7.

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Domingo; 2:30 a.m.

Esbocé una sonrisa al verla sentada en el banco de siempre. Estaba tan tranquila que con solo verla podías pensar que era la paz personificada.

—Hola.— saludé, sentándome a su lado.

Giró levemente su cabeza y levantó el mentón, en forma de saludo.

—Últimamente te me adelantas.— comenté, intentando sacar algún tema de conversación.

Y era así, también estaba fumando.

Suspiró después de fumar y me miró fijamente.

—¿Algún día va a acabar esto?— preguntó, aguándose sus ojos.

—¿El insomnio?— respondí dudoso.

—Todo.— sentenció, dejándose caer en el banco.

Mordí mi labio descuidado y la hice recostarse en mi pecho.

—¿Qué pasa?— pregunté envolviéndola con mis brazos.

Me lo correspondió abrazando mi cintura y escondiendo su cabeza en mí.

—Mis padres.— confesó sin mirarme.

Me quedé callado.

—Supongo que tú te llevarás bien con ellos, ¿no?— me preguntó, mirando para arriba.

Tragué saliva nervioso.

—Sí.— murmuré, haciendo que ella suspirara todavía más derrotada.

—No lo entiendo. Simplemente es eso.— se encogió de hombros como pudo.

Puse cara de confusión. ¿De qué hablaba?

—El viernes me dieron un examen y saqué un ocho.— dijo tras acomodarse bien en el banco.

—Pero eso es bueno.— dije mirándola.

—Sí, es muy buena nota respecto a mí, que siempre saco seises o cincos.— sacó otro cigarro, esta vez con las manos temblando.

—¿Entonces?—

—Mis padres ni siquiera me felicitaron por la nota.— se mantuvo en silencio.

Aprecié que empezó una suave brisa al ver su cabello moverse.

—A veces estaría bien un "Felicidades hija", no "es lo que tienes que hacer". Ellos piensan que tengo la mejor vida porque mi única preocupación es estudiar, pero no es así. A veces pienso que no les importo, y que si lo hago sería lo más mínimo. O que finjo bien, porque no se dan cuenta de nada de lo que me pasa. Ni siquiera un "Qué tal tú día".— terminó, intentando ignorar el tembleque de su mandíbula inferior.

Sin dudarlo la abracé, sintiendo un sollozo agudo de su parte, que intentó parar, pero que se convirtió en llanto.

—Tranquila.— pasé una mano por su pelo, con mi mandíbula apoyada en su cabeza.

Se separó de mí y me miró a los ojos.

Se me cayó el estómago al suelo.

—También discutimos.— añadió. —Casi todos los días. Pero pienso que es por mí, y probablemente lo sea.— se convenció.

Recordé que yo también tuve esa etapa, y fue Bea la que me ayudó a dejar de pensar que el problema era yo.

—Discutimos por cosas mínimas; me suelo olvidar de guardar las zapatillas en el cajón.— hizo una mueca parecida a una sonrisa, mientras las lágrimas mojaban sus mejillas. —Y otras veces porque no les hago caso, y está bien, en eso les doy la razón.— dijo poniendo su pelo en un moño despeinado, que le quedaba realmente bien.

—¿No vives con tu hermano?— pregunté acordándome de lo poco que ocurrió anoche.

—Sí, pero tuvimos una cena familiar donde básicamente me pusieron a parir.— mordió su labio, intentando no sollozar.

No sabía que hacer. Los padres eran un tema delicado.

—Siento que no soy lo que ellos quieren que sea.— concluyó abrazándose a mí mientras oíamos a un coche pasar.

Y esta vez sí la limpié las lágrimas.

















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✿𝓜𝓸𝓸𝓷𝓯𝓵𝓸𝔀𝓮𝓻✿ 《✔️》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora