Capitulo Diecisiete

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Mientras estaba en Starbucks vi a través del ventanal que Pablo se dirigía hacia la cafetería. Me sorprendió ya que siempre se había quejado de que este café es la peor basura química y demás, pero a esta altura de la historia, y mas viniendo de mi socio, no me sorprendía nada.

No se porque me acordé de cuando era mas chico y en mi casa miraba del mago de Oz. De alguna manera m hizo sentir triste. Recordé cuando la bruja le dice a Dorothy que el poder para volver a su casa siempre había estado en ella desde el momento que había aparecido allí. Muchos años después había captado el mensaje sentado en esta cafetería: Yo siempre tuve la capacidad de abandonar cada uno de los lugares raros e intrincados en que se había transformado mi vida en este ultimo tiempo, solo que aun no lo había comprendido porque no había llegado a transitar este camino que, quizás, sea la denominada experiencia.
Supongo que las personas, sobre todo las mujeres, ven algo en mi que creen no tener, no lo se. Supongo que cada uno de los que esta leyendo esto estamos o en el mejor de los casos estuvimos equivocados, cuando buscamos la felicidad fuera de nosotros mismos perdemos justamente eso, el sentido en nosotros. Puede que la respuesta finalmente este dentro de cada uno de nosotros y para eso, tal vez yo, la única manera de ganar este juego era abandonándolo.

Pablo abrió la puerta y como si ya me hubiese visto desde la calle me saludo y me dio a entender que después pedir (vaya a saber que) se vendría a sentar conmigo. Esperé unos minutos hasta que se acercó hasta la mesa.

-Socio. ¿Como dice que le va? -preguntó con una alegría carente de su clásico pesimismo que siempre lo caracterizó.

-Bien por suerte – respondí -tengo que ser sincero, con este cambio en tu actitud no se si preocuparme o relajarme.

Pablo se rio con una carcajada que hizo que al menos le viera mas de media dentadura.

- Supongo que desde que me separe, queme algunas naves y estoy viviendo esta nueva relación me siento mas a gusto conmigo mismo -comentó mientras tomaba el café de vaso con la tapa puesta.

-Si, no dudo que haberte separado de Adriana provocó algo en vos -reflexioné, con tu nueva chica ¿como estas? -dije abriendo el proceso lento de indagación.

-Pongámoslo de esta manera -dijo Pablo – estoy con alguien que me deja estar en piloto automático y me deja vivir la vida que hoy creo que debería haber vivido siempre. Es por eso por lo que me siento tan pleno y relajado. ¿Y a vos el sexo ocasional como te trata?

Ese comentario lo tome como un golpe bajo. Se que en el fondo lo hacia porque en algún momento de la vida la tenia que ser el quien tenia las respuestas y no yo. Lo sentí como si hubiera estado toda la vida esperando para hacer ese comentario. Un rayo de lucidez se me cruzó para no contestar con mi estilo, el de ataca mas fuerte si te atacan, solo que simplemente la deje pasar y le di una respuesta leve pero cierta.

-Hay un problema con el sexo sin compromiso -dije mirándolo y con voz pausada – a veces deja de serlo. A veces surge el deseo de algo mas, y cuando las expectativas de una de las personas no coinciden con la de la otra, entonces, quien tenga mayores expectativas acaba sufriendo. No existe el sexo gratis: siempre hay un precio que pagar.

Pablo se quedo mirándome. Es probable que no esperaba mi respuesta tan seria y reflexiva. Todos deberíamos tener una regla de oro en este tipo de relaciones y cumplirla a raja tabla: Dejar siempre mejor de lo que estaba cuando conociste a la otra persona. Algo que evidentemente hasta ahora no me había salido.

Un hombre en la CiudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora