VII
Varsovia, 1942
Ione había muerto, había desaparecido sin más, al igual que Irene Espinoza. Ya no eran las niñas enamoradas y sedientas de aventuras que escaparon de Madrid, la guerra lo cambia todo y con ellas no fue la excepción.
Sus nombres cayeron en el olvido, tomando una nueva identidad que las acompañaría el resto de sus días. Inés observaba a Irene dormir plácidamente, su espalda descubierta en pleno julio, las sábanas cubriendo apenas resquicios de su desnudez. La morena llevaba el cabello atado, atrapando así su melena cuando empezó a dificultarle su tarea para con la resistencia y aun así le parecía la mujer más hermosa del mundo. Ya adultas a sus veintiséis años de edad habían recorrido Europa buscando su lugar en el mundo, descubriendo con horror las consecuencias de una guerra cada vez más cruda y violenta.
A pesar del calor asfixiante de ese verano, un escalofrío recorrió la espalda de la joven, uniéndose a Irene en el lecho con un suspiro que encerraba demasiado, sus ojos almendra clavados en las facciones señoriales y distinguidas de su amada, recordando cómo empezó todo, como señora y sirvienta huyeron para ser felices y terminaron metidas en una reyerta que no les concernía, luchando por la libertad de una nación que no era la suya.
Analizando su trayectoria desde que Ione dejó de existir, desde que Inés Arrimadas tomó posesión de ella, volvió a suspirar. El cambio era notable, no solo físicamente ya que habia oscurecido sus cabellos rubio cenizo volviéndolos chocolate... ya no era y no volvería a ser sirvienta e Irene, su adorada Irene jamás volvería a ser noble y señora de alta cuna, ambas eran temerarias, guerreras en las sombras, peleaban para la resistencia con puño de hierro y más en esos momentos, más en esa situación.
Sabía que debía dormir, en pocas horas darían uno de sus golpes como venían haciendo desde que un chivatazo llegó a sus oídos y descubrieron a dónde iban a parar los trenes de ganado que se llevaban a los judíos del Ghetto, solo con recordar la descripción de aquellos campos donde los nazis encerraban a miles de inocentes, donde los masacraban buscando su exterminio, las nauseas se apoderaban de ella al igual que el primer día, al igual que la adrenalina recorriéndola porque no podían permitir que esa situación continuase, por toda Europa los judíos estaban siendo asesinados y utilizados para el provecho de los alemanes, ya fuese como cobayas humanas para experimentos demasiado horribles para ser descritos o como mano de obra esclava en sus fábricas.
Tras recibir dicha noticia le bastó cruzar una mirada con Irene, más conocida dentro de la resistencia como la dama Montero por su ascendencia noble y su recién adquirido apellido, para saber que ambas pensaban lo mismo, debían hacer lo imposible por parar esos trenes, por salvar cuántas vidas fuese posible dado que eran inferiores en número.
Recordaba con una sonrisa como Irene ideó un plan dejando a sus compañeros asombrados, no en vano la dama Montero era reconocida, su inteligencia y valor no dejaban indiferente.
Su plan era sencillo, consistía en emular la técnica de ataque de las guerrillas en la guerra de España contra Napoleón. Pocos hombres en tierra mas con el factor sorpresa de su parte, no atacar nunca en el mismo punto de la vía del tren, incluso a ser posible atacar a trenes diferentes cada semana para evitar un posible contraataque defensivo por parte de los alemanes.
Sabían por boca de sus contactos que apenas viajaban soldados en los trenes, demasiado seguros de sí mismos y de que sus debilitados viajeros no se atreverían a escapar.
Desde ese momento, cada semana se dedicaban a asaltar los trenes de la muerte, en grupos de diez como mucho esperaban la señal de Irene para saltar, terminando rápidamente con los soldados aprovechando en muchas ocasiones que estos iban embriagados por el vodka y no esperaban un ataque de esa índole y mucho menos de esa estrategia militar tan característica de la guerrilla española, estrategia que no podían comprender.
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¿Quién soy?
FanfictionUna periodista caída en desgracia recibe un misterioso encargo, investigar la vida de Irene, una joven muchacha que, en el año 1934, desapareció misteriosamente de su casa antes de casarse con un hombre al que no amaba.