A eso de las seis de la tarde cuando el sol empieza a ocultarse y el noticiero empieza a soltar las titulares del día, donde tú estomago empieza a hacer rugidos del hambre y del cansancio. A eso de las seis de la tarde cuando alguien está a un paso de la muerte, o viceversa, naciendo.
A eso de las seis de la tarde cuando la gente se vuelve incrédula sometiéndose así mismo a experiencias negativas en materia de confianza, y mostrando mucha resistencia.
A eso de las seis de la tarde cuando personas como yo, luego de una larga jornada de gimnasio, trabajo, o soledad, recapitulamos el día pensando si fue un fracaso, si logramos el mal o bien y pensando en lo que se vendrá mañana, o otros como ella, que deciden que su día apenas está comenzando.
A eso de las seis de la tarde cuando tu cuerpo y tu alma se llenan de paz, tranquilidad, de serenidad, de un aura bonita y casi que envidiable, a eso de las seis, cuando eres.
A eso de las seis cuando estas sentada en un parque, ignorando todo lo que pasa a tu alrededor y solo recordando. A eso de las seis cuando se te inunda el cuerpo, la vida, de pensamientos, culpa y recuerdos por doquier.
A eso de las seis de la tarde cuando se empiezan a prender las lámparas y las floristerías empiezan a cerrar, a eso de las seis de las tarde cuando tus ojos ya no son claros y tu actitud compagina con la Luna.
A eso de las seis de la tarde cuando inicia la diferencia de dos mundos que aunque parezcan similares son muy opuestos, como tú y yo. Sol y luna, café o refresco.
A eso de las seis de la tarde cuando sigo en mi cama con la sensación de esperar algo o a alguien, que sé que nunca llegara, porque se fue, pero que aún sigo en pie, esperando. Esperandote.
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