A veces creo que me enojé contigo pero me enojé conmigo. Es que me harto de mis expectativas. Porque tú eres tú a tú manera, no a la mía. Soy egoísta. Mi garganta tiene más nudos que una soga de ahorcar, y recuerdos las noches que me sobabas el pecho y te aferrabas hasta lograr calmarme. Yo recuerdo, te recuerdo mucho. Pero no olvides que yo también amé, amo y que conocí lo peor y de ti e incluso así no deje de pensar que tú eres lo mejor, porque lo sigues siendo. Te amo más que a mi tristeza. Podría evitarla, fingir que no me importa, salir con otras personas, negar lo que siento por usted, no escribirle ni manifestar que la extraño, perderme por un tiempo para que no sepa nada de mí, borrarle de mi vida. Pero la amo. Y lo atroz de esto es qué en este libro, no pensé nunca ponerle el punto final, pensé que habían puntos seguidos. Es atroz. Pero se está dando. Y me gustas cuando estás, pero también me gustas ausente, me gustaría nunca volver a saber de ti, pero moriría por saberlo todo de ti también. Y como dice Jorge márchate si quieres y condéname al amor de otras mujeres, y aunque sé que son buenas y me quieren nunca te voy a olvidar. Y tú Luna. Mereces que todos los hombres te miren así sea antes de morir. Luna la luz de tus ojos me hicieron el maldito amor para siempre, me jodieron, me hicieron el amor con solo mirarlos, y como lo dice Sabines quisiera hablar de ti a todas horas en un congreso de sordos, enseñar tu retrato a todos los ciegos que encuentre. Quiero darte a nadie para que vuelvas a mí sin haberte ido, pero te vas, y te tienes que ir, porque sé que volverás, quizás en el lecho de muerte, pero lo harás. O yo prometo ir por ti. No soy suficiente y nunca lo seré para ti, nunca lo fui. Lucha, que yo también espero verte ser lo que en las noches en medio de lágrimas me decías que querías ser, y lo vas a lograr. Porque lo lograrás todo en la vida. Yo seguiré detrás del telón, viéndote brillar.
Por siempre, Pony.
