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-Iré a las maquinas expendedoras, quédate aquí-vi como salía de la habitación y bufé.

Cerré los ojos y me puse a pensar en todo lo que haría después de salir de esta cárcel que se especializa en curar personas, quiero emborracharme y olvidar todo.

Cuando era pequeña decía que nunca tomaría, mírenme aquí deseando emborracharme. Mis padres siguen pensando que soy la misma niñita de siempre, esa creencia tan incorrecta que se cargan de mi es lo que mas me causa gracia de ellos.

-Bianca-la voz de la doctora me hizo abrir los ojos-Te tengo buenas noticias-sonreí.

-Dígame que ya me puedo ir de aquí-ella asintió y yo abrí mis ojos.

Me paré de la cama, que bien se siente estirar las piernas.

-Hoy mismo te puedes ir, los exámenes muestran que estas mejor, como nueva-me dio dos golpes en el hombro y salió.

Me puse una chaqueta, mis tenis y empecé a recoger mis cosas.

- ¿Qué haces de pie? -me di media vuelta y vi que Otto traía una barra de chocolate.

-Me voy de esta cárcel, dame-le arrebaté la barra de las manos y la mordí.

Cerré mis ojos y me dediqué a disfrutar el delicioso sabor del chocolate.

-Ya te he dicho que no comas de mis cosas-espetó molesto.

-Perdón, no me pude controlar-el dobló sus ojos y me pasó la barra.

-Te la regalo, luego me compro otra-la tomé y le di un abrazo.

-Ahora explícame eso de que ya te puedes ir-le empecé a explicar mientras empacaba junto a él.

-Entiendo-dijo el, cerré la maleta y salí de la habitación.

-Se te olvida algo, genia-zarandeó mi celular.

-Gracias-tomé el celular y lo metí en el bolsillo de mi short.

El me ayudó con mi maleta y yo llevé su maleta, al parecer tenía pensado acompañarme todo el tiempo en el cual mis padres no estaban.

El entrelazó nuestras manos libres y yo sonreí.

-Me gusta que hagas eso-dije metiendo la maleta en el baúl.

-Me gusta hacerlo-metió mi maleta y luego cerró el baúl.

Manejó hasta un local veinticuatro horas, nos bajamos a comprar comida, ya eran las doce de la noche.

Bajamos y pedimos tres cajas de pizza para llevar.

-Te llevaré a un lindo lugar-dijo tomando las cajas de pizza.

-Está bien-salimos dando las gracias y nos montamos al auto de nuevo.

El manejó hasta un mirador, nunca había venido a este lugar. Nos sentamos encima del capó del carro y hablamos de nuestra infancia, nuestros gustos entre otras cosas.

𝐸𝑟𝑒𝑠 𝑙𝑜 𝑝𝑜𝑠𝑖𝑏𝑙𝑒 𝑑𝑒 𝑙𝑜 𝑖𝑚𝑝𝑜𝑠𝑖𝑏𝑙𝑒Where stories live. Discover now