Parte Veinticinco : Soy tuyo

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Boruto fue dado de alta dos semanas después de la muerte de Obito y de Itachi. Sus heridas habían sanado y el humor era lo que más había recuperado. Lo notaba porque estaba enérgico y a toda costa quería regresar con su esposa, su hijo y su hermosa residencia. Salió del hospital con una sonrisa de oreja a oreja. Su hijo se prendió de sus brazos y el rubio lo alzó para llevarlo sobre los hombros, ambos reían antes de que subieran a la limusina de regreso a la mansión. Sarada no dejaba de contemplarlo. Lo veía y no lo creía, ¿de verdad era su esposo? Nunca imaginó que su guardaespaldas terminaría siendo el padre de su hijo, no de esa forma, jamás se le hubiera pasado por la mente que el hombre de su vida lo encontraría de esa forma. Y estaba feliz por eso. Esbozó una curvatura en sus labios y siguió observándolos encantada.

-¿Quieres que vayamos al río después?-sugirió Hikaru.

-Me encantaría-coincidió el rubio-. Podemos intentar hacer un picnic.

-¡Si, eso me gusta!-dijo entusiasmado.

Ambos miraron hacia la pelinegra, con una mirada expectante, parpadeó confundida. Esperaban su aprobación. Sin poder evitarlo soltó una leve risita. Hikaru se ofendió por su reacción, enseguida tuvo que aclarar que era broma y que también estaba de acuerdo con la propuesta. Ya tendrían su salida familiar ni bien retomó el alta. Boruto le enseñó una mirada cargada de amor a su esposa y esta le correspondió. Sujetaron sus manos por reflejo, Boruto llevó sus labios a su mano y la besó con delicadeza, logrando que se sonrojara. Usualmente la trataba de Sarada, pero ese gesto, le recordó a cuando la trataba de "señorita". A veces olvidaba su relación, hasta que recordaba el día en que lo conoció, estaba rojo como un tomate al verla desnuda.

Fue lo primero que le llamó la atención. Sus mejillas ruborizadas lo hacían ver vulnerable más que rudo, y eso le encantó, se dio cuenta que hasta le pareció lo más dulce en un hombre. No tardó en encontrar cualidades que poco a poco fue enamorándola. El amor hacia él creció como las rosas lo hacen, seguro y con cuidado, bien firmes. Dejó escapar un tono burlón.

-Boruto, no tienes por qué ser tan dulce conmigo.

-Lo siento, es inevitable-besó su frente-. Te amo demasiado

Hikaru los miró con una ceja levantada. Se cruzó de brazos. Otra vez haciéndose los melosos delante de su hijo. Soltó un bufido e hizo un gesto desinteresado.

-Pueden seguir con sus coqueteos en casa-confesó sarcástico.

Ambos se sonrojaron y se separaron, Boruto rascó su nuca nervioso y enseguida frotó los cabellos de su hijo para despeinarlo de manera divertida. El pequeño se quejó.

-Me imagino que cuando te guste una niña no vendrás a pedirme consejos-siguió en tono humorístico.

Está vez la cara de Hikaru era la que estaba roja como un tomate. ¿Gustarle una niña? Como si esas cosas sucedieran, pensó resongando. Jamás se enamoraría de una. ¿Por qué lo haría? Tenía cosas más importantes de las que ocuparse, por ejemplo, recoger sus peces y alimentarlos todos los días. Eso era su máxima responsabilidad. La limusina se detuvo frente a la enorme mansión y antes de ingresar, Hikaru divisó a la pequeña Natsume, una sonrisa de oreja a oreja se formó en su rostro y acto seguido abrió la ventanilla para saludarla:

-¡Hola, Natsume!

La pequeña se sintió nerviosa por el saludo y entonces le correspondió con una débil sonrisa y un rubor en sus mejillas. Al meter la cabeza dentro del vehículo para así ingresar en la enorme mansión, Hikaru se topó con el rostro pícaro de su padre, le había captado la indirecta. Una vez más sus orejas zumbaban del rubor. ¡No era lo que pensaba! Se cruzó de brazos e hizo puchero.

Quiero Ser Tuyo (Borusara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora