Mi madre, pobre titerillo andante de circo pero de alma linda y noble como la de la Virgen Maria, si eres creyente, obvio. Mi madre quería ser feliz, por lo menos no se si lo es, destrozada dos o cuatro veces a la semana, desgastada dos o cuatro veces a la semana, golpeada y quizás hasta mas allá que herida, me dice que sea feliz y sonría.
<<¡Luisa, sonríe! ¿Por que no sonríes hija?>>
Incluso estando rota me pedía que sonriera y como yo no lo hacia, lo hacia ella para enseñarme. Para acoplarme, para normalizarme, para hipocritarizarme. Pero, se los juro que era la sonrisa mas triste de toda mi vida, llena de agonía y sin ya nada de amor en el alma casi igual a la sonrisa de mi padre, sonrisa que solo con un poco de alcohol y quizás pastillas puede dejar escapar y relucir. Esa sonrisa de años de guerra, y prisión sin ninguna justificación. Sonrisa de un alma dolida y solo ganas profundas de descansar, pero siempre encima de mi madre haciéndola sentir inferior.
No puedo describir un sentimiento concreto, tampoco puedo describir quien de los dos maneja el nivel de actuación e hipocresía mejor, pero algo si les puedo asegurar es que como la sonrisa de mi madre, jamas en el mundo existirá, y que podrían venir miles pero siempre preferiré esa, la devastada o como la sonrisa de mi padre que los años le han dado una mala jugada, pero que sigue aun de pie.
Los amo, los acepto y con esas dos herramientas son suficientes para que ni el mismo diablo quiera entrometerse, con eso aprenderé y seguiré o quizás como ellos, estoy tomando un papel de hipócrita mas.