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Martes; 3:00 a.m.

Di una vuelta en la cama hacia la derecha. Luego, otra hacia la izquierda. Para finalmente quedar mirando al techo.

En eso se basaban las últimas noches: dar vueltas en la cama esperando a que el sueño llegara. Y obviamente no lo hacía.

Saqué su mano de mi pecho con cuidado y me vestí. Antes de salir de casa, dejé un beso en su frente y observé su perfil. Era realmente guapa. Arropándola con cuidado, salí de la habitación intentando no hacer ruido.

Doblé la esquina y llegué a la familiar máquina veinticuatro horas.

Ojalá llegara el día en el que se me antojaran unas patatas y no tabaco.

Sacando el paquete y dejando otro euro de mi cartera en la máquina, avancé hacia la plaza dónde estuve ayer con Azucena.

—Pensé que no venías.— murmuró detrás de mí, soltando el humo a un lado.

—Bueno, pensé que no estabas— contesté prendiendo mi cigarro.— ¿Cuánto tiempo llevabas?— pregunté sentándonos en un banco.

Zu solo me enseñó el interior de su paquete. Quedaban tres.

—¿Estabas ocupado?— afirmó más bien, tirando el papel al suelo y apagándolo con la suela de sus botas.

—Estaba con Bea— respondí, ella ya la conocía, aunque fuera solo por fotos.

Ella asintió y nos quedamos en silencio.

[...]

5:30 a.m.

—Ya es tarde— habló observando su reloj. —Deberías irte, o a tu novia no le gustará.—

Me revolví en el banco, llevábamos ahí dos horas a poco sin levantarnos. Solo nos habíamos movido para buscar una forma cómoda de caber los dos en el banco; pero sin duda me gustó más cuando apoyé mi cabeza en sus piernas y ella me acarició.

Juraba que podría haber conciliado el sueño así.

—No es mi novia— sentí mi estómago encogerse.

—¿Sois solo un polvo?—

Esta vez, inconscientemente, fue mi cabeza la que le dio la razón; pues yo quería que Bea y yo fuéramos algo más aunque no quería reconocer que ella no sentía lo mismo.

Solo permanecí en silencio volviéndome a acostar en sus piernas, y ella volviendo a dirigir sus manos a mi cabello.

—Perdón— murmuró.

—Da igual— respondí en el mismo nivel de voz.

De reojo miré para arriba y la vi poniendo una mueca de desaprobación, con los labios y el ceño fruncidos.

Entonces se dio cuenta de que la miraba.

Aparté mis ojos de ella y recé por desaparecer. Al menos un rato.

—La gente es muy hija de puta—pareció que habló al viento, agitando su melena. —No quieren que haya nada más, pero tampoco quieren que no haya nada— desvió sus ojos cristalinos al suelo. —Solo quieren tener a alguien detrás para presumir de tenerlo... y para luego usarte como quieren.—

Me acomodé y la miré mejor. Ni siquiera tenía la mirada en algo; la tenía perdida. Perdida pidiendo ayuda.
Una para limpiar sus lágrimas, que caían incontrolablemente de sus ojos.

Lamentablemente, esa ayuda no se la podía dar.

Permanecí en silencio observándola.

Ella tampoco podía ayudarse, porque no se limpiaba lo salado.

—Dios, no me mires.— escondió su cara en sus rodillas, dejando que el pelo cayera alrededor de ella.

No la hice caso.

—¿Das por supuesto que todos buscan lo mismo?— pregunté.

Sin levantar la cabeza, habló.

—Claro que no— se limpió los ojos para mirarme. —Hay gente buena, muy buena, pero hay más gente mala. Por eso, cuando encontramos a alguien bueno, no lo creemos y le acabamos volviendo malo. Es simple, pero demasiado doloroso.— volvió a agachar la cabeza.

Miré mi reloj.

—Lo siento. Tengo que irme.— susurré levantándome.

—Adiós.— me despidió fría, como siempre.

Me alejé de ella antes de volverme loco.

Porque, y si tenía razón.

Y si los que nos creemos buenos, somos malos.

Y si todo está invertido.

Y si ya estoy delirando.









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✿𝓜𝓸𝓸𝓷𝓯𝓵𝓸𝔀𝓮𝓻✿ 《✔️》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora