capítulo dos

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Sus labios hinchados por mis besos provocaban en mí ganas insasiables de volver a besarla con más fuerza que la vez anterior. Nuestras respiraciones sincronizadas parecían agitarse con solo tenernos cerca. Y yo, realmente, jamás pude llegar a imaginar lo que ella podía provocar. Jamás creí que Hinata hiciera de mí lo que soy en este momento, nunca creí que pudiera hacerme sentir estaa sensaciones tan... tan nuevas, tan... exquisitas.

—¿Qué estamos haciendo? —murmuró con una de sus manos sobre su boca cubriendo sus labios, la otra se encontraba sobre mi pecho, supongo para marcar un punto de distancia entre nosotros.

Estaba seguro que podía sentía los fuertes latidos de mi corazón.

—No lo sé... realmente no lo sé... —murmuré mientras envolvía uno de mis brazos alrededor de su cintura para pegarla más a mi cuerpo y sentirla cada vez más cerca si eso es posible. —Y aún así... no quiero detenerme —estaba consiente de que mi voz se estaba volviendo cada vez más ronca, más gruesa gracias a la situación y a la excitación que Hinata provocaba en mí. —¿Te molesta?

Hinata iba responderme, pero en cambio de eso soltó un fuerte suspiro cuando comencé a repartir besos por toda la extensión de su cuello con lentitud. Sonreí cuando sentí su cuerpo temblar bajo mi tacto, cuando mis manos inquietas fueron detrás de los botones se su blusa, los cuales comencé a desatar con cierta torpeza por la desesperación que comenzaba a sentir. Fui besando la piel que estaba libre de la prenda que tanto me estaba molestaba.

—O-Oye...

—¿Sí? —alcé la mirada y sonreí al ver su rostro sonrojado, su pecho subiendo y bajando rápidamente por aceleración. Sin dejar de observarla lamí y besé su estómago, bajando lentamente hasta su ombligo, mis manos inquietas llegaron hasta la pretina de su falda. — ¿Pasa algo? —pregunté, dejando mis manos quietas.

—¿Q-Qué e- qué v-vas a hacer? —balbucea.

—¿Yo? —alcé una ceja. —Nada —dije con tono inocente cuando solté su falda y esta cayó a sus pies. — Bueno... nada que no quieras, ni que no vaya a gustarte.

El rostro de Hinata era indescriptible pero me gustaba verla así, me gustaba saber de cierta forma que estaba así gracias a mí.

—Na-Naruto, no ha-hagas idioteces...

Paseé mis manos sobre sus muslos y relamí mis labios sintiéndome hambriento de pronto. Debo ser sincero, en mi vida jamás estuve en una situación así pero, aún así siento como si supiera muy bien lo que tengo que hacer de ahora en adelante y sólo para oír el disfrute de Hinata.

—¿Estás lista, preciosa? —ella tiembla una vez más. Yo no podía sentirme más ardiente, me estaba volviendo loco y aún no hacíamos nada. Sé que éste no era el lugar más adecuado para hacer este tipo de cosas, pero a mi cuerpo ansioso ya nada le importaba.

—N-Nos pueden ver, por dios... —susurró. Sabía que estaba avergonzada, quién sabe qué pasará con nosotros si alguien nos ve, y si no, quién sabe qué pasará con nosotros después de que esto acabe, pero no importa, me gusta la adrenalina. Aunque eso es algo que acabo de descubrir. —Naruto...

Le cerré la boca sin hacer demasiado, cuando pasé mi lengua por su ropa interior sus regaños y palabras apenas de oían, ahora solo eran pequeños chillidos que encendían mi sangre con cada segundo que transcurría, lo único que quería era escucharla.

—No nos van a ver, tranquila...  —murmuré levantandome y quedando a su altura, aunque yo soy más alto. — No te preocupes por eso, no vas a disfrutar si piensas en ello —dije inclinando mi cabeza hacia ella para besarla impidiendo que dijera algo más. Con una mano sostuve su cintura otra vez mientras que la otra la llevé hacia abajo bajando lentamente dejando un camino invisible sobre su cuerpo hasta llegar a su parte baja. La acaricié sintiendo sus suspiros bajo mis labios. Lentamente moví mi mano sintiendo como Hinata aferraba sus manos a mis brazos, aquello sin duda me hizo reaccionar. El bulto en mis pantalones se hacía cada vez más grande y molesto. Hinata se estremecía contra la pared donde la tenía acorrolada y mi cuerpo, del cuál no podría escaparse.

—S-Si nos ven... te juro que... te juro que... te mato, imbécil... —aw, es tan linda.

Hinata era capaz de amenazarme inlcuso estando en una situación como esta, estoy descubriendo lo mucho que  me encantaba oírla, sabiendo que no podría hacerme absolutamente nada mientras la tuviera entre mis brazos. Es sencillamente increíble como en cuestión de minutos me he descubierto lo mucho que me encanta.

Mi mano se movía cada vez más rápido por sobre la tela de su ropa interior, sentí como se humedecía, haciendo mis movimientos más fáciles, mientras Hinata se aferraba a mis hombros y a la pared, yo fue poco a poco metiendo mi mano dentro de su ropa, entrando en contacto directo con lo que es su feminidad.

Cuando mi dedo tocó ese punto dulce en ella Hinata soltó un gemido fuerte que resonó dentro del salón vacío donde ella y yo nos encontrábamos, Dios, verla así me dejaba realmente mal. Me daban ganas de hacerla gemir hasta que ya no lo quedara voz.

Comenzó a gemir mi nombre, como si a la vez no quisiera hacerlo.

—¿Quieres que me detenga? —susurré con malicia, viendo como sus ojos se abrían y me miraba. Sabía que trataba de lucir amenazante pero el sudor en su frente y el rojo fuerte en sus mejillas me decían todo lo contrario. Ella lo disfrutaba tanto como yo disfrutaba de tenerla así ante mí.

Su respiración irregular y sus apretones en mis hombros me hacían saber lo cerca que estaba del orgasmo, viendo sus ojos ya tan dilatados y sus mejillas rojas a más no poder hacían que mis ansias por ella crecieran a niveles que ni siquiera yo podía imaginar.

Sus manos fueron a mi cabello cuando su cuerpo comenzó a  retrarse, sus piernas perdían fuerzas. Sus brazos rodearon mi cuerpo con tanta fuerza y necesidad que quise hacerla mía ahí, en ese mismo instante.

Ninguno de los dos dijo nada después de que el climax había terminado. Ambos nos quedamos ahí, quietos sin saber o decir. Lo que acababa de suceder ahora no fue algo que se me haya pasado por la mente algún día o en algún momento.

Acabábamos de...

Dios.

Mis brazos estaban a cada lado de su cabeza, Hinata estaba en silencio pero aún podía ver el color rojizo de su rostro, tenía el cabello pegado por el sudor y la ropa un poco más arreglada que hace un momento atrás, su respiración continuaba irregular, y yo... Yo no podía creer lo que acabábamos de hacer. Me gustó, que va, me encantó. Pero...

Hinata termina de arreglar su atuendo, luego su cabello y finalmente se lanza aire con ambas manos.

—No sé que pasó aquí. Pero no quiero que hablemos del tema nunca más, es más, ni siquiera quiero que te acerques a mí. Yo por mi parte tampoco. Ya sabes Naruto, esto no sucedió.

Me hizo a un lado empujandome, yo iba a ir detrás de ella pero me quede ahí parado sin procesar del todo la situación, mi lado pervertido me había abandonado y ahora estaba yo nuevamente, sin saber que hacer, ni que decir.

Odio y Lujuria [NaruHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora