V

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Harry insistía en que era una persona ya grande, el pagaba el alquiler de su departamento, el ganaba su propio dinero, él era responsable, y no era un ser extraño sino un ser humano, y como todos los demás habitantes de Italia, el podía salir a caminar cuando quisiese. Cada que quería salir de casa era la misma discusión con su madre, ella insistía en que le acompañaba o que fuera Lucas con él, pero uno, no quería que ella fuera, ella tenía cosas que hacer, tenía su empleo y justamente ahora la estaba atrasando, segundo, Lucas tenía su vida, tenía sus amoríos, tenía su empleo, y tenis un sobrino por el cual cuidar medio día y tres, a dónde se iba a dirigir quería ir sólo.

Finalmente, después de veinte minutos logró convencer a su madre y mandarla al trabajo tranquila, no pasaría nada, él ha vivido ahí, conoce a la gente y la gente lo conoce a él, y no precisamente por ser artista, sino por ser hijo de la dueña de una de las mejores panaderías de Milán, tomó su dinero, se colocó su chamarra, su bastón y colocó sus gafas para salir.

El camino del edificio era fácil, diez pasos y doblas a la derecha, siete más y llegas al ascensor, de ahí serían veintidós para la puerta, y después a la izquierda en la calle para ir nuevamente a aquella librería.

En el camino el iba tocando el suelo con el bastón para saber si había algún escalón, algún bache o un objeto o persona en su trayectoria, él iba tranquilo, Milán era una ciudad tranquila, la gente era tranquila. Era un sitio perfecto.

Su nariz percibió el aroma de diversas flores, se detuvo y extendió su mano si tiendo los pétalos grandes y pequeños, los puntiagudos y los circulares, y pequeños punzantes en sus dedos.

-¿Deseas llevar algunas, cariño?- la voz de la dueña de la florería le conocía, atenta se acerca a él y le toca el brazo para que supiera donde estaba.- ¿Jazmines cómo siempre?-Harry niega.

-Rosas, señora Johnson, por favor.- muerde su labio nervioso, no sabría cuales escoger.

-¿Te parecen unas que ya estén abriendo o las quieres en botón?

-No no, que estén abriendo, las más bonitas que tengas. Y sin espinas, por favor.- la señora asiente y le da una mezcla de rosas rojas y blancas. Brillantes, completas, grandes y con unos cuantos botones para que le duren.

-Aquí tienes Harry.- le coloca el ramo en la mano, ya arreglado como ella costumbra darlos, él le da unos billetes sin saber cuánto da y la señora le devuelve unos junto a unas monedas.-Está bien, te di cambio-.

-Muchas gracias.- le sonríe, la señora se despide de él y continúa su trayecto sin perderse, sabía que a unos cuantos metros estaría un restaurante, y efectivamente, al pasar por ahí el olor de la comida le inundó.

Un par de chicos caminaban tras de él siguiéndole los pasos, eran discretos pues nadie había sospechado nada, pero al verle la billetera cargada de dinero desde que pagó en la florería, no le perdieron el rastro.

Él seguía caminando por el camino libre, hasta que su bastón chocó con algo, o mejor dicho alguien.

-Disculpe.- se limita a decir y da un paso a su derecha pero el bastón le es arrebatado de las manos.

-Hagamos un trago, "amigo". Tú me das tu dinero y yo te doy este palo.- Harry frunce un ceño y se detiene de la pared extendiendo su mano.

-Devuélvemelo.

-¿Acaso no escuchaste? ¿Aparte de ciego sordo? El dinero, muñequito.- dos tipos más se le colocan detrás y le empujan haciendo que cayera.

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"Marmo Stellato". [TERMINADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora