Capitulo Trece

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Llovía torrencialmente en Buenos Aires y yo miraba por la ventana del estudio de arquitectura inmerso en mi oficina. Esperaba a una clienta nueva la cual llegaría en breve según el ultimo llamado de Pablo a mi teléfono celular. Cancún había quedado atrás y la tranquilidad también. Había vuelto a trabajar. Llamé a Aylen pero no me atendió, le envié un mensaje de WhatsApp para arreglar algo para esa noche.

En el mismo momento en que el mensaje era enviado escuché los golpes en la puerta y sin esperar la nueva clienta ingresó a mi oficina. Era una mujer joven, un poco mas joven que yo. Pensé que ella vendría con mas gente, pero en cambio se presentó sola con un vestido formal, pero sensual. Justo para un día de lluvia como el de hoy. Era joven y lo primero que me llamo la atención fue el color de sus ojos. Exóticamente turquesa de esos que no siempre uno tiene el placer de ver de cerca, si es que podía decirle cerca a la distancia que manteníamos en ese momento.

Nos saludamos y nos sentamos cada uno en su lugar. Ella miró el ventanal enorme que había detrás mío. Era una atracción ya que estaba pensado para eso, un día de lluvia como el de hoy daba la imagen de un cuadro enorme en la cual por el clima de hoy se había pintado una ciudad gris en la cual llovía a cantaros. El movimiento de la lluvia le daba un efecto visual interesante.

-Vengo porque quiero empezar un proyecto una isla en el Tigre. Mi familia posee un gran terreno y queremos empezar a construir una vivienda pero que también pueda funcionar como centro de recreación para realizar distintas actividades.

Dejé que hablara y me contara sus deseos. Después de todo es eso. Las ganas de tener lo que uno sueña. Durante la charla entramos mas en detalles sobre la forma, las posibilidades de construir, la ventaja de aprovechar las visuales y panoramas de una isla y la luz natural como posibilidad de auto sustentar parte de la energía. Por ser joven se presentaba como alguien seria y estructurada, no pude notar en su forma de ser alguna grieta que me permitiera ser yo mismo. Ustedes saben, soy propenso a la belleza. Me nutro de ella, bebo de ella, me alimento de ella y vivo de ella.

Rápidamente repasamos los presupuestos, los tiempos y pidió saber con que equipo trabajamos. Nos sumergimos nuevamente en otras charlas técnicas.

-Tendríamos que ver el lugar -dije para terminar de cerrar los pormenores del proyecto en caso de que sigamos adelante.

-Tendríamos que combinar una visita a la isla -respondió con firmeza -podríamos hacerlo...

No deje que terminara de hablar. Un impulso me brotó de los mas profundo de mi ser.

-Vamos ahora -dije apresurado arrepintiéndome por dentro de ese impulso. Busqué la manera de justificar porque hoy, porque ahora, porque con esta terrible lluvia.

- ¿Usted esta seguro? ¿Con este temporal? -contestó dudando de mi idea.

Recordé una frase que había aprendido de un profesor durante mi época de estudios.

-¨Detrás de todo proyecto hay una aventura, quizás este proyecto comience con una como esta¨.

Pareció gustarle la idea, si bien no contestó eso ya era una clara señal de aceptación. Nos levantamos y saqué de le perchero el saco de mi traje y un paraguas. Salimos juntos del estudio de arquitectura directo hacia Tigre. Desafiando al temporal.

Al llegar Marie, que es como figuraba su nombre en papel que me había dejado Pablo, había llamado para que preparen una lancha para ir hacia la isla. Mi idea de una aventura acuática se terminó cuando vi esa especie de yate en miniatura a la que ella llamaba simplemente ¨lancha¨. Si bien no era monstruosa dejaba de lado la idea que yo tenia de lancha. Esta era una embarcación que media 14 metros de largo y casi cinco de ancho. Tenia baño y hasta dos camarotes.

Un hombre en la CiudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora