Soy querible pero a la vez tan difícil de querer que se iguala a una maldición atraer gente que se encariña conmigo. Se hartaron de preguntarme cómo estoy o qué estoy haciendo y no recibir una respuesta digna, ahora me tiran "ni idea sobre su vida, ni idea qué anda haciendo" para que ver si les cuento. Mi vida en sí ya es un tema delicado para mí, pero es imposible mantener amistades sin decir ni una palabra sobre mi. Guárdense esto en el chip: nadie quiere ser amigo de un desconocido. Nadie quiere ser amigo de una sombra, de un fantasma que aparece y desaparece a su antojo. De alguien que nunca va a poder conocer, porque no está dispuesto a darse a conocer. No les pido consejo ni a la hora de teñirme el pelo. No quiero que nadie sepa nada, solo lo que es inevitable mostrar. Llevé demasiado lejos el complejo con mi vida y me volví posesiva conmigo misma. Literalmente lo único que entiendo como una relación afectiva es que intercambiemos conocimientos sobre cualquier cosa, como si todos fueran mis compañeros de facultad. No los quiero hacer partícipe de nada. Si el día de mañana soy exitosa en lo que quiero, a todos les va a caer como un balde de agua porque ni siquiera sabían que lo quería. Un amigo es alguien que siempre está cerca suyo, y parece que evito cualquier tipo de intimidad si involucra a otros. Más allá de mi ansiedad social, no voy a poder cosechar ningún vínculo que quiero si no doy el primer paso: aceptar la cercanía, aceptar que me conozcan bien. Arruiné toda amistad porque no quería que sepan ni qué comí hoy, las razones por las que "actúo raro". No quería ser amiga de nadie porque significaba ser alguien más que yo, "ser la amiga de". Ser como otro más quiere que sea cuando me necesite. No lo hice buscando libertad ni lo hice por miedo a ser herida. Lo hice por puro egoísmo, cansada de mi estado mental. No quería que nadie me pidiera nada ni indirectamente, porque no quería dar nada. Es suficiente con estar bajo presión constantemente por mí misma. Visto tras visto. No es por no querer hablar con los demás, es por no querer hablar de mi con los demás. Y lloro desconsoladamente en el parque, en medio del pic-nic, porque no les quiero responder nada sobre mi. Esas son, en parte, las raíces de mi ansiedad social. Bendita el alma o la situación futura que me enseñe a volver a abrirme.