Parte Dos : Compromiso

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Tras el reciente fallecimiento del líder de la familia Uchiha, todos estaban al tanto del matrimonio que contraería la dichosa heredera de aquella gran fortuna. En especial la familia que arreglaría la unión con ella. La señorita Sarada todavía no conocía al hombre con el que se casaría dentro de un mes y tampoco estaba interesada en hacerlo. Si fuera por ella escaparía ahora mismo y no regresaría a su país. Hasta había programado su posible itinerario de ser posible, un viaje lejos en un país que nadie reconociera y viviendo a la intemperie. Quizás sonaba loco, sobretodo cuando se lo comentaba bien temprano a Boruto, mientras trataba de terminar su desayuno. El rubio la escuchaba atenta y olvidaba que se llevaban un año y medio de diferencia.

Su café ya estaba casi helado y las medialunas no tenían un solo mordisco. Boruto ya había desayunado antes de que despertara, pero ahora que la veía desperdiciar su única comida más importante del día hablando tonterías sobre cómo huir de su boda; le daba hambre. Miró de reojo a la jovencita y esperó a que terminara su tostada con membrillo. Al limpiar sus labios rojos, finos y delicados, desvió la mirada hacia los cuadros que estaban colgados en la pared del frente. Sarada llevaba puesto un quipao rojo, abierto y con una bufanda amarilla, unas pequeñas botas y unas calzas que cubrían casi toda sus perfectas piernas. Sabía que no debía mirarla ni menos con esos ojos, lo bueno es que era excelente fingiendo ser alguien que no se inmutaba por lo que dejaba o no de hacer la pelinegra. Su semblante firme y sereno, le hacía pensar que era un hombre serio.

Ella ladeó hacia el rubio y caminó hasta la puerta que daba al jardín, seguiría pintando el cuadro de ayer, al menos lo poco que le faltaba. Boruto la siguió como de costumbre y se quedó a pocos metros de ella, contemplándola en silencio. Ella se sentó sobre la banqueta y empezó a trazar las líneas irregulares sobre el papel. Ambos fueron sorprendidos por una de las sirvientas, su nombre era Kano. Sarada se sobresaltó.

-Señorita Sarada, la estilista la está esperando para que se pruebe el vestido que usará esta noche.

-¿Está noche?-la miró confundida-. ¿De qué hablas?

Ella carraspeó nerviosa y susurró:

-¿Es que ha olvidado que conocerá a su prometido esta noche?

Sarada intercambió una rápida mirada de espanto con su guardaespaldas, quien la miró más atónito que ella, ninguno estaba enterado que ya estaban organizando su encuentro. Ya había pasado una semana desde que Boruto comenzó a trabajar con los Uchiha y en ningún momento le informaron que conocería a su prometido tan pronto. La pelinegra revoloteó los ojos sin poder creerlo. Se cruzó de brazos y se levantó con pesadez.

-¿Tiene que ser ahora? Estoy ocupada.

-No puedo hacerla esperar más tiempo, señorita...

Ella masculló y miró de nuevo al rubio, una vez más le contestó el gesto encogiéndose de hombros y asintiendo con la cabeza indicando que debía cooperar. Caminó detrás de ella en silencio, siguiendo sus atolondrados pasos, parecía enojada. Ya le había comentado en varias ocasiones que odiaba las formalidades y en especial los vestidos de gala. Prefería vestirse sin tantos lujos y sencilla, no tenía por qué lucirse demasiado, lo consideraba una pérdida de tiempo y un régimen innecesario contra la mujer. Otra de las tontas reglas que debía cumplir a raja tabla. Boruto esbozó una sonrisa divertida sin que se diera cuenta. Le causaba risa cómo se enojaba por cosas tan pequeñas. No era infantil, tenía sus razones para no hacerlo, solo que de verdad se veía adorable reaccionando así. En su opinión pensaba que le quedaría hermoso un vestido. Y no tardó en comprobarlo minutos después.

No entendía por qué debía vestir esa clase de vestimenta si ni siquiera era un baile de la época moderna, tan solo una bienvenida de la familia con la que no solo contraería matrimonio, unirían los negocios para hacer que ambas empresas se complementen. O eso tenía entendido. Solo era un matrimonio arreglado que, para colmo lo hacían porque no la creían capaz de liderar el negocio ella sola y por eso necesitaban hacer que otra persona lo hiciera por ella. Al entrar al enorme salón donde se encontraba la estilista, no pudo evitar soltar un leve quejido de resignación, sobretodo cuando vio el tipo de vestido que debería escoger. Uno peor que otro. Al menos desde sus gustos personales. Ninguno era de su agrado. Tomó aire y sopló despacio.

Quiero Ser Tuyo (Borusara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora