Parte Cuatro : Esposa de un Hyuuga

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Ni bien se casaron Taiyou comenzó a vivir en la residencia Uchiha, por lo que se convirtió en el líder de la familia. Boruto era el único que no disfrutaba de su presencia todas las mañanas mientras desayunaban. A pesar de que era el primero en levantarse y comía con el resto de los empleados, no le agradaba el hecho de que desayunara en el mismo horario que Sarada. No solo eso, obviamente, compartían habitación y dormían juntos. Después de todo eran esposos. El rubio resoplaba cada vez que lo veía salir de sus aposentos. Y cuando Sarada despertaba, la esperaba afuera hasta que abriera la puerta y se encontrara con él. La pelinegra lo saludaba enérgica y enseguida bajaban al comedor.

Desde la primera noche que pasaron juntos, no podía quitar esos pensamientos de su mente, de solo recordar cómo habían tenido sexo el día en que se conocieron, su estómago sentía revoltijos. Para ella había sido sexo, porque en ningún momento lo disfrutó, tan solo fueron manoseos y embestidas que prefirió olvidar. No podía. Porque ahora que eran esposos, esas cosas se reiterarían y ella no podría negarse. Había perdido su virginidad con un hombre que no era de su tipo y que ya odiaba con todo su ser. Era demandante, violento y opresivo. Su personalidad era similar a la de un ogro, no podía contradecirle o podía recibir un golpe. Y a eso le temía. Rogaba que tuvieran que dormir en camas separadas y no era así.

Pronto sería su luna de miel, la llevaría a recorrer los templos más emblemáticos en Osaka. No quería asistir a esa luna de miel, en especial porque Boruto no podría acompañarla y tendría que ocupar las veinticuatro horas con él. Sería una tortura. Pensó en algunas ideas para cancelar la luna de miel y ninguna era posible. Taiyou se enojaría y rechazaría la oferta, la obligaría a asistir porque él quería disfrutar más que de una luna de miel, fantaseaba con ella y verla desnuda sobre él era lo que más le excitaba. Al bajar al comedor se sentó en un extremo de la mesa y atrás se acomodó Boruto, quien puso su semblante serio y fijó su mirada en los cuadros que estaban detrás de Taiyou, que se había sentado en el otro extremo de la mesada.

-He pensado en el itinerario-comentó Taiyou comiendo sus tostadas-. Y creo que te encantarán, Sarada-sama.

-¿Ah, sí?-repuso con voz pausada-. ¿Adónde iremos?

-Será una sorpresa-dijo con una sonrisa.

Boruto miró de soslayo a su primo. Le molestaba el hecho de saber que no podría acompañarla a su luna de miel. ¿El motivo? Taiyou le exigió que le dejaran su momento de recién casados en privado. No quería que los molestaran o fuera una distracción. Necesitaba pasar tiempo a solas para poder conocerla en la intimidad. El rubio chasqueó su lengua. De solo imaginarlo le hervía la sangre. No quería verla sufrir y eso era justo lo que sucedería. Sarada no tendría en quién contenerse cuando algo no le agradaba. Taiyou siguió hablando, a pesar de que Sarada no parecía escucharlo, quería salir y seguir pintando.

-Estaba pensando en pasar la tarde jugando al golf-anunció Taiyou-. Vendrán algunos miembros de mi familia y unos amigos. Quiero que me acompañes, cariño.

-Ah-levantó el mentón y miró de reojo a Boruto-. ¿No puede ser otro día? Yo quería ocupar mi tarde terminando de pintar una obra que...

-¿Para qué pierdes tiempo en eso?-espetó engreído-. Deberías concentrarte en ser una excelente esposa. Una acompañante.

Boruto masculló, ¿qué había dicho? ¿Que lo que hacía era una pérdida de tiempo? Sus labios se mostraron inquietos, hizo una mueca de odio, mordió su labio irritado. Sarada bajó la mirada ofendida por su comentario. Y se dio cuenta que su guardaespaldas estaba molesto. Eso la alegró. Al menos alguien sí la apoyaba. Su mano se extendió hasta rasgar la capa del rubio, sacándolo de su estado emocional, desvió la mirada hacia ella y esta le sonrió débil. Le estaba indicando que no dijera nada y que no valía la pena. Revoloteó los ojos y lejos de hacerle caso dijo:

Quiero Ser Tuyo (Borusara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora