Parte Veinticuatro : Cómplice

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El disparo se escuchó en toda la sala. Haciendo que todos los presentes se alarmaran, en especial los sirvientes, que estaban viendo la escena igual de aterrados que Sarada. Daba gracias al cielo que Hikaru no vio lo que había pasado. Porque el cuerpo de Itachi se desplomó en el suelo sin vida. No la dejó reaccionar a tiempo. Olvidaba que su tío era un militar y el mejor en su clase, antes de Boruto, pues había sido el anterior General. Sus ojos vieron horrorizada la escena en la que la sangre salía despedida de su cráneo. Su tío yacía muerto. Obito lo había matado. No sabía si soltar un grito desgarrador o llorar con impotencia. Giró el rostro paralizado hacia su tío, necesitaba una explicación correcta de lo que había sucedido en tres segundos. Intentó pronunciar una palabra, aún en trance:

-Tío Obito, ¿qué demonios...?

Obito amagó con guardar el arma en su estuche. Solo se quedó en silencio, con una sonrisa extraña en sus labios y mirando a su sobrina, como si esperaba algo más del asunto. Lo cierto era que había asesinado a quemarropa a su hermano. Era normal que su sobrina estuviera en una especie de shock emocional. No sabía a quién creerle.

-Hice lo que tenía que haber hecho siempre-comentó casi en susurro. Su tono de voz la asustó.

No era la misma voz pausada y amistosa de siempre, era diferente, parecía ido y con la cordura en otra parte. Era como si fuera otra persona. Alguien que no conocía. Pensó que guardaría el arma y le explicaría lo que había pasado, en su lugar, acomodó otra bala en el cargador y está vez apuntó a la cabeza de Sarada.

-Y ahora...

-¡No...!-gritó Himawari asustada.

Obito pensaba dispararle a Sarada, no la heriría, la dejaría muerta igual que a su hermano. La cabeza de la pelinegra daba vueltas, ¿es que sus sospechas ahora iban direccionadas hacia otra persona? ¿quién había asesinado a su padre? Un francotirador. Alguien que estaba dentro del país, alguien que lo conocía más que nadie, que sabía sus rutinas. Y que tenía el poder para limpiarse las manos. En el que Boruto confiaba a ciegas y ella también. La persona menos esperada terminó siendo la culpable. Otro sonido metálico lo distrajo. Sus ojos negros se posicionaron detrás de su oreja, alguien estaba apuntándole con un arma en la cabeza, Obito hizo una mueca y soltó el arma despacio, se inclinó la dejó sobre el suelo y levantó los brazos, calmado.

-Vaya, vaya. Veo que de verdad Boruto tiene sus secuaces-dijo con sorna.

-El General me pidió que le ponga un ojo-explicó Shikadai-. Y eso fue lo que hice. No creí que se revelaría antes de tiempo. Imaginamos que esperaría hasta que Itachi...-se sintió pésimo al recordarlo-. Eres un desgraciado, Obito.

-No me esperaba menos del Ojo de Halcón-añadió.

-Le aconsejo que se retire de la residencia si no quiere que procedamos a ejecutarlo. Le aclaro que tengo la orden directa.

Sarada seguía sin procesar lo que veía. Primero Itachi y ahora Obito. ¿En quién más debía desconfiar? Mejor dicho, ¿quiénes eran en los que sí podía? Ya no entendía nada más. Las ideas no estaban claras en su mente, tenía miles de preguntas por hacer y estaba segura que ninguna tendría lógica. Se sentía traicionada. En un hilo de voz, pronunció:

-¿Por qué...? ¡¿Por qué lo hiciste?!-se sentía frustración en cada palabra.

Obito miró a su sobrina, con una expresión desinteresada, casi desorientada. Como si lo que tuviera enfrente no le importara. Eso era lo que significaba. En realidad nunca le había importado su bienestar. Su tío dejó escapar un sonido extraño. Quejido.

Quiero Ser Tuyo (Borusara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora