si él no te mató, enviarán a alguien más a hacerlo.

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El lugar olía a una mezcla de humo, café y ambientador de vainilla. Había algunas parejas sentadas, tomando un café y mirándose a los ojos cual enamorados. En una esquina, había una pareja gay que se reía de alguna estúpida broma.

Ginger fue con la chica que atendía detrás de la caja, una chica con el cabello negro azabache corto, una cara redonda y una sonrisa de comercial Colgate. Al verla, me acordé de Abby. No porque fueran iguales, ya que Abby era castaña y tenía la cara en forma de corazón, si no porque ella trabajaba conmigo en un local de café. Sentí un vacío en mi pecho al recordar el último día que la vi, detrás de la caja registradora, con una sonrisa radiante en el rostro, antes de marcharse al hospital para ver a su hermano.

Volví a la realidad cuando Ginger me preguntó si quería algo. Con un movimiento de cabeza negué y ella pidió algo que sólo entendí que tenía vainilla. Pagó, esperamos cinco minutos a que estuviese listo y nos sentamos en una mesa cerca de una televisión que estaba en “silencio”. A lo lejos se escuchaba una canción de Coldplay por las bocinas de una vieja radio. ¿Por qué encendían la televisión cuando estaban poniendo música? Qué desperdicio de electricidad.

—Te noto callada, Perl—advirtió Ginger. La observé tomar un sorbo de su café caliente. ¿Qué no entendía que por dentro sólo buscaba una excusa para no enloquecer aquí mismo?
— ¿Me vas a explicar acerca de…? Eh, bueno… tú sabes. —no sabía ni como hablar del tema, y yo quería respuestas. ¡Maldición! Todo esto es tan irracional que juro que si alguien llegara y me dijera que al final del arcoíris hay una olla llena de oro merodeada por duendes lo creería.
Afortunadamente, Ginger me sacó de mi fantasía de duendes y arcoíris cuando habló:
—Bien, creo que todo esto es demasiado difícil de asimilar para ti.
Oh, ¿tú crees?
—Pero—prosiguió Ginger—, debido a que la historia es muy larga, la resumiré lo más que pueda. Es sólo el inicio. Las preguntas te las respondo al final, ¿vale?
Asentí, esperando que ella comenzara a explicar.
—Vale. Todo se remonta a tiempos antiguos, cuando el hombre apenas habitaba la Tierra. Los humanos estaban tan perdidos acerca de lo que tenían que hacer para sobrevivir que el dios del Sol decidió ayudarlos…
— ¿El dios del Sol? —cuestioné pero Ginger me tapó la boca con la mano que no sostenía el café.
—Preguntas al final, saltamontes. —dijo y dio otro sorbo a su café. Retiró su mano de mi boca y continuó—: El dios Sol vio que estaban teniendo dificultades, como con la comida, el calor en las cuevas, la supervivencia, etc. Decidió entonces mandar a sus hijos a ayudarlos. Hijos que son una parte de él, hijos que al llegar a la Tierra fueron la adoración de aquellos miserables humanos que desesperadamente buscaban sobrevivir. Los hijos del Sol eran una pequeña raza a la que se hicieron llamar a sí mismos “Solem”. Ellos ayudaron a los mortales, les mostraron sus poderes, sobre la manipulación del fuego, y la búsqueda de tierras fértiles en las cuales vivir.
»La diosa Luna, que era una diosa demasiado celosa y egoísta, vio que los mortales adoraban demasiado a los hijos del Sol, se sintió ignorada, así que decidió mandar a sus propios hijos, otra raza a la que se hicieron llamar “Lunarum”. El dios Sol era un hombre amoroso, al igual que sus hijos; y a los Solem se les privó la capacidad de odiar ya que el dios Sol odiaba la actitud tan pedante de la Luna. La Luna que era demasiado envidiosa y odiosa, hizo a sus hijos iguales a ella; les privó la capacidad de amar para que no fueran como el dios Sol, el ser que la Luna detestaba más.

Ginger hizo una pausa, tragando saliva y volviendo a tomar un sorbo de café. Después de todo, si yo estuviese contando una historia tan larga como aquella, igual querría hacer una pausa.

—Los Lunarum se pusieron celosos de que los Solem recibieran toda la atención, así que decidieron mostrarle a los mortales sus poderes. Los humanos los odiaron, ya que eran todo lo contrario a lo que necesitaban, y los Lunarum por ser hijos de un ser de oscuridad, se sintieron demasiado ofendidos que comenzaron a matar a los humanos. Los Solem lucharon lo más que pudieron para salvar a los humanos. Somos enemigos desde entonces.
»El Sol le pidió a la Luna que retirara a sus hijos, y él retiraría a los suyos. Así lo hicieron y la Luna los desapareció a merced de las sombras, mientras que el Sol convirtió a sus hijos en estrellas. Tiempo después la raza humana creció y decidió buscar territorios. Se dividieron en dos, unos al Norte y otros al Sur. Los del Norte llegaron a uno de los lugares más fríos del planeta y comenzaron a rezar al dios Sol para que mandara a sus hijos. La Luna se enceló debido a que no le rezaban a ella, así que maldijo a los hijos de las familias del Norte con los poderes de los Lunarum. Oscureció sus almas, y obligó a los nuevos Lunarum a atacar a sus propias familias para después ir al Sur y matar al resto de los humanos. El Sol al darse cuenta de aquello, bendijo a los hijos de las familias del Sur con los poderes de los Solem, para proteger a sus familias.
»El Sol intentó negociar con la Luna, pero ésta solo dijo que las futuras generaciones de aquellas familias que maldijo tendrían un Lunarum entre sus hijos cada 100 años. El Sol hizo lo mismo para que así la humanidad no pereciera y pudiera defenderse de los hijos de la Luna. Y esa es la historia del principio. ¿Preguntas?

En cuanto Ginger terminó, mi cabeza parecía ser una bola de estambre que fue jugada por un gatito con fieras garras.
De acuerdo, esto era demasiado por asimilar.

¿Nosotros somos hijos del Sol?, ¿y nuestros enemigos son los hijos de la Luna?

— ¿Tú qué eres exactamente? —pregunté aún un poco confusa. Ginger se golpeó la frente con la palma de la mano, haciendo un ruido sordo y seguidamente me miró con esa clase de miradas que te dicen “¿me estas tomando el pelo, cierto?”
—Somos—recalcó la palabra—hijos del Sol: Solem. Pero en realidad somos mitad humanos mitad Solem, realmente no somos hijos del Sol porque también venimos de mortales, y el Sol lo único que hizo fue bendecirnos con sus poderes. Pero es más fácil decirnos “Solem” que “bendecidos por los poderes del Sol”.

De acuerdo, creo que ahora iniciare mi cuestionario con las primeras preguntas que se me vengan a la mente. Es ahora o nunca.
— ¿Por qué los Lunarum no pueden amar?
—La luna es un ser de oscuridad—Ginger se encogió de hombros como si fuera de los más obvio. Claro, como para ti es fácil. —, los Lunarum tienen un poco más de oscuridad en sus almas de lo que deberían, por lo tanto la balanza de ellos se inclina un poco más a lo malo y oscuro.
—Pero tú dijiste que somos mitad humanos, ¿eso no conlleva a tener las mismas emociones humanas?
Por un momento, Ginger pareció dudar de su respuesta, pero después de pensarlo cinco segundos, me respondió—: Nunca lo había pensado así, pero después de todo… No se ha sabido de ningún caso en el que un Lunarum ame a alguien. Al menos no por ahora. Siguiente pregunta.

—Lance, el chico que me secuestró, podía hacer hielo con sus manos… ¿son poderes de la Luna? —pregunté mencionando a Lance por primera vez. Ginger sonrió al saber que comenzaba a comprender.
— ¿Con que así se llama, eh? Sí, es un Lunarum. Somos enemigos aún. Ellos intentan aniquilarnos. De hecho, tienen una asociación secreta donde juntan a un grupo de Lunarum, que van encontrando con el tiempo, y los usan para matarnos cada que nos encuentren. A ti te encontraron y ese chico no fue más que un juguete que utilizaron para intentar matarte.

Tragué saliva al escuchar aquello. Lance… ¿iba a matarme?
—Si él iba a matarme, ¿por qué no lo hizo? —Pregunté, comenzando a confundirme respecto a esto— Él hasta me dio una hamburguesa cuando dije que tenía hambre.
Ginger vaciló. Pronto entendí que su silencio significaba que también había comenzado a dudar acerca de Lance y el por qué me había secuestrado. Después de unos segundos de silencio, respondió—: No lo sé, Perl. Pero algo es seguro: si él no te mató, enviarán a alguien más a hacerlo.
— ¿Y cómo lo evito? —no me gustaba como sonaba ésta pregunta. Eso significaba que tendría que hacer algo para evitar que me maten, como luchar por mi vida o algo así. No quería tener que luchar por ser algo que yo no quise ser. Pero de lo contrario, me matarían. 

—Creo que tienes que entrenarte—respondió Ginger con una sonrisa—, y yo te enseñaré.
— ¿Enseñarme qué? —mis nervios comenzaron a salir a la luz, comencé a jugar con mis manos y supe que no me iba a gustar lo que iba a escuchar.
Ginger me tomó la mano y me sonrió de una manera que me hizo retorcerme en mi lugar.
—A controlar tus poderes

Sol y Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora