El Retorno del Gamer

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Me levanté temprano el sábado pese a que no tenía que ir a trabajar o a la universidad, quería poner la casa en orden aprovechando la ausencia de Rosa y Alexy en todo el día, pues habían decidido convertir el loft en un taller de diseño con todo l...

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Me levanté temprano el sábado pese a que no tenía que ir a trabajar o a la universidad, quería poner la casa en orden aprovechando la ausencia de Rosa y Alexy en todo el día, pues habían decidido convertir el loft en un taller de diseño con todo lo que eso implicaba: Pedazos de telas e hilos, diseños, moldes, maniquíes, etc. Sabía que me arriesgaba a que Rosa me gritara pues "ella entendía su desastre" pero no fueron pocas las veces que la veía gruñir y maldecir entre dientes porque no encontraba sus lápices de colores o su carpeta de diseños debajo de la montaña de papeles, retazos ¡y hasta incluso comida! Se notaba de lejos la ausencia de Kentin en casa pues él jamás habría permitido ese desastre y suciedad.

Primero acomodé las cosas en materiales: papeles, telas, hilos, etc. Luego los separé por propietario (cosas de Rosa, cosas de Alexy) y ya por último los organicé por categoría (diseños, tipos de telas, etc); me llevó toda la mañana pero logré mi cometido, ahora sólo tenía que esperar a que vengan mis amigos y escuchar sus quejas. Luego de un ligero almuerzo y una pequeña siesta terminé de limpiar en profundidad la casa y de lavar la montaña de ropa sucia que había, iba a tener que hablar muy seriamente con mis amigos pues no iba a permitir ser la Cenicienta de la casa. Fuser me gimió y torció la cabeza.

-¿Qué pasa, gordito?-le pregunté. Así eran mis solitarios días con él, mi perro era más que una mascota: Era un amigo, un compañero. Nos acompañábamos mutuamente en nuestro día a día, charlábamos, veíamos televisión, escuchábamos música y hasta dormíamos juntos. Fuser me volvió a gemir y se dirigió hacia el sofá, apoyó su cabeza en asiento y me miró-¿Quieres que veamos una película?

Me ladró afirmando que eso quería, más que nada pasar tiempo conmigo pues no le había prestado mucha atención en todo el día. Reí y me senté en el sofá frente al plasma, Fuser se subió al cojín y recostó su cabeza en mis piernas, dirigiendo su mirada hacia la pantalla. Tomé el  control remoto y abrí Netflix, mi suegro había sido muy amable al permitir que Kentin nos comparta su cuenta así podíamos ver algo interesante cuando en la televisión no había más que basura. Lejos de elegir una película, como habíamos acordado con mi perro, me puse a ver Grey's Anatomy; supongo que si Dios me hubiese dado un poco más de inteligencia habría estudiado medicina o veterinaria, pero mi habilidad para los números era nula.

 Me ví enfrascada en más de tres capítulos cuando caí en la cuenta que el Sol ya se había perdido tras las edificios de aquella enorme ciudad y aún no había preparado la cena.

-A ver, mi amor...-suspiré retirando la cabeza de mi perro con cuidado, se había dormido a los veinte minutos de empezar nuestra Greyrathon, estaba por empezar a cocinar cuando sonó el portero eléctrico, me sequé las manos y atendí.

-¿Hola?-pregunté.

-Hola, An-chan.

Me quedé helada con el telefonillo todavía en la mano, incapaz de creer...

-¿¡Armin!?-chillé alertando a mi perro que levantó la cabeza y las orejas al escuchar el nombre de mi amigo, ¡no podía creerlo! ¡Había salido de su dormitorio!-¿Eres tú, Armin?

Corazón de Melón con Limón (libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora