III
Gara permaneció en silencio unos instantes, quizás rememorando ese pasado lejano, arrepentida de sus acciones, o quizás simplemente recordando a aquella revoltosa hermana pequeña a la que perdió, mientras Elsa respetaba su silencio, el cuadernillo de notas sobre la mesa, emborronado por los matices del inicio de esa historia que debía desenredar. Un suspiro cansado escapó de los labios de la anciana, mientras cerraba los ojos con una tímida sonrisa en el rostro, sus recuerdos le hacían compañía y recordar a Irene era gratificante para su alma.
Elsa ojeó el reloj, pronto iban a dar las ocho y no tenía mucho tiempo, quizás debía volver al día siguiente y dejar que la anciana señora Espinoza descansara.
-Podemos dejarlo aquí si lo desea... No quisiera importunarla.
-No terminé de contarle la historia...
-¿Entonces Irene viajó a Sevilla?
-De ninguna manera, ese habría sido el final y no el principio...
Madrid, 1934
Había caído la noche, la discusión entre Irene y sus padres se había alargado hasta la hora de la cena, la joven morena se negaba en rotundo a casarse, a marcharse a Sevilla, no comprendía por qué sus padres pretendían obligarla y miraba a Gara con odio enfermizo por haber descubierto su secreto de esa manera, obligándola a separarse de su chica.
Finalmente, Augusto zanjó el tema con una amenaza, no le gustaba llegar a esos extremos pero la reputación de su apellido y la vida de su hija le importaban demasiado como para dejar que esta vez Irene se saliera con la suya. O se marchaba a Sevilla o pasaría el resto de sus días recluida en un convento. En ese instante Irene guardó el silencio, conocía a su padre y sabía que estaba hablando completamente en serio, era inútil discutir.
La joven no era tonta, jamás lo fue, desde el primer beso robado con una mujer supo que para el resto del mundo no estaban haciendo lo correcto, que las mujeres no se enamoran entre sí, su lugar en el mundo es junto a un hombre, dando a luz a sus hijos, el amor solo estaba hecho para leerlo en los libros, no para disfrutarlo en la vida real, mas era su vida y nadie iba a decidir por ella, ni siquiera su padre.
Durante la cena permaneció en silencio, hecho que para Rebeca y Augusto significó su sumisión a sus deseos por lo que suspiraron aliviados. No le pasó desapercibido el detalle de que Ione no estaba sirviendo como de costumbre, esperaba que no la hubiesen echado aun, no sin por lo menos despedirse... Sabía que su padre jamás haría algo así y menos su madre, habían sido duros con ella pero no tratarían a la joven sirvienta como basura, no estaba en su carácter, seguramente le habrían prohibido acercarse a ella e Ione, siempre obediente, hizo caso a las órdenes de sus señores.
Cuando por fin se retiraron, esperó impaciente a la madrugada, la casa entera estaba en calma, ni un solo sonido que no fuese el de la brisa o la naturaleza podía distinguirse, ni siquiera sus leves pasos, de puntillas en el suelo. No se atrevió a coger luz, iba a tientas agradeciendo que conocía cada palmo de ese lugar, la disposición de cada mueble o cuadro, por lo que llegó a los aposentos de los sirvientes como si hubiese andado por esos pasillos a medio día.
La pequeña habitación de Ione estaba en penumbra, entro sigilosa, tanto que la joven no se dio cuenta de que había alguien más en la estancia con ella. Acostumbrada a la oscuridad, los ojos de Irene se posaron sobre la figura que yacía en el lecho, sabía que no dormía pues podía escuchar los leves sollozos de esta, seguramente desolada al conocer el destino de su señora y el suyo propio.
Con cuidado, sigilosa como una sombra, se acercó a ella posando suavemente su mano a modo de mordaza para que la joven no gritara. Sus ojos castaños, asustados y con restos de su pena, se posaron en ella reconociéndola, dibujando en su cara el asombro y la alegría, por lo menos podía despedirse de su chica antes de que esta se marchara, antes de tener que dejar la casa que la vio nacer y empezar a servir para otra familia.
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¿Quién soy?
FanficUna periodista caída en desgracia recibe un misterioso encargo, investigar la vida de Irene, una joven muchacha que, en el año 1934, desapareció misteriosamente de su casa antes de casarse con un hombre al que no amaba.