir un solo sonido.

Empezó a caminar lentamente hasta el escritorio de madera, notando como los estudiantes le seguían con la mirada. Al llegar al escritorio, se apoyó en él de manera desinteresada y observó a los alumnos a través de sus gafas de sol. Dejó en la mesa el bolso que llevaba colgado —el cual se había olvidado que tenía— y sacó unos cuantos papeles que estaban sueltos en el caos que el bolso era. Los dejó en la mesa y volvió a mirar a los estudiantes. Dio un ligero golpe en la mesa y se incorporó.

inefable     「good omens」 (STAND-BY)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora