Lentamente comencé a recuperar peso. La nutricionista que llevaba mi caso controlaba estrictamente mi alimentación y con el correr de las semanas pude volver a mi peso normal de mínimo de cincuenta kilos. Cuando finalmente me dieron el alta Nathaniel y Ámber hicieron una fiesta a la que invitaron a Rosa, los gemelos, Castiel y Lysandro, pero a pesar que habíamos tenido una linda noche charlando y festejando mi recuperación no pudieron evitar no tocar el tema de mi pelea con Kentin.
-Él te quiere, Annie-me dijo Rosalya por enésima vez en la noche, ya hasta le blanqueaba los ojos-Te lo estoy diciendo en serio. No sabes cómo se pone cuando llega los viernes a la noche al loft, se encierra en el dormitorio y sólo sale para hacerse la comida y luego se vuelve a encerrar.
-No es mi culpa que esté así, Rosa-dije entre dientes-Él sólo se las buscó.
-¡Si tuvieses un poco de sentido común te darías cuenta que él no miente!-Rosa se veía enojada, tomé un buen sorbo de cerveza para poder tragar el mal momento-¿Te fijaste nuevamente en esas fotos?
-¿Para qué quieres que haga eso?-quise saber mirándola con furia.
-¡Porque se nota a la milla que Kentin estaba drogado! ¿No te fijaste?
-No, no las volví a ver ¿Piensas que soy una masoquista?
-Ay, Dios mío, Annie...-suspiró mi amiga mientras se llevaba la mano a la cara, suspiró y luego me miró con la suplica en sus ojos-Lo único que te pido, amiga... No por mí, por Kentin. Hazlo por él. Dale una oportunidad. Kentin no te miente. Si así fuese yo sería la primera en decirte que no lo hables más, pero todo me indica que estás errada-la voz se le quebró, tragó con dificultad, ¿acaso estaba llorando?-Me parte el corazón verlo así... Es mi amigo también...
-Ya no quiero hablar de esto, Rosa-dije y me retiré a buscar a Nathaniel. Él se había convertido en mi fuerte y bote salvavidas, podía confiar ciegamente en él, me había demostrado que él era un puerto seguro, pero pese a lo que le había dicho a Rosa, aún me seguía doliendo lo de Kentin y no podía evitar llorar por las noches en el baño para no molestar a Ámber, que dormía.
Hubo una noche en la que tuve que meterme una toalla en la boca para no hacer ruido mientras lloraba; mis dedos se clavaron en mi pecho, tenía ganas de sacarme el corazón y lanzarlo lejos pero no podía... Así que me hice una bolita en el piso del baño para tratar de contener mi cuerpo de una pieza. Me sentía rota y sin forma, estaba atada con cinta adhesiva y pegamento, era frágil como una copa que se había quebrado en mil pedazos y que la habían vuelto a unir; para cuando salí del baño me encontré de frente con Nathaniel que estaba serio y de brazos cruzados.
-Perdón, ¿querías usar el baño?-pregunté tratando de disimular las lágrimas de mis ojos.
-Quiero saber por qué lloras-me dijo serio mientras me levantaba el rostro, vio las lágrimas y las secó con cuidado-Yo sé que tienes el corazón roto, pero esto que haces no es sano... Creo que no deberías guardártelo. Ven, vamos a hablar.
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Corazón de Melón con Limón (libro #2)
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