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Jueves; 8:30 p.m.

Llamé a su casa con las manos temblando.

Algo dentro de mí esperaba que no abriera y así, poder salir corriendo y olvidarme de todo.

Pero no fue así.

—Valentín.— se sorprendió Bea, apartándose a un lado para dejarme pasar a su casa.

Por lo que parecía estaba sola.

—He venido a hablar.— me giré, dándole la espalda y mirando el salón.

—Sí, creo que lo necesitamos.— agregó ella, para luego abrazarse a mí.

Iba a ser una tarde larga.

[...]

0:00 a.m.

Me acosté como el otro día en sus piernas, con una sonrisa tonta mirando al cielo estrellado.

Ella suspiró y jugó con mi pelo.

—Zu, de verdad, no sabes lo feliz que estoy.— murmuré mirándola a ella, que solo me aguantaba la mirada con una mueca.

—¿Habéis acabado en sexo?— preguntó de la nada.

Confuso, respondí.

—Sí, ¿por?— cerré los ojos, disfrutando de sus caricias.

—Valen, abre los ojos.— ignoró mi pregunta.

Abriendo solo uno, la miré a ella, que miró para otro lado para sonreír.

—No eso.— calmó su sonrisa. —Me refiero de forma metafórica. Ya sabes, abrir los ojos, darse cuenta de algo...—

—Ah.— emití, aclarando mi garganta.

—Valen, te lo digo en serio, esa chica no te hace bien.— enarcó sus cejas lastimosamente.

—No la conoces.— la contradecí.

Bea me prometió que intentaríamos algo más adelante, pero que de momento solo quedaríamos para sexo.

—Por lo que me dices, la conozco más de lo que me gustaría.— dijo sacando su familiar cigarro. —Además, te está cambiando, ya no fumas.— lo prendió, soltando el humo que se perdía entre la niebla.

—Ese cambio es bueno.— retruqué, levantándome de sus piernas y sentándome.

—Yo no te hice cambiar, pero... ¿ella sí?  — preguntó sugestiva.

Estaba empezando a molestarme. Porque yo no quería reconocerlo, pero tenía razón.

—Tal vez sí me importa lo que ella dice. — solté sin pensar.

Zu solo puso una mueca y negó con la cabeza, repetidas veces.

—Podrías habértelo ahorrado.— se levantó del banco, cogiendo su chaqueta y poniéndosela por encima de la camiseta que traía.

Solo permanecí en silencio.

Prácticamente, mandé a la mierda a la única persona que me escuchaba con seriedad. Ya que ni mis padres ni mis amigos, ni siquiera Bea, lo hacían.

—Ah, y olvida lo de ayer.— hizo referencia a su borrachera.

—¿Lo de que era por mí?— recalqué para incordiarla.

Me miró mal y tiró el cigarro al suelo, pisándolo fuertemente con su zapatilla.

—Sí, eso.— tensó su mandíbula. —No sabía lo que decía.— se encogió de hombros, dándose la vuelta para irse.

—Dicen que los borrachos nunca mienten.— le hablé más alto, levantándome del banco para ir tras ella.

—Entonces emborracha a Bea, a ver qué te dice.—

Y sí, me dio donde más dolía.









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✿𝓜𝓸𝓸𝓷𝓯𝓵𝓸𝔀𝓮𝓻✿ 《✔️》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora