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Miércoles; 5:47 p.m.

Abrí la puerta a Eduardo, dejándolo poner su mochila en el sillón.

—He visto a Azucena.— dijo prendiendo la tele, haciéndose el desentendido.

Él sabía lo que pasó.

—¿Y bien?— pregunté interesado.

—No he hablado con ella, pero tenía unas ojeras enormes e iba fumando.— me respondió, navegando entre los canales.

Apreté mis labios en una línea fina. Necesitaba verla.

—No dejes que se vaya, hay demasiados detrás de ella y sin embargo te eligió a ti.— me miró, peinando su tupé hacia arriba. —La haces bien, y ella a ti. ¿Hace lo mismo Bea?— preguntó sugestivo.

No.

—Edu... Es mi novia.— contesté medio indeciso.

Se encogió de hombros y puso las manos en alto.

—Solo decía, no voy a insistir, pero no dejes que se vaya a la mierda por ella. Más de lo que ya se ha ido.— se corrigió en alto.

Asentí, convenciéndome a mí mismo.

—Lo siento, voy a ir a verla.— dije agarrando mi cazadora del perchero.

Él se rió, asintiendo igual.

—Y no te comportes como un idiota.— gritó desde el sofá, viendo cómo yo cerraba la puerta tras irme.

Zu, eras demasiado para tan poco.

[...]

6:01 p.m.

Llamé al timbre después de decidirme.

—¡Voy yo!— se oyó tras la puerta la voz de Azucena, y acto seguido pasos.

¿Me quedo o me echo a correr? ¿Me quedo o...

Me echo a correr.

¿A qué has venido?— preguntó ella.

Ya era demasiado tarde para correr, así que suspiré y saqué valor.

—Bueno, me basta con que hayas abierto.— me sinceré, esbozando una ligera sonrisa.

—Ah... Ok.— cerró la puerta en mi cara.

—Zu.— golpeé la puerta, pues sabía que ella estaba tras ella.

—¿Qué quieres? Ya te he abierto.— me la imaginé encogiéndose de hombros.

Me senté en el suelo, apoyándome en la puerta. Esperaba que no apareciera algún vecino, pero la última que esperé que algo no pasara, pasó.

—Zu, vengo a hablar.— dije abatido. Al menos podía decir que lo había intentado.

Me levanté porque tras la puerta no se oyó nada. Si yo estuviera en su lugar ni me habría abierto. Me dirigí al ascensor, no iba a bajar cuatro pisos.

—Pasa.— dijo ella, escondiéndose detrás de la puerta.

Tragué saliva y agradecí.

No sabía que iba a pasar, pues pensé que ni la oportunidad me daría.

[...]

11:28 p.m.

—Así que... No podemos vernos.— murmuró para ella. Asentí. —Pero estás aquí.— me miro después, cuestionando.

Me senté en el filo de la cama, y acto seguido vino ella junto a mí.

—Sí... Pero sudo de eso.— me encogí de hombros.

Puso su pelo en una coleta y busco palabras.

—Pero ella...— empezó, callando para no empezar otra discusión.

—Ella no puede decidir sobre mí.— acabé por Azucena, que dudaba si tocar el tema o no.

Soltó un suspiro, relajando sus hombros.

—¿Entonces nos veremos?— preguntó curiosa, posando su vista en mí.

No tardé en responder.

—Obvio. Pero tendrá que ser a escondidas.— ella bajó su mirada. Sabía que algo de todo la incomodaba. —Hey, no será difícil, ella no tiene insomnio.— pasé mi mano por su espalda, reconfortante.

—Está bien.— forzó una sonrisa.

Se oyeron pasos al otro lado de su cuarto, y ella se levantó hacia la puerta.

—¿Vais a cenar o...— dijo su hermano, analizándome de arriba abajo.

Me revolví incómodo, oliendo ahora el varonil perfume que impregnó la habitación.

—Sí, ya vamos, ve a dormir si quieres.— respondió Azucena, obteniendo un asentimiento.

Cerró la puerta, no sin antes mirarme con una mueca y una mirada amenazante.

—Solo quiere que no me pase nada.— justificó a su hermano, sintiendo cómo el colchón se hundía a mi lado por ella.

—¿Ya te ha pasado algo?— pregunté, admirando sus ojos titubeantes.

—Sí.— respondió seca.

Azucena, si supieras lo mucho que quería ayudarte...













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✿𝓜𝓸𝓸𝓷𝓯𝓵𝓸𝔀𝓮𝓻✿ 《✔️》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora