Será un infierno contigo

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-Lance’s POV-:

—Tengo hambre

La miré como si estuviera hablando con un ovni, y bueno… creo que no hay mucha diferencia después de todo. 

Fue fácil encontrarla en un lugar que ella no conocía y que yo era experto, y era más fácil llegar a ella y de manera silenciosa utilizando las sombras. Claro que ella parecía no saber de ello.
Después de que su pánico se calmara y de que se diera cuenta que no la iba a matar en ese momento, se quedó completamente quieta en su lugar, callada, dibujando en una libreta que tenía en su mochila. Me aseguré de quitarle la batería a su celular para que no pudiese contactar a nadie. Ya era bastante malo que estuviese demasiado preocupada por lo que diría la madre, y no puedo preguntarme como estaría ahora si hubiese llamado a la policía para que viniese a cualquier lugar en medio de la nada que ella desconocía y ellos la hubieran tomado de lunática. Estaba harto de verla llorar, parecía como si en vez de “no asesinarla” y dejarla ahí haciendo nada estuviese pateando a un cachorrito enfermo.

—Tengo hambre—volvió a repetir, dándome una mirada significativa.
—Mejor duérmete—sugerí seco. Ella dio un suspiro y siguió dibujando lo que sea que fuese la cosa que rayaba en su libreta. En otras circunstancias creo que hasta la habría llevado a comer a un restaurante lujoso en Italia, a comer pizza, tomar una copa de vino y luego ir a pasar el rato por Venecia. Pero ella era una Solem, y una muy poderosa por lo que parecía, pero también muy ignorante acerca de sus poderes. ¿Cómo puede ser que jamás fuera consciente de lo que era? Al menos había llegado a este punto de su adolescencia con su madre, y no había enloquecido como la mayoría de los padres de los Lunarum y Solem, aunque claro que si eso hubiese pasado solo tendría dos opciones: dejarla a su merced y hacerla pensar que estaba loca, o matarla. Sí, creo que era un poco mejor, en cierto punto, que la madre jamás descubriera algo raro en su hija Solem.

Pasaron las horas y llegó la tarde. Los rayos anaranjados del atardecer se filtraban por las ramas de los árboles iluminando el rostro de Perl, no me había dado cuenta en qué momento había quedado dormida hasta que observé sus párpados cerrados y ella en un estado de paz e inconsciencia absoluta, recargada contra su brazo. Al verla así pensé que no había visto nada más pacífico y cálido en mi vida. Claro que todos los Solem eran cálidos, amorosos, dulces… Mientras nosotros nos inclinábamos más a la balanza de la frialdad, odio, petulancia. No era como si no pudiese divertirme, o respetar a alguien, pero no podía amar, así como ella no podía odiar. Tal vez pudiese sentirse agredida por alguien, tal vez se molestase debido a alguien, pero jamás llegaría a tal punto de odiarlo y querer vengarse. Por otro lado, nosotros jamás podríamos llegar a amar a alguien ni aunque fuese nuestra propia sangre; podríamos respetar, ser atentos con alguien, pero jamás podríamos amarlo. Así me enseñaron cuando me encontraron. Así lo confirieron Sol y Luna.

En cuanto comprobé que Perl estaba completamente dormida, ocupé una sombra para ir a algún McDonald’s. Compre dos Big Mac y dos Coca-Cola, y regresé lo más pronto posible con Perl. Todavía seguía dormida cuando regresé, así que decidí que le daría la hamburguesa en cuanto despertara.

Comí mi hamburguesa mientras la observaba. Pacífica, tranquila, serena… podría incluso decir que era una paloma blanca, mientras yo era el cuervo. Incluso me sentía como si estuviésemos en la Bella y la Bestia, capturando a una hermosa mujer y siendo un completo imbécil con ella. Aunque no es como si yo fuese una bestia, puesto que soy mucho más atractivo que un animal, pero tampoco era un príncipe azul, ni estaba bajo una maldición, bueno, si queremos ver el lado amable de tener poderes; tampoco la estaba secuestrando porque fuese bella—aunque, ¡demonios, vaya que lo era!—, sino porque era mi misión. Una misión que no estaba cumpliendo.

Disipando mis pensamientos, mi atención se centró en Perl quien estaba despertando de su profunda ensoñación, o eso creía porque sólo levantó su cabeza con los ojos entrecerrados y haciendo bizcos para después volver a cerrar sus párpados y dejar caer su cabeza en su brazo. Me reí levemente, sintiéndome afortunado de verla en tal estado de desorientación que causaba gracia.

Pero iba a anochecer y ella tenía que comer algo. Zarandeándola un poco, la obligué a despertarse, escuchando un “hoy no hay escuela, mamá” de su parte que me hizo volver a reír. Segundos después, estaba batiendo sus pestañas alejando los últimos restos de ensoñación. Estando así de cerca, sus ojos verdes se veían más impresionantes, su iris tenía un color verde oliva y cerca del borde se oscurecía aún más, por un momento creí estar en un abismo interminable, pero cuando ella se enfocó en mis ojos, apartó la mirada y se sentó recta.

Le tendí su hamburguesa.
—Cómela—ordené y ella obedeció con el ceño fruncido. No me importaba de todas formas, que se enoje lo que quiera, eso no la va a hacer alejarse de aquí.
—Tengo sed—murmuro ella y le di su refresco. Yo terminé mi hamburguesa y seguí con mi refresco, observándola comer, parecía estar pendiente de cada uno de mis movimientos como si en cualquier momento me pudiese abalanzar sobre ella. Claro que era probable, y puesto que yo no la dejaba de mirar suponía que estaba algo incómoda con la situación, o tal vez me tenía miedo… sí, eso era más probable.

Comimos en silencio y ella no paraba de retorcerse en su lugar, incómoda. Después de un rato ella acabó con su hamburguesa al igual que con el silencio.
— ¿Qué eres? —preguntó abruptamente, haciéndome sorprenderme un poco, pero recupere mi semblante y le sonreí con mi insolencia de siempre.
—Todo lo contrario a ti, niña.
— ¿Niña? —pregunto con sus mejillas rojas de enojo, sus delgadas y finas cejas arqueadas y sus pequeñas manos en puños. Había algo en la forma en la que se molestaba que me hacía divertir, era tan pequeña e inocente que un gesto como aquel me parecía de todo, menos rudo, en ella. Suspiró después de que no respondí y siguió con el cuestionario. —Bien, ¿entonces que soy?
—Una niña bastante gruñona.
Otra vez estaba ahí esa expresión de enfado en su rostro. No sé por qué me divertía tanto hacerla rabiar pero había algo en la forma en que sus cejas se arqueaban que me hacía querer ver esa expresión con más frecuencia.
— ¿Siempre eres así de idiota? —cuestionó entre dientes. Oh, esto es demasiado divertido.
— ¿Con esa boca besas a tu novio? —cuestioné de vuelta haciéndola poner roja como un tomate, no sabiendo realmente si era por el enojo, vergüenza o por ambas.
—Discúlpame, idiota no era la palabra adecuada. Eres un imbécil. —respondió con una sonrisa dulce en su rostro que era completamente falsa. Ouch.
—Ese no es el lenguaje de una señorita, perlita.*
—Cierra la boca.
—Tú comenzaste con las preguntas. —ella bufó ante mi respuesta, ciertamente enojada y disgustada conmigo. Claro, estaba siendo un completo imbécil y ella no tenía la culpa, pero siempre he sido así, tampoco tengo la culpa, ¿o sí?
—Eres detestable. —afirmó ella con voz ronca del enfado, girándose de espaldas a mí con los brazos cruzados. Reí por lo bajo ante su inmadurez.
—De acuerdo, lo soy, pero creo que me debes una disculpa. —dicho esto, ella giró su cabeza en mi dirección con una ceja arqueada incrédula.
— ¿Una qué?
—Una disculpa. Después de todo tú fuiste la que me llamó imbécil.
—Me llamaste “niña gruñona” —protestó con molestia marcada en cada una de sus palabras. Yo me encogí de hombros.
—Estaba siendo sincero, mírate. —repliqué y ella volvió a girar su cabeza, ignorándome.
—Yo igual estaba siendo sincera. —atacó ella sin mirarme y me reí ante su orgullo y terquedad. Supe en ese momento que ella sería difícil, pero al mismo tiempo supe que me divertiría demasiado.
—Será un infierno contigo, perlita.
—Lo mismo digo, Lance—y sonreí al escuchar decir mi nombre salir de sus labios por primera vez. Comenzábamos a conocernos.

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*. Perlita: referente a su nombre “Perl” que en inglés suena igual que “Pearl” que significa perla; de ahí el apodo.

Sol y Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora