Capitulo Catorce

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Entraron al departamento a oscuras y a los besos. Como en un sueño hecho realidad Aylen volvía a sentir la boca de Tincho después de tantos años. No necesitaba dejarse llevar porque ella era quién había decidido ir. No había lugar para pensar en nada, solo sentir y disfrutar de esa adrenalina que le recorría el cuerpo. La espalda de Aylen reposó en una de las paredes de la cocina y su cuello para invadido por besos aleatorios. Suspirabas tenues al aire. La cocina se llenó de gemidos sutiles propios de la espera de años. Que feliz se sentía sabiendo que Tincho de alguna manera había vuelvo a su vida, una versión más renovada, mejorada, con experiencia. Las manos de él recorrían su cuerpo con suavidad, pero también con el conocimiento de saber todas esas cosas que a ella le gustaban. No todas las manos son iguales, no todas tocan igual. Hay manos que están creadas para un cuerpo determinado y este era el caso del suyo y las manos de él.

Ninguno de los dos calculaba la intensidad de sus besos y poco a poco, pared a pared fueron perdiendo la ropa siguiendo el camino hasta la habitación. En el pasado lo hacían en la casa de sus padres. A veces en la de ella, pero por lo general en la de Tincho ya que sus padres siempre estaban de viaje por trabajo. Hoy el escenario era distinto, el espacio pera complemente desconocido pero lleno del gusto del hombre que ahora le acaricia la cara mientras la besaba. No era momento de prestar atención a la decoración ni como estaba decorado el departamento. El no daba indicios de apurar cada cosa que hacía a su cuerpo. Daban la impresión de querer disfrutarse completamente pero cualquier que viera la situación desde otro ángulo diría que ella estaba completamente entregada a recuperar todo el tiempo perdido. De volver a tenerlo, sentirlo, explorar dónde había pasado tanto tiempo, que cosas había aprendido y que cosas nuevas tendría para ella. El deseo se percibe en el aire. Cortando los besos la dio vuelta contra la pared, algo salvaje, quizás contrarrestando un poco la dulzura que habían tenido hasta el momento.

Corrió su pelo y la besó en la nunca estampando cada beso. Por encima de la ropa. Él la tomó de sus pechos. Los mismos que muchísimos años atrás disfrutaba con admiración. Los masajeo de la misma forma que ambos recodaban. Sus manos los grandes eclipsaban tapándolos de la poca luz que había.

La ropa de ambos fue marcando el camino hasta la habitación y Aylen sentía el corazón acelerado. Desabrocho su cinturón y metió la mano como si se tratara de una carrera. Rápidamente lo sujeto entre sus dedos y cómo si se tratara de una succionó comenzó a tocarlo. El registro de su piel se activó y recordó eso que el tiempo la había hecho olvidar. Sabía que le gustaba de esa manera. Tincho se lo había repetido cientos de veces en el pasado ya que había quedado en el olvido.

Alyen era hermosa semi desnuda a trasluz de dio vuelta invitándolo a penetrarla. Lo hizo sutil, detrás de esa sutiliza hacia una necesidad de disculpas encubierta. Tincho se acercó por atrás con su miembro en la mano y por arte de la memoria no le costó entrar en ella en esa posición en donde podía hundirse por completo en ella. Recordaba la forma de su cola como si fuera hoy. Esa perfección que evitaba ser grande, pero al mismo tiempo tenía una complexión redonda y dura. Tincho se movía disfrutándola mientras ella aportaba su mayor gemido y a la vez esos movimientos que hacían estremecer la sensibilidad de su pene. Recordaba en el pasado como lograba que Tincho se vaya enseguida con tal solo hacerlo en esa posición. Intentó lograrlo en honor a los viejos tiempos, pero no pudo lograrlo. Evidentemente él había aprendido a disfrutar a una mujer y aguantar su orgasmo al mismo tiempo. Sus pensamientos se interrumpieron cuando la agarró de la cintura con fuerza y su cola empezó a chocar con más fuerza sobre la pelvis de Tincho. Ahora sus gemidos eran genuinos y alejados de cualquier provocación del pasado. Lo disfrutaba entero dentro suyo a pesar de ese incipiente dolor que sentía mientras él se lo hacía. Era como un sueño ya que no solo jugaba el físico de ambos, sino también la mente. Que importante era la mente en esta relación. La alimentaba de una manera única y especial. El reencuentro que se daba por perdido hecho realidad. ¿Y si era el principio de algo? Mientras Tincho se movía en círculos sobre su vagina pensó en su novio, pero rápidamente aparto ese pensamiento. Nada de eso importaba en este momento. Solo sus dos cuerpos escondidos a medias tras las sombras de una habitación en silencio. Cada tanto el teléfono de alguno de los dos vibraba en algún lugar del piso sin que nadie se inmute.

Esa tarde rotaron por cada lugar de la casa de Tincho. Aylen se despidió completamente cansada y sin haberse podido bañar. Sus poros emanaban aroma a sexo y nada le importaba. Lo mejor había pasado, lo que no podía asegurar es que eso mismo estuviera por venir. Su cabeza era una mezcla de sentimientos que ordenaría en las próximas horas, o al menos lo intentaría.

Un hombre en la CiudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora