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Domingo; 2:21 a.m.

—Olvídate de lo de anoche.— dijo Azucena nada más verme.

Negué rotundamente, aunque sí quería, porque poner los cuernos no era lo mío.

—Azucena.— avisé, exigiéndola mantener la calma.

Nos sentamos en el banco, teníamos mucho de lo que hablar.

—Lo de ayer estuvo muy mal.— dijo mirándome. Asentí.

—Pero se sentía muy bien.— pronuncié, asintiendo ella colorada.

—Fue un error, ¿sí? Por mi culpa le has puesto los cuernos a Bea aun sabiendo lo mucho que la quieres... Yo solo... Lo siento, al final va a ser verdad que soy una mala influenc...— la corté.

—No. No eres mala influencia, solo me has abierto los ojos.— la corregí, soltando un largo suspiro que me contuve desde ayer.

—Poner los cuernos no es abrir los ojos. — rodó los ojos ella, llevando sus manos a su cara para pasarlas por ella.

Me revolví incómodo en el banco, sintiendo un suspiro por parte de ella. Sé que la atormentaba tanto como a mí.

—Descubrí que Bea me ponía los cuernos con medio barrio.— intenté decir gracioso, aunque ella me miró lastimosa. —Dentro de lo que cabe no estuvo tan mal.— quise subirle el ánimo.

—¿Has hablado con ella?— preguntó acercándose a mí.

—Sí. Lo hemos dejado.— dije mirándola. —Bueno, más bien la he dejado yo, pero dirá que me dejó ella para no quedar mal.—

—Queda más patética aún.— añadió Zu, sonriendo.

Asentí, acompañando su sonrisa con la mía.

—¿Eso es que nos podemos ver sin escondernos?— brillaron sus ojos con esperanza.

—Sí.— admiré su color marrón, que lucía más vivo con la luz de la luna.

—También es que podemos hacerlo cuando queramos.— añadí, queriendo causar el rojo en sus mejillas, y consiguéndolo.

Golpeó suave mi brazo y se agarró a él abrazándome.

—¿Qué me has hecho?— preguntó oliendo en mi cuello y causándome corrientes eléctricas.

—Dímelo a mí.— devolví, mordiendo mi labio.

Realmente mi vida cambió demasiado desde que la conocí. Me ayudó con Bea, la ayudé con sus problemas y sus padres y nos ayudamos en el amor. Antes solo era venir a fumar, y aunque ya ninguno lo hagamos, ese fue el comienzo de todo.

—Lo nuestro se ha basado en horas.— pronunció dejándome helado.

Y era verdad, pero sonaba tan mal.

Asentí.

—¿Por qué no enseñas tus tatuajes?— la pregunté, pasando mi mano por su espalda donde había algunos.

Se sentó bien en el banco para luego cruzar las piernas.

—Dejando de lado los complejos que tengo como para ir enseñando la espalda y demás... A mis padres no les gustan, y ellos eran lo más importante para mí, así que si a ellos no les gustaban a los demás menos.— se encogió de hombros. —O eso pensaba.— añadió.

—¿Pensabas?—

—Sí, pensaba. Luego viniste tú a decir que te molaban, porque los demás no se habían ni fijado.— me miró.

La besé. No iba a dejar que más gente la hiciera daño, y si no estaba su familia para impedirlo, estaría yo para ella.

—Pero los tatuajes son arte.— dije después de separarnos.

—Para algunos sí, para otros significan que eres mala persona.— me encantaba oírla hablar con tanta coherencia.

Nos levantamos del banco y paseamos por la plaza. Agarré su mano y no se negó.
















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Penúltimo capítulo (un poco shit, pero no sé como ir cerrando la historia).

✿𝓜𝓸𝓸𝓷𝓯𝓵𝓸𝔀𝓮𝓻✿ 《✔️》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora