✿𝓜𝓸𝓸𝓷𝓯𝓵𝓸𝔀𝓮𝓻✿ 《✔️》

9.

Martes; 3:24 a.m.

—Que te jodan.— dijo Zu nada más verme, intentando apartarme de ella poniendo su mano en mi pecho.

La había cagado bien.

Una hora antes.

Fui a la máquina de siempre, esta vez a por patatas fritas. Al fin había dejado de fumar, y se sentía tan bien.

Abrí el paquete. Fue lo único que se escuchó en toda la plaza, mientras iba al banco a esperarla.

Esta vez no a Zu.

—Hola.— murmuró vergonzosa, poniendo un mechón de pelo tras su oreja y mirando al suelo.

Me levanté hacia ella, mirándola con ternura.

—Hola Bea.— respondí.

No estábamos acostumbrados a vernos tan tarde, y menos en la plaza en vez de en una cama.

—Lo siento.— habló de repente, levantando sus ojos hacia mí. —Te hice mierda, y de verdad, me arrepiento demasiado. Perdóname, no sé qué haría sin ti.— dijo abrazándome, obligándome indirectamente a devolverle el abrazo, así que la acuné entre mis brazos.

Su pelo olía demasiado bien.

—No pasa nada.— respondí, ignorando todas las noches en las que lloré por ella. Las recordaba perfectamente.

Se hizo un silencio. Yo solo rogaba por que no viniera Azucena y nos viera.

—Te quiero.— susurró apoyada en mi pecho, sin mirarme.

Iba a explotar de felicidad.

—Yo también.— me separé para cortar la distancia entre nosotros.

Pero no se sentía como lo imaginé. Aún teniendo lo que quise, me sentía incompleto.

De nuevo tú, Zu.

Tras de mí se oyó un grito ahogado.

Mis pesadillas se hicieron realidad.

—Q... Que— trató de pronunciar Azucena. —Que haces.— dijo con un hilito de voz.

Parecía que si pronunciaba más alto se rompería.

—Yo...— intenté decir algo.

—Solo nos estamos besando.— dijo Bea, que ahora se encontraba delante de mí.

No iba a salir bien.

—Ya, y ahora, ¿Qué haces tú con él?— pregunto de nuevo, tras tragar saliva.

Conociéndola, el enfado empezaba a invadirla.

—Chica de verdad, ¿no tienes vida?— respondió Bea mosqueada, buscando mi mano para entrelazarlas. Sin embargo las mantuve en los bolsillos.

—¿No tienes otro juguete con el que divertirte?— contraatacó Zu, echándose un paso para adelante y erguiéndose sobre ella. Era más alta. —No sé, alguien que te dé una lección de lo que tú le haces a la gente para que espabiles.— terminó de decir, mirando un segundo hacia mí.

Hice una mueca. Se estaba pasando con ella, además, ¿juguete yo?

—Hija de puta.— exclamó Bea, abalanzándose hacia la otra.

Me puse en medio, agarrando a Zu.

—Dejadlo ya.— sentencié agarrándola las muñecas.

Bea solo trataba de calmarse, pero Zu empezó a temblar debajo de mí.

—Zu...— susurré solo para ella, intentando calmarla.

—Que te jodan.— respondió alejándose de mí, y poniéndose enfrente de nosotros dos. —No digas que no te lo dije,— amenazó señalándome, mientras de sus ojos salían lágrimas de impotencia. —Enserio, no lo hagas, porque luego vas a querer apoyo cuando ni tú mismo evitas el daño.— soltó un sollozo y se mordió el labio, callándose a sí misma.

Agárrala y dila que todo va a salir bien.

—Y por cierto, espero que el banco fuera tan cómodo como para dejarme plantada ayer.— se limpió la cara, dejando sus lágrimas esparcidas por ella, mirándome.

—Perdón.— murmuré, bajando la mirada. Verla así me hacía mal.

—No lo sientas.— dijo, mirándome a mí y luego a ella, con una mueca, para luego irse.

Oí su corazón romperse desde lejos. O era el mío, tras sentir el dolor que llevaba dentro.

Cuando se fue, Bea habló.

—¿Significa que te veías con ella estando conmigo?— preguntó girándose a verme.

—No estábamos juntos.— respondí molesto. —Y solo hablábamos.—

—¿De mí?— cuestionó a la vez que rodé los ojos.

—Qué importa.—

—Cierto.— hizo un mohín con los labios, pensando. —No quiero que te veas con ella, te hace mal.— me miró rogando.

Abrí mi boca del sobresalto.

Zu era la que más me ayudaba, no la iba a dejar de ver por nadie, ni siquiera por Bea.

—Enserio te lo digo.— habló monótona.

Asentí con la cabeza, agarrando su mano y caminando hacia su casa.

Necesitaba olvidarme de todo por un rato.

La necesitaba a ella, pero no estaba.

Bea, no te igualabas.

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