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Viernes; 2:30 p.m.

Narra Azucena.

Recogí mis lápices rápidamente para irme cuanto antes del instituto. Lo odiaba, a él y a la gente que había. Sobretodo a Bea y a Víctor, el chico de ayer.

—Hombre, Azucena.— sonó su voz irritante detrás de mí, pero no estaba sola.

Rezando por que todo saliera bien, me giré cuidadosamente. También estaba Víctor.

Me mantuve en silencio, mirándolos a los dos.

—¿Qué pasa?— murmuré, con miedo a la respuesta, para volverme y seguir guardando mis cosas.

—Lo sabes muy bien.— pronunció, perdiendo los estribos.

Me encogí de hombros.

—Te ves con mi novio. Y os dejé claro que no lo hiciérais.— dijo cogiendo mi muñeca y retorciéndola entre sus manos.

Ignorando el dolor, respondí.

—Si me veo con él no es para ponerte los cuernos, al contrario que tú, que se los pones con Víctor y con cualquiera.— solté su agarre de una fuerte sacudida. —Encima tienes el descaro de llamarte su novia.— gruñí dejando mi mochila en un asa, sobre mi hombro.

Ella salió de la clase, apretando los puños. Miré al otro.

—¿Qué quieres?— volví a preguntar, brusca.

Víctor y yo éramos buenos amigos, hasta que empezó a juntarse con Bea, y temo que le pase lo mismo a Valentín.

—¿No has cambiado de opinión?— se acercó a mí, mordiendo su labio.

Hace un tiempo, antes de conocer a Valen, me pidió que tuviéramos algo pero le rechacé. Por eso ahora me insulta.

Puse una mueca de asco y solté su agarre en mi cintura.

—No.— respondí, encaminada a salir del aula.

Él me siguió.

—¿Por qué has cambiado tanto?— le pregunté con desaprobación.

Él dejó su faceta de chico malo y me respondió tranquilo.

—Todos cambiamos.— citó, aunque lo había oído varias veces. —Y supongo que yo para mal. Lo siento Azu.— se entristeció. Solo él me llamaba Azu.

Asentí y me despedí de él.

Como cambia todo y todos en un abrir y cerrar de ojos.

[...]

3:02 p.m.

Llamé a la puerta, esperando que no estuvieran.

—Hola.— saludó mi madre, haciéndose a un lado para dejarme pasar.

Ni siquiera un beso o abrazo.

Dejé mi mochila en el sillón y me preparé mentalmente para la comida familiar que íbamos a tener.

Desabroché mi cazadora y bajé la incómoda falda que nos hacían llevar en el instituto, que formaba parte del uniforme. Me senté en la mesa junto a mi hermano, enfrente estaban nuestros padres.

—¿Qué tal el instituto?— preguntó mi padre, masticando su plato de espaguetis.

—Bien.— murmuré, bajando la mirada.

—¿Bien?— contradijo mi madre. — Azucena, cincos y seises no son buenas notas.— dijo en tono firme, con el que yo temblé.

Me mantuve en silencio. Esta vez no iba a discutir, solo había venido a comer e irme.

—¿Ya no hablas?— volvió a insistir.

—Déjalo ir.— respondí en tono suave.

—Así está tu vida, déjalo ir, déjalo ir— me imitó. —y te hundes en la nada porque ni trabajas, ni estudias, ni das una buena imagen.—

Abrí la boca ante la dureza de sus palabras, intentando no llorar frente a ella.

—¿Una buena imagen? Eso es lo que menos me importa.— respondí.

Mis padres estaban en un círculo lleno de hipocresía y caras bonitas. Y lo odiaba también.

—Se nota. Ese pelo no te favorece nada y la camisa menos. Aparte, ese tatuaje en el cuello es horrendo.— empezó mi madre.

Me helé. El tatuaje me lo hice por mi familia, por ellos, y la parecía horrendo.

—No sé por qué he venido, si soy una vergüenza para todos.— salí de la silla, buscando mi mochila para irme.

Ninguno hizo nada para que me quedara, y eso sí dolía como el infierno.














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✿𝓜𝓸𝓸𝓷𝓯𝓵𝓸𝔀𝓮𝓻✿ 《✔️》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora