Ella no podía irse, no sin antes decirle lo que sentía

88 8 0
                                    

-Lance’s POV-:

Ya era la hora. Faltaban unos cuantos minutos para las 11:58, Calum y yo estábamos escondidos detrás de un árbol cercano a la guarida. Mi respiración estaba agitada, mi corazón acelerado, mi ansiedad aumentaba y lo único en lo que podía pensar en este momento era “Perl volverá a mí”. Parecía algo psicópata el hecho de reducir todos mis pensamientos a uno solo: ella. ¿Pero a quién engaño? La quería. Tal vez algo más que “quererla” amarla, pero aún me costaba decir “la amo”, incluso en mis pensamientos.

—Falta poco. ¿Estás listo? —me preguntó Calum dando un vistazo en el reloj de niños pequeños que se había comprado en una tienda barata de Portland para poder verificar la hora según el plan.

Honestamente no estaba seguro de estar listo, tal vez estaba más que nada ansioso. Pero Perl estaba detrás de alguna puerta de aquel lugar tan tétrico, y yo la iría a buscar.
—Estoy listo—respondí finalmente.

—Muy bien. Aguarda—susurró mirando su reloj—. Aguarda, espera… Listo, sígueme.

Comenzamos rápidamente a pasar entre algunos árboles, acelerando el paso e intentando hacer el menor ruido posible. Nos dirigimos a la entrada trasera como la otra vez y entramos rápidamente sin ser observados. Primera fase, completada.

—Muy bien. Ahora hacia las escaleras. —habló bajito Calum, guiándome por entre la oscuridad, con la única iluminación de una lámpara barata que igualmente había comprado él en la misma tienda barata que compro el reloj.
—Joder, ¿no tenías más dinero para una buena lámpara? —pregunté a susurros y él siguió caminando, pero pude percibir su sonrisa pese solo estar viendo su espalda.
—Esto es una misión de emergencia rápida. No el equipo comprado para “Misión Imposible”. —me dijo, medio-riendo medio-bufando. Yo reí por lo bajo.
Llegamos a las escaleras que nos dirigían a la parte subterránea del lugar. En aquel lugar había unas cuantas habitaciones y unas especies de prisiones que supondría habían sido creadas hace mucho tiempo. Jamás se me pasó por la mente la idea de que los Lunarum le dieran aquella forma de prisión tétrica a algunas habitaciones subterráneas, hasta ahora.
Caminamos a paso rápido pero silencioso por las escaleras, deteniéndonos de vez en cuando para verificar que no había nadie más que nosotros. Por ahora, al menos.

—Muy bien. No hay que separarnos. Nunca confíes en las técnicas de las películas donde siempre dicen “hay que separarnos”, ya que, como es obvio, uno siempre muere. No quiero creer que serás tú pero…—lo corté antes de que siguiera, captando el mensaje.
—Vale, ya entendí. Permaneceremos juntos.
—Bien—dijo él y continuamos el recorrido.

En cuanto terminaron las escaleras, nos encontrábamos en un piso más o menos sucio, con alguno que otro resto de basura y algo que parecía una mancha de humedad.
— ¿Izquierda o derecha? —preguntó él, como retándome a contestar una adivinanza. Suponía, por su tono, que él ya sabía la dirección, pero de todas maneras dije la que mi corazonada me decía.
—Izquierda—dije y él asintió en aprobación. Nos dirigimos de aquel lado. De repente adentrándonos en una completa oscuridad.

—Demonios, Calum, enciende la jodida lámpara—murmuré por lo bajo, chocando contra su espalda en mi vano intento de continuar sin iluminación.
—Se le acabaron las baterías a esta cosa—escuché como golpeaba la lámpara contra su palma y maldije por lo bajo al comprobar que no iba a encender.
— ¡Genial! ¿Y a hora qué? —siseé. Y entonces una luz naranja se encendió, y me di cuenta que provenía de la mano de Calum.

—Joder, ¿eres un Solem? —pregunté asombrado. Jamás pensé que éste tío fuera un Solem, ni por un momento lo percibí. Vaya que estaba mal al reducir todos mis pensamientos a Perl. Calum me sonrió, su rostro iluminado por la flama de su palma.
—Digamos que sí, soy un Solem. O algo así—murmuró mientras continuaba avanzando. Y por primera vez, sentí un poco de misterio en su voz, no fiándome completamente de su respuesta,
— ¿A qué te refieres con “algo así”? —cuestioné mientras lo seguía por el largo pasillo, observando algunas prisiones algo terroríficas a mis lados.
—Pronto lo entenderás—me dijo y entonces escuché algo.
—Detente. —le dije, deteniéndolo por el hombro. Nos quedamos quietos unos instantes y agucé el oído logrando escuchar el sonido de unos tacones resonar contra el piso.

Sol y Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora