Nota Para Futura Historia #1-3

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La niña se había quedado sola frente al fuego, atónita ante la actitud de aquel hombre de roca, nada sabía de dónde eataban, cómo había llegado ahí, qué había pasado. Y tampoco podía preguntar pues él único con posibles respuestas ya no estaba.
"Cuando te sientas fuerte puedes irte", ¿qué significaba aquello?
Le daba vueltas a todo en su cabeza mientras miraba el fuego. Se perdió es su danza, los revoloteos de las brazas y los chasquidos de la madera al quemarse, dejó de pensar, pero los recuerdos llegaron a su mente.
Recordó saltar en su cama arrojando los peluches a todos lados, su padre cuidandola y su madre abriendo la puerta. Entonces la escena gris, los balazos en el cuerpo de su madre, la golpiza a su padre... Y a ella, ahí mismo le robaron su inocencia.

Volvió a la realidad llorando, inconsolable, un llanto lastimero que tuvo mucho tiempo guardado. Que aquella droga le hizo reprimir pero no olvidar. Lloró tanto por tanto tiempo que sintió que el mismo fuego se apagó por sus lágrimas, ella no se molestó en reavivarlo. Cuando se percató de la ausencia de la luz, se acomodó en el suelo envuelta en la manta, cansada de haber llorado por tanto tiempo se quedó dormida.

Unos golpesillos en su espalda la despertaron, era el hombre roca moviéndola con el pie.
No sabía cuánto tiempo había pasado, abrió sus ojos con pesadez, le dolía el cuerpo por dormir en el duro suelo. El fuego se había extinguido hacia mucho al parecer, pues nada de calor emanaba de las cenizas.

-Por qué no te fuiste?

Escuchó la peculiar voz de aquella criatura, el hecho de que sonará metálica le hacía imposible identificar si había molestia, o alguna otra emoción en sus palabras.

-No sé a dónde ir

Contestó un par de minutos después mientras pensaba que decir, adormilada y débil sus pensamientos era lentos.
Él se hallaba ocupado yendo de un lado a otro, parecía que la oscuridad no le impedía ver en aquella cueva. Ella por su parte apenas apreciaba la silueta de él, solo porque parecía que llegaba claridad por alguna parte. De repente sintió algo en su pecho, era la roca poniéndole el mismo plato de anoche en el pecho.

-Come

Ella inmediatamente llevó sus manos a dónde sentía el tazón, no se había percatado hasta el momento del hambre que tenía. Se llevó el plato a la boca y casi devoró todo sin masticar el contenido.

-Estaba frío

-Aún así lo pudiste comer. Vamos

Ese vamos era el aviso de lo que siguió. La tomó de un brazo y levantandola la hizo caminar. La niña dio pasos a tropezones, por la velocidad con la que él la jalaba y por no ver el piso. Después de unos minutos y de varios tirones de su brazo, que ella asumió eran cambios de dirección, apareció un luz al final de un túnel. Un par de minutos más y la luz se volvió cegadora para los ojos de la pequeña, la velocidad con la que avanzaba no le dio tiempo de adaptarse para cuando salieron al sol. Ella no podía ver, pero d inmediato un fuerte calor lar golpeo con viento, seco y cortante, sus descalzos pies sintieron la calcinante arena. Inmediatamente se jaló hacia atrás quejándose por el dolor en sus pies.

Al sentir la resistencia el hombre roca la soltó dejándola volver al resguardo de la cueva.

-Quema

Recuperando la visión de apoco apuntó a la arena, notó entonces el inmenso mar de arena que tenía delante, más sorprendente, lo vio a él. Llevaba una enorme túnica café, casi del mismo color que la arena, pero tenía la cabeza descubierta. Con esa luz no se apreciaba el azul de las grietas en su piel, no las gemas de sus ojos, pero el negro de las rocas que lo formaban era hermoso, brillante y mágico, ese hombre era una joya con piernas.
Su admiración se vio interrumpida por el golpe en su pecho de unos trozos de tela.

-Envuelve tus pies con esos y podrás caminar. Camina todo recto y llegaras a un poblado.

Dicho eso el hombre roca volvió para adentrarse a la cueva.
La niña obedeció pero no supo que sentir, si era corrida o abandonada, o qué debía hacer, era una niña, antes de ser raptada lo único que podía hacer por sí misma era cambiarse de ropa.

-No sé cómo, no voy a llegar

Lo dijo sin saber la distancia que debía recorrer, pero ella tenía razón. En ese momento era incapaz de cualquier cosa, tan débil y pequeña solo sería alimento de los buitres.
Él regresó, la tomó del brazo nuevamente y la jaló al desierto caminando delante. Ella apenas pudo reaccionar poniéndose de pie y caminando. Que él no se detuviera le hizo pensar que la llevaría hasta el lugar mencionado. Pero apenas uno minutos de caminata y ya estaba rendida, la arena hacia difícil avanzar y el calor insoportable le hacía doler la cabeza. Cayó desmayada.

Cuando despertó sentía aire fresco, y un aroma a madera quemándose. Estaba en la espalda de la criatura, bajó su túnica, se sorprendió entonces de no sentir el dolor. La piel casi de cristal de la criatura la hizo pensar que sería hiriente, que cortaría lo que tocara, sin embargo era suave, y aunque incómodo por la dureza, no era desagradable además de que era fresco.
Él seguía caminando, raudo, como si no se cansara. Pese a que se veía el atardecer y ella sabía que habían pasado horas desde que quedó inconsciente, él seguía como si nada.
La arena tomaba una tonalidad azul por el atardecer, casi parecía un apasible lago... Lo habría disfrutado en cualquier otra circunstancia, pero no en ese momento pasado lo que le había pasado, simplemente lo observaba sin sentir nada.
Cosa tan triste que toda la energía e inocencia, ilusión y ánimos de una niña larga hubiera abandonado, y aunque no sentía irá ni tristeza o dolor por lo que había pasado, simplemente no podía sentir nada, nada más que la fría piel de su rescatador, irónico que ella se sintiera como una roca siendo cargada por otra. No es un pensamiento que ella tuviera, pues su raciocinio se dedicaba a discernir porque la arena se teñía de azul.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando después de subir por una duna se visualizaban unas luces, las hogueras se una pueblo a un par de kilómetros.
Él soltó a la pequeña dejándola caer en la aún tibia arena.

-Listo, camina hacia allá y encontrarás humanos, dónde debes estar.

De nuevo su voz no tenía emoción.
La niña veía intermitentemente hacia el pueblo y hacia el hombre roca, que ahora tenía nuevamente la tonalidad azul en su piel haciendo parecer que pertenecía ahí, al lago que era la arena al atardecer. Al ver que la pequeña no reaccionaba él emprendía el camino de regreso a su cueva. Eso le hizo dar un vuelco al corazón de la pequeña, se le aceleró el pulso tratando de saber qué hacer. Se puso de pie viendo al pueblo, pero volteó a ver la espalda de su... "Amigo?"ese pensamiento se cruzo por si cabeza, en conjunto con razones por las que debería ir al pueblo. Lo vio a él alejándose apenas a unos metros, y vio el pueblo sin saber que decisión tomar sabiendo que el tiempo que tenía para tomar la decisión no era mucho hasta que el defendiera la duna y lo perdiera de visitar. Vio el pueblo y luego viró a verlo a él.

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