Capítulo 9.

80 8 1
                                    

-Perl’s POV-:

—De acuerdo, lo primero que tenemos que practicar es la manipulación del fuego. Nada de encender todo tu cuerpo en llamas. Focaliza la energía de tu cuerpo en tus manos, ahí queremos que vaya el fuego. Y recuerda: relájate, esto es como hacer yoga pero mentalmente.

A la mañana siguiente Ginger y yo habíamos abandonado el hotel y habíamos corrido bastante hasta llegar a Montana. Donde pudiéramos practicar al aire libre sin dañar a algún ser viviente. Después de tener mi pequeña-gran crisis, acepté entrenar para poder tener una manera de defenderme ante cualquiera, y no sólo ante un Lunarum. Tú sabes, uno nunca puede saber cuándo vendrá una banda de secuestradores a raptarte y vender tus órganos al mercado negro.

Traté de hacer lo que me había mencionado Ginger hace cinco segundos. Focalizar mi energía. ¿Pero cómo se supone que lo haga?

—Ginger, no es por ser aguafiestas, pero siempre fui pésima en física.

— ¿Y eso qué?

—Que no tengo una maldita idea de qué hablas con eso de focalizar energía en mi cuerpo.

Ginger torció la boca y mantuvo una mirada pensativa. Supongo que intentaba buscar la manera de explicarme cómo demonios iba a poder entender lo que me decía.

—Vale—habló ella—, imagina que por tu cuerpo corren corrientes de electricidad, luz, algo que relaciones con energía y fuego. Imagina que corre por tu sangre. Cuando te enciendes completamente, sientes calor. Haz algo parecido, pero intenta guiarlo a tus manos. Concéntrate en qué lugar quieres sentir las oleadas de calor que te abrazan cuando te enciendes.

Bueno, tal vez imaginar sería un poco más fácil.

Cerré mis ojos intentando concentrarme. Imaginé como si lenguas de fuego recorrieran mis venas, y me visualicé guiándolas hacia mis manos. Mis palmas comenzaron a sudar y se sintieron repentinamente calientes. Pensé en una flama, como cuando enciendes una fogata, sólo que más pequeña y en mi mano. Lo imagine, tanto que pude sentirlo y cuando pude sentirlo, abrí mis ojos.

Una flama danzaba en mi palma. La mirada felina de Ginger se posó en mi mano, sus ojos estaban abiertos como platos. Creo que no creyó que lo lograría a la primera, pero ¡Hey! Agradezcan a los libros por extender mi imaginación.

—Increíble, lo lograste—celebró ella dando aplausos y brinquitos como niña pequeña, haciéndome sentir orgullosa a mí misma de lo que había logrado en estos cinco segundos.

Cerré mi mano, visualizando en mi mente el fuego extinguirse. Y cuando abrí la mano, no había rastro de ninguna chispa de fuego en mi palma. Wow.

—Muy bien, Perl—me felicitó Ginger—. Ahora tendrás que hacerlo con cada extremidad de tu cuerpo. Primero fue la mano derecha, ahora la izquierda. Después el brazo derecho, el izquierdo. Pies, piernas, ambos. Hasta que sea tan fácil como hacer pan tostado.

Abrí mi boca ante lo que Ginger me ordenaba. ¿Qué?, ¿tenía que visualizar uno por uno?

— ¿Bromeas, cierto? —pregunté intentando que fuera un poco más lento, pero ella siguió hablando como si no hubiese dicho nada.

—Oh, y después aprenderemos a hacer bolas de fuego y dispararlas. ¡Será divertido!, ¿no crees?

Este iba a ser un largo día.

-o-

Después de haber visualizado mentalmente cada parte de mi fuego en llamas, seguimos con las bolas de fuego. Lo primero era fácil: era como intentar visualizar el fuego en mis palmas; lo difícil vino después. Tenía que moldear ambas flamas en una bola de fuego. Estaba tan cansada mentalmente que sólo lo logré hasta el intento numero veinte, y me había enojado tanto de no poder haberlo logrado en los intentos anteriores que básicamente visualicé muy rápido una bola enorme saliendo disparada de mis manos dando contra cualquier cosa. Mi misil de fuego dio a parar a un árbol cercano, atravesándolo por la mitad y haciendo un hueco en el medio. Estaba tan feliz de haberlo logrado que volví a intentarlo, pero no hubo resultados.

Ginger decidió que esto sería todo por hoy y lo agradecía internamente.

Ginger, que traía una enorme maleta consigo, sacó dos sacos de dormir para ambas. La noche caía y nos recostamos a ver las estrellas. Hubo un silencio entre nosotras mientras admirábamos el cielo ante nuestros ojos, y una pregunta surgió en mi cabeza que salió de mis labios casi al momento en que la pensé.

— ¿Hay más como nosotras? 

—Sí—respondió ella—. Muy pocos, de hecho. Pero sí hay más. Yo estaba en un pequeño grupo de Solem que han sobrevivido, en Canadá. Ellos me enviaron a buscarte y advertirte de quién iba a ir por ti.

— ¿Y por qué no vamos con ellos? —cuestioné al tiempo que me volteaba de lado para mirarla, recargándome en mi brazo. Ella hizo lo propio y una sonrisa triste se alojó en su rostro.

—No es seguro.

— ¿Por qué no?, ¿no hay un dicho que dice “unidos jamás seremos vencidos”?

—En este caso, a ti te están siguiendo. Eres un faro de energía ahora mismo, porque jamás habías usado tus poderes hasta ahora, eso hace que acumules energía. Te detectan de esa forma, tu luz. No podemos arriesgarnos a que te quedes con nosotros en un lugar en específico o nos localizarían a todos.

Una sensación rara me recorrió el estómago y me sentí fatal. Yo era un peligro para ellos y aún así me habían mandado a advertir, y Ginger me había rescatado. Algo en mi se movió y me sentí conmovida gracias a las acciones de Ginger.

—Gracias. Por todo. —le dije porque de verdad lo sentía.

Ella sonrió.

—No hay de qué, saltamontes.

-o-

Esa noche, cuando observé a Ginger completamente dormida, fui a su mochila y revisé en busca de un celular. Cuando lo encontré me debatí entre marcar el número o no. Tenía que dar señales de vida, tenía que ayudarla a que dejara de enloquecer ahora mismo (porque sabía que seguramente ahora ella estaría enloqueciendo, al lado de su celular esperando respuestas). Con un nudo en la garganta y una fuerte sensación de pánico, marqué el número de mamá y espere a que contestara. Al segundo timbrazo respondieron.

— ¿Hola?, ¿es usted, oficial Plumber? —mamá ya había llamado a la policía. Su voz se escuchaba tan preocupada que me entraron ganas de llorar. Mi pobre madre… Te extraño, mamá.

—No, mamá. Soy yo. —hubo un silencio del otro lado de la línea y seguidamente escuché un sollozo seguido de varios más y algunas palabras incoherentes.

—Oh, gracias al cielo. Florecita, estoy demasiado preocupada, ¿dónde estás?, ¿estás bien? Vuelve a casa, por favor. Te extraño, te necesito, por favor vuelve.

Mamá, no me hagas esto… Tenía que decirlo. Pese a que no quería hacerlo, tenía que decirlo. Reprimí las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos y di una fuerte respiración antes de escupir las siguientes palabras— No voy a volver, mamá.

— ¿Qué?, ¿estás bromeando, verdad florecita?, no me agradan estas bromas, cielo. Sólo vuelve y estaremos bien, ¿sí? —su voz era cada vez más suave. Intentaba hacer que regresara. El problema era que ya no podía, no después de todo lo que estaba pasando. Las primeras lágrimas escaparon.

—No puedo, mamá. Por favor, nunca olvides que te amo. Vas a estar bien. Te amo.

—Yo también te amo, cielo. Por favor, vuelve, yo…

—Te amo, mamá. —dicho esto, colgué. Y me eché a llorar, sacando el vacío que ahora tenía, hasta que caí en la inconsciencia

Sol y Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora